¿Canasta familiar, seguridad ciudadana y salud?

0
191

Para el ciudadano promedio, es difícil entender la gran perspectiva optimista del discurso presidencial de rendición de cuentas del pasado lunes y sobre todo, cuando es muy cierto que en el territorio nacional hay un fuerte segmento de la población dentro del margen de pobreza y otro por debajo de ese indicador, más el dato concluyente, de que el poder adquisitivo del peso ronda la barrera de menos del cincuenta por ciento de su valor real.

Sin embargo, la pujanza de la economía y si la vemos desde una perspectiva macroeconómica, daría para que muchos entendieran que su situación económica va bien y por reflejo, para que toda esa suerte de privilegiados o bienaventurados, asuman que una fuerte mayoría nacional se encuentra a su mismo nivel.

Ahora bien, cuando se comprueba, que quienes son de clase media pobre o el resto de los ciudadanos de a pie, gastan diariamente 300 millones de pesos en toda suerte de juegos de azar y sin incluir el alto consumo de bebidas alcohólicas y para un total de no menos 9 mil millones de pesos.

Y que, al mismo tiempo, el ámbito de corrupción que existe dentro de la alta burocracia del estado y a nivel de empleomanía pura y simple, esta y por cada trámite burocrático, exige alguna dadiva y que, registrado en estadísticas recientes, se comprueba que totalizan otros 9 mil millones de pesos.

Necesariamente habría que preguntarse, ¿qué es lo que está ocurriendo que esta economía, tan buena para la alta burguesía, tampoco es que no lo sea para la clase media media hacia abajo? La respuesta es simplemente demoledora: La economía subterránea del narcotráfico y todas las variables de venta de drogas al menudeo y su asociado paralelo de la prostitución a gran escala, más la evasión fiscal.

Entonces y frente a esta realidad que es imposible ocultar más, se tiene, que a contrapelo de las políticas oficiales dirigidas a fortalecer el crecimiento económico con miras de que la mayoría de los ciudadanos se beneficien, parecería que subyace una estadística “no tangible”, que hace posible que la economía oculta sirva de contrapeso a la política económica oficial dirigida a favorecer a la oligarquía como a la alta burguesía industrial y empresarial.

Cuando se manejan todas estas cifras, por obligación se presume, el por qué las cuentas no están todo lo claras y transparentes que deberían de ser y en este sentido, la culpa no debe recaer solo en el gobierno y mucho menos a la responsabilidad del presidente de la República.

Por ejemplo y buscando resultados transparentes, de esos que pasan por los auditores del fisco, ¿cuál es el verdadero nivel de evasión fiscal, que por las razones que fuere el gobierno no controla y por la incapacidad del Estado al no tener efectivos controles públicos?

Si se rastrean los miles de millones de pesos, que solo con los barones mediáticos, expertos economistas les atribuyen como ganancias ocultas y por más de 50 mil millones de pesos por año y debido a los negocios colaterales que sus medios les facilitan y al haberse convertido en traficantes groseros de influencia, podría ser que se vea la punta de la roca oculta que ayudaría a despejar dudas y ni hablar de ciertos productores de radio y televisión con fortunas y bienes cada uno entre 100 a 500 millones de pesos (el peso está a 55 por un dólar estadounidense).

Y esto ocurre, porque lastimosamente, en este país, la clase gobernante y su jerarquización dentro de las clases sociales, genera un tan extraordinario nicho de depredadores sociales al amparo de la alta burguesía, que al final, es el “incentivo” mayor que tienen las nuevas generaciones, los ciudadanos de clase media a baja, para entender que pueden hacer todo lo que consideren podría ser beneficioso y sin importarles la tremenda cuota de injusticias y privilegios que acompaña a la gobernabilidad en este país.

Es por eso, que desde el momento que los más intrépidos o jóvenes, entienden que en este país hay una carrera no divulgada por la que a nadie se sanciona y ni siquiera moralmente y como incentivo para que se hagan de fortuna y sin importar como, no se quiere estudiar y menos trabajar y sí “buscar oportunidades” dentro del proceso generalizado de corrupción a escala.

Véase también este otro indicador: Los más de 20 mil millones de pesos que anualmente todas las iglesias se embolsillan en materia de diezmos, en tanto algunas se apuntan en negocios turbios de préstamos de usura, que les arrojan y según auditores forenses, un promedio de no menos otros 20 mil millones de pesos en beneficios por esos préstamos y de lo que en líneas generales no pagan impuestos.

De la misma manera, solo hay que incursionar en cualquier actividad de la burocracia del Estado -civil o militar- y se podría comprobar que sus ingresos ilícitos y hablando con franqueza, si agregamos la trata de personas y el tráfico de ilegales por la frontera con Haití, fácilmente que pasarían en mucho los 75 mil millones de pesos por año o si buscamos el gran nicho de los suplidores del Estado o los contratos de obras públicas, cuyas cifras en materia de ingresos clandestinos abruman ante la tremenda tajada que significa depender de un presupuesto general del Estado que pasa del billón de pesos.

Cuando todo este panorama de puro pillaje organizado e impuesto a conciencia por los mismos dominicanos se ve con la amplitud mental necesaria, ¿cómo podría el presidente Luis Abinader y por mucho mayor interés y voluntad que tenga para corregir tantos entuertos, haberse ocupado por hablar sobre la corrupción, si en este aspecto, todas las encuestas hablan que a la mayoría de la gente poco le importan sus indicadores y que es la razón, de que criticar la corrupción, las encuestas dicen que ya está en el cuarto nivel de las preocupaciones de los dominicanos?

De ser entendible este terrible panorama nacional por el que hay tantas voluntades comprometidas a conciencia, ¿no sería lógico entender, que mucho hace Abinader tratando de controlar lo ilícito y querer erradicarlo, si la mayoría de sus conciudadanos y más por envidia que por otra cosa y desde determinadas instituciones “morales”, dicen ahora que le faltó hablar del nivel de la “canasta familiar, seguridad ciudadana y salud”, cuando la realidad indica, que esta nación casi está como un estado fallido ante el terrible nivel de corrupción a conciencia que una gran mayoría práctica, alienta y  hasta lo entiende correcto?

¿Cómo se corrige este panorama tan amoral y vicioso? Si estallara una fuerte revolución moral y desde una nueva clase gobernante en la que lo mal hecho esté condenado y la inmoralidad se critique y aplaste. De este modo se entiende, que, Abinader, entonces se verá que su culpa no es solo suya y menos, cuando tanto esfuerzo hace por corregir y sancionar a quienes como practicantes del enriquecimiento ilícito a gran escala, parecería que son más fuertes que el mismo estado de derecho y al que desafían constantemente. (DAG)