lunes, junio 17, 2024
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¿Cómo que “la hora ha llegado para defender nuestra tierra y asegurar nuestro futuro”?

Es comprensible que todo ciudadano trate de velar y con la mejor buena voluntad por la integridad y soberanía del territorio nacional y que en este aspecto, haya una dedicación expresa por la salvaguarda de nuestra nación, sus valores, principios e historia.

Pero y debido a que de buenas a primeras se ha presentado una distorsión respecto al patriotismo bien entendido y de parte de dominicanos que usan la defensa de nuestra nacionalidad como si fuera lo más parecido a un arma de reglamento de destrucción masiva, que necesariamente haya que llamarle la atención a quienes y en principio, creemos que, de buena fe, están azuzando pasiones dormidas e hijas de manipulaciones de historiadores profundamente prejuiciados contra nuestra vecina República de Haití.

No es posible, que ahora y desde lo más profundo de las infames redes sociales, se esté desatando una célula de agitadores sociales y políticos y con el disfraz de patriotas de nuevo cuño y quienes, actuando con la irracionalidad propia del fanático de antaño, asume como una verdad absoluta las situaciones de guerra que se dieron entre las dos naciones que comparten la misma isla y bien entrado el año 1843.

Por aquellos escritos manipulados por “historiadores” prejuiciados de ambas naciones y casi todos burócratas al servicio de sus respectivos estados y quienes debiéndose a los gobiernos de turno y grupos de poder fáctico, en la mayoría de los casos crearon una especie de cuento elevado a historia de cada país, que francamente y cuando se lee entre líneas, una mente lucida descubre de inmediato un afán pernicioso de manipular, mentir y sembrar la semilla de odio en las generaciones de entonces y también en todas las futuras.

En el caso dominicano, nuestra historia está plagada de mentiras, criterios engañosos y lo más penoso, por parte de seudo historiadores que han sido elevados al altar de la República y tal como si fueran sus defensores preclaros, cuando la mayoría eran simples narradores de hechos no comprobados y proferidos por terceros, quienes a su vez se encontraban posicionados entre los grupos de poder que se disputaban el gobierno de la primera República.

Esas interpretaciones, hijas de una emotividad extrema, no solo que creó imágenes literarias sobre hechos que nunca ocurrieron o crearon lideres porque así interesaba a los grupos de poder y tanto de la capital nacional como de la ciudad de Santiago y también de otras ciudades como La Vega y Barahona en donde el concepto elitista de “familias de primera” aprisionaba el sentimiento y pensamiento de quienes caían bajo su hechizo, sino que lo más extraordinario de crear un padre de la patria añadido a los dos que habían originalmente y todavía fabricando un cuarto o la creación de supuestas batallas y su listado de héroes, ha permitido que nuestra historia y en esos parámetros, sea lo más parecido a una novela de aspectos históricos, pero nunca una historia en sí.

Desde luego que es duro realizar este tipo de autocrítica, pero de alguna manera hay que advertirle a los dominicanos de los últimos 62 años a partir de 1962 y en particular, a los que desde el 2000 necesariamente hay que calificar como sectarios y radicales que han hecho su bastión en las infames redes sociales, que la mayoría de sus soflamas, dicterios e insultos contra Haití, no se corresponden a hechos verdaderos y ciertos y sí a interpretaciones torcidas y con el solo interés de dañar, difamar e injuriar y no solo al país transfronterizo y sus habitantes, sino también a aquellos dominicanos, quienes de tontos útiles se han dejado sonsacar por agitadores malintencionados  y perversamente desesperados por inculcar enemistad y recelo a otros entre las dos naciones y pueblos.

Las historias de las naciones, lo primero que muestran, es la terrible como encarnizada lucha que naciones y pueblos hicieron para lograr su independencia política y administrativa de las potencias coloniales de las que surgieron. Guerras civiles terribles fueron muchas, masacres mucho más, extinción de pueblos ni se diga y al final, ¿qué quedó?, que, pasada la borrasca social y emotiva, se dio la natural y efectiva reconciliación entre todos sus actores -naciones y pueblos- antaño esclavizados y dependientes con sus naciones colonizadoras.

Sin embargo, los seudos nacionalistas que ahora claman porque estamos viviendo una supuesta “invasión” haitiana, no reparan, que en los dos países existe un nicho de dominicanos de origen haitiano y de haitianos de origen dominicano y ambos grupos, injustamente vilipendiados por aquellos ciudadanos que se consideran dominicanos y haitianos de “orígenes puros”.

Cuando se efectuó el primer censo nacional de población y familia en el 1920, quedaron registrados 20 mil ciudadanos haitianos viviendo legalmente en este país y todos, teniendo familias creadas en el territorio nacional, esto significa, que, a este año, son 104 años en los que no menos de 8 generaciones de aquellos haitianos, sus descendientes son dominicanos. Los Despradel por ejemplo y para citar un caso y al recordar la existencia de una comentarista ciegamente anti haitiana.

Si algunos se olvidan, en el 1967, los presidentes Francois Duvalier y Joaquín Balaguer, firmaron el acuerdo de entrada legal de braceros haitianos para el corte de la caña de azúcar y con todo que el mismo puntualizaba, que al término de cada zafra retornarían a su país, lo cierto fue que los mismos empresarios dominicanos de la producción de azúcar de caña, fueron los primeros en violarlo y logrando que muchos de esos braceros se quedaran en sus bateyes bajo régimen de semi esclavitud.

Lo anterior quiere decir, que y para poner un año de partida, 1967, que en este país hay descendientes de esos trabajadores de padre o madre haitianos y por lo tanto, dominicanos de pleno derecho, que conservadoramente deben haber arrojado en estos 57 años, no menos de dos generaciones de hijos mixtos o binacionales que están radicados en el territorio nacional y quienes a su vez tienen descendientes.

Documentémonos con el interesante trabajo de investigación de la consultora, Patricia M. Santana Nina del 13 de octubre de 2022 y bajo el sello de la ONG Participación ciudadana: “La Ley No. 169-14 que establece un régimen especial para personas nacidas en el territorio nacional inscritas en el Registro Civil dominicano y sobre naturalización, fue dictada el 23 de mayo de 2014 a los fines de solucionar el grave problema de violación en masa a derechos humanos fundamentales, generado a raíz de la sentencia TC/0168/13 del Tribunal Constitucional.

“En esta se establecieron 2 regímenes, cada uno con una categoría para la identificación de esta población que, habiendo nacido en el territorio dominicano, considera a sus ascendientes como personas en situación migratoria irregular. Estos grupos son:

“Grupo A:

sobre las personas nacidas en República Dominicana entre 1929 y 2007, de padres y madres con un estatus migratorio "no residente", cuyos nacimientos fueron inscritos en los libros del Registro Civil dominicano. Y

“Grupo B:

sobre las personas nacidas en República Dominicana entre 1929 y 2007, de padres y madres con un estatus migratorio "irregular", cuyos nacimientos no figuran inscritos en el Registro Civil dominicano”.

¿Cuál es el universo de haitianos irregularizados o indocumentados de que hablamos? No menos de 300 mil. ¿Cuántos lo que pudieron regularizarse, antes de que el gobierno del PRM saboteara tan eficiente y oportuna iniciativa?, cerca de 175 mil.

Esto quiere decir, que, en estos momentos, no menos de 600 mil inmigrantes haitianos indocumentados son susceptibles de que se les otorgue residencia legal y por la sencilla razón, de que todos, no solo que son trabajadores en el campo y la agroindustria, la minería y el turismo y ni hablar en la construcción y quienes son vilmente explotados por militares, policías e inspectores de migración quienes les niegan sus derechos. Sino que la mayoría pasan de dos años continuos viviendo en el territorio nacional.

Y lo grave, que los dominicanos, en vez de resolver tan irregular situación hija de la corrupción política y empresarial, hemos caído en el abuso de calificarlos de invasores y con el injurioso calificativo de que supuestamente “la hora ha llegado para defender nuestra tierra y asegurar nuestro futuro”.

Mientras tanto, Haití y como economía, tiene más de veinte años comprando productos dominicanos y cada año, por el orden de los 800 a 1,000 millones de dólares estadounidenses, recursos que mueve una parte de nuestro comercio e industria y garantizando empleos fijos para 150 mil dominicanos e indirectos otros 100 mil, más lo otro, de que los trabajadores haitianos envían mensualmente 3 millones de dólares en remesas a sus familias y de los dineros que ganan como salarios y después de pagar impuestos. Lo que significa, que al tenerlos trabajando aquí e indirectamente se contribuye positivamente a la economía haitiana familiar.

Creemos pues, que es hora de revisarnos, dejar atrás las mentiras de los seudos historiadores que han metido odio a generaciones enteras de dominicanos contra Haití. Parar en seco a los difamadores seudo nacionalistas que injurian desde las infames redes sociales en sus lupanares mediáticos, regularizar a los haitianos indocumentados y a partir de ahí expulsar al haitiano indocumentado y cerrar la frontera para el tráfico de personas y por cinco años seguidos y con la excepción de los haitianos y dominicanos rayanos que viven en la franja fronteriza. Y haremos justicia.

Invitamos entonces a que se razone sobre este particular y que lo planteamos con la siguiente interrogante: ¿Cómo que “la hora ha llegado para defender nuestra tierra y asegurar nuestro futuro”? y es que, si no nos frenamos, al final y por estado de necesidad, tendremos una revuelta a las puertas de nuestra casa. Con Dios. (DAG) 14.01.2024 -1,572 palabras-

 

 

 

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