Con el cuaderno de pulpero no se maneja la economía de una nación. Cautela con la reforma fiscal que se proyecta

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Si Joaquín Balaguer volviera a nacer y siguiera como presidente de la República, su método de control financiero y económico de todos los días y de noche revisar lo que entra y sale en materia de ingresos y gastos y apuntado en un simple cuaderno, que para los años sesenta y setenta del siglo pasado, era un mecanismo de control cierto, ahora no podría implementarlo y simplemente, porque la economía no es de país subdesarrollado y sí de economía emergente.

En otras palabras, la economía de ventorrillo pasó a ser de supermercado y en ciertos aspectos, de corporación multinacional y para controlarla y dominarla, se requieren de otros parámetros más a tono con los tiempos que se viven y en los que simples auditores deben dejar paso a economistas de oficio y no políticos e igual a econometristas.

Con lo anterior queremos significar, que, si el presidente Luis Abinader se decidió por el método balagueriano, de suyo, su manejo del discurrir diario de la economía no sería todo lo eficaz que podría esperar y por el simple hecho, de que los volúmenes de productos, servicios y dineros que el Estado maneja, tampoco pueden ser auditados como si se tuviese un ábaco, pues de hacerlo y en líneas generales, algo o mucho, podría escapársele de sus manos y mucho más ahora, encabezando el gobierno con mayores ingresos diarios, mensuales y anuales que alguna vez hubiese tenido esta nación y el que por lo tanto, racionalmente no debería funcionar con déficit alguno.

Afortunadamente, pues la verdad hay que decirla, Abinader cuenta con funcionarios altamente eficientes en el ministerio de Hacienda, la Contraloría General y la misma Tesorería Nacional, así como en la administración del Banco de Reservas, cuyos incumbentes y cada uno en su especialidad, pueden auxiliarle de una forma más expedita como segura.

Y lo que decimos, porque de pronto, parecería que algo se le escapa de sus cuentas al primer mandatario, que de improviso aparecen ciertas lagunas operativas  en el control presupuestal y lo que genera determinadas y lamentables situaciones de obras inconclusas, planes diferidos, necesidades no satisfechas  con marcada celeridad, así como de ciertos olvidos sobre promesas no cumplidas, que si se dejan discurrir, podría darse la eventualidad, de que al agolparse en su escritorio y quizás sin darse cuenta, a Abinader se le confundan en su escritorio y hasta que un día le signifiquen un hondo problema de choque social nada favorable para la gobernabilidad.

Al advertir la situación, creemos que sería bueno que el presidente procure cierta celeridad organizativa que hiciera posible que el día a día gubernamental fuera tan certero y eficaz que el discurrir diario pudiera ser lo más parecido a aquella figura comparativa de Balaguer, de que dejaba la economía, igual que un avión en plena marcha y en piloto automático.

También entendemos el dilema de Abinader, que su partido y al ser un clon del PRD de cuando la Guerra Fría, es lo más parecido a un sumidero y en el que las peores ambiciones de parciales y ahora como funcionarios, chocan entre sí y sin programación ni método alguno y por lo que invariablemente, el PRM se convierte en el punto de retroceso inviable que funciona como peso muerto para un gobierno que se entendió sería desarrollista y por eso de hospitales no terminados, de escuelas por igual o proyectos vitales que teniendo un 60 % de estructuras acabadas, han sido detenidos dizque para fines de revisión y con lo que, el Estado, en vez de continuar avanzando, se le detiene y no se le deja seguir ni crecer.

He ahí los casos de la presa de Monte Grande, el hospital de Cardiología o la cantaleta aquella de que las autoridades anteriores “dejaron obras inconclusas” y lo que es risible, porque el simple hecho de que una administración cambie a otra nueva, nunca debe significar que la programación para la conclusión de determinadas obras e iniciativas pudiera ser detenida y si acaso, aceptarse determinados ajustes y mucho menos detener lo programado para satisfacer las apetencias populistas y en lo que el PRD era experto, de paralizar la administración pública para despedir empleados públicos y suplirlos con los compañeros de partido, quienes en más de un 50% no tienen capacidad operativa de administración y solo ven al Estado como presa de corsarios y estos desesperados por hacerla suya.

Es de este modo, que muchos sectores de la vida nacional están viendo como que la nave del Estado empieza a dar bandazos o que el mismo primer mandatario, no se muestra todo lo eficaz, eficiente y diligente de como de él se esperaba a agosto de 2020.

Naturalmente, que en un gobierno se cometan errores, no quiere decir que ello sea catastrófico y mucho menos, si quien lo dirige o es su responsable principal, corrige a tiempo cuanto entuerto se le presente y por su propia diligencia, reencauza para bien la nave del Estado.

Por supuesto, de todo presidente de la República se espera lo mejor dentro de su tiempo de accionar e iniciativas a realizar, pero si de pronto un amplio sector de las fuerzas vivas nacionales y de la sociedad civil, coinciden en una serie de críticas y lo más peligroso, fundamentadas o no en contra de determinadas políticas oficiales y mucho más si las criticas van dirigidas a temas estructurales y como lo es una reforma fiscal, pues necesariamente que el presidente debe hacer un alto, reflexionar y entender que algo él no ha visto, que los demás sí y por eso las críticas en contra, que amerita que el propio Abinader reflexione sobre el particular y actúe con pies de plomo.

Lo anterior no quiere significar, que no haya que hacer la reforma fiscal que se proyecta, sino más bien, que la misma no sea tan atropellante, que toda la estructura económica se fuera a la porra y que así como a Abinader se le reclama cautela y prudencia en sus magníficos planes de dinamizar la economía y la administración pública, por igual haya que advertir, que muchas veces, no todo lo que el empresariado o el mundo financiero quieren y por sus propios intereses,  sea lo más saludable para los intereses permanentes de la nación.

De ahí que, y ahora que Abinader dice que consultará con el liderato político, muchos entendamos que también lo haga en paralelo con quienes dirigen la capacidad productiva de la nación y si es que en definitiva quiere tener un resultado que no vaya a perjudicar a la población o que su ciudadanía entienda que es un alto peligro para su existencia.

¿Debe esto significar, que el fundamento de la reforma fiscal que se proyecta, de que quienes más tienen en activos y dineros e ingresos paguen más de acuerdo con el nivel de sus intereses y esto no se haga?, no. Lo que se entiende prudente, es que al mismo tiempo que los ricos deben pagar más impuestos, el gobierno busque aquellos baches por los que los dineros públicos se escurren y se den despilfarros o lo inquietantemente peor, que la corrupción aflore por todo el cuerpo gubernamental.

La prudencia en situaciones como la presente: De un país acorralado por una pandemia terrible que le ha obligado a endeudarse para cubrir más de 35 mil millones de dólares estadounidenses en gastos de salud no programados y amenazado por los efectos de una nueva crisis económica global, no es asunto baladí que no haya que prestarle la mayor atención o mucho menos, que los ricos, la alta burguesía, entiendan que ellos deben continuar con su escandaloso alto nivel de vida, mientras de diez millones de habitantes, cuatro millones están bajo la línea de pobreza o muy cerca de ella y el resto, clase media hacia abajo, viéndosela y deseándosela tratando de llegar a fin de mes.

Porque estamos de acuerdo, que la situación actual de iniquidad e inequidad absolutas no puede ni debe continuar y por eso de que haya que apoyar la pretensión de Abinader, buena en la forma, pero no así en el fondo, de cómo se sospecha que se pretende la nueva reforma fiscal y por eso hacemos esta alerta y de ahí que advirtamos, que con el cuaderno de pulpero no se maneja la economía de una nación. Con Dios. (DAG)