Un poquito de tranquilidad en el PSOE, porque Sánchez conseguirá comprar la investidura. No hay nada como tener una buena chequera. Puigdemont se ha vendido barato, como era previsible, y ahora estamos en el relato para que parezca que no ha traicionado al independentismo hiperventilado.
La prioridad era incluir delitos de corrupción y otros en la amnistía que no responden, por cierto, a lo que quería ERC referido al 1-O. Por otra parte, está celoso porque Junqueras le ganó la partida y le vació los bolsillos al PSOE que está dispuesto a todo con tal de seguir en el poder.
Hay mucha gente colocada en la Administración General del Estado que se iría directamente al paro. Por tanto, el ataque de nervios es innecesario. La foto mostrando el éxito del presidente de ERC y el texto pormenorizado de las cesiones socialistas eran innecesarios.
A pesar de todo lo que prometa o diga Sánchez, la amnistía tiene un horizonte muy complicado. Los independentistas se han buscado algunos juristas políticos, algunos de medio pelo, para firmar un manifiesto defendiendo la constitucionalidad de la amnistía. No hay que sorprenderse por el fervor de los seguidores del uso alternativo del Derecho.
Los independentistas y Sánchez, junto con sus aliados, coinciden en que no creen en la separación de poderes. Por ello, se han sumado a la chorrada del lawfare como si existiera una conspiración contra el independentismo.
Por lo visto, no vulneraron el ordenamiento constitucional y estatutario. No vimos los graves incidentes en las calles. La violencia es el resultado de nuestra imaginación. Es cierto que, gracias a Sánchez, la Constitución sale debilitada, aunque España no se rompe.
Es demasiado grande e importante como para que los disparates sanchistas acaben con ella. No hay más que esperar la humillante foto del relator. Me gustará ver si Conde-Pumpido decide pasar a la Historia, como le sucedió a García-Pelayo, por validar una medida que solo persigue el bien personal de Sánchez. ¿Qué hará cuando deje la presidencia del Constitucional? Una cosa es mancharse la toga y otra incinerarla con el rito del sati a mayor gloria del líder socialista. Por: Francisco Marhuenda [La Razón]