COVID-19. Es la mayor amenaza nacional contra la economía y las vidas de todos quienes vivimos en República Dominicana y hasta ahora, como ensayo de guerra bacteriológica gradual

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En líneas generales, que, de casi 11 millones de habitantes, aparte de los cuatro millones de turistas e indocumentados, menos de 400 mil personas y desde que se inició la pandemia en marzo de 2020 hayan perecido, indica que las políticas oficiales de contención, tanto de este como del pasado gobierno han sido también relativamente exitosas.

Al primero y por lo inusitado de la pandemia, solo le dio tiempo a asentar las bases para enfrentarla, en tanto al siguiente, el de Abinader, es evidente que le ha tocado la parte más pesada y de la que 14 meses luego hay que decir, que el desempeño presidencial como el de la misma vicepresidenta, ha sido extraordinario, positivo y de visión a largo plazo.

Para empezar, el solo hecho de que desde que llegó en agosto 2020, Abinader se implicó directamente a la compra de vacunas, precedido de la tesonera lucha que libró contra cuatro laboratorios estadounidenses, negados en redondo a satisfacer los requerimientos de esta nación, así como de otras. Fue una situación tan notable, que, dejando la política a un lado, hay que reconocerle su valiente iniciativa y toda vez que a este día y desde luego, porque la única nación que le respondió a favor fue China Popular, no solo que se han adquirido casi 20 millones de dólares estadounidenses en vacunas que han facilitado que más de 6 millones de dominicanos se hubiesen vacunado por primera vez, otro millón dos veces y casi 900 mil por tercera vez y los indicadores positivos subiendo y lo otro, de que como política humanitaria internacional donando casi un millón 200 mil vacunas a países vecinos.

Es decir si el gobierno 2020-2024 no se hubiese implicado de cómo sus principales autoridades nacionales hicieron y al mismo tiempo que la logística establecida respondió extraordinariamente desde el Gabinete de Salud que dirige la vicepresidenta Raquel Peña y por supuesto, contando con un caluroso apoyo de una fuerte mayoría nacional, hoy los dominicanos no estaríamos seguros, de que, sino que hemos rebasado lo peor, sí que nos encontramos en mejores condiciones para el caso de que la pandemia se pudiera salir de control y debido a una nueva ola de infección que nos pudiera llegar.

¿Y por qué de esta advertencia?, por la simple razón, de la existencia de cerca 4 millones de personas, que tercamente se niegan a vacunarse y quienes bajo el pretexto de que Constitución y leyes les respaldan en cuanto a que legalmente no puede obligárseles a vacunarse, irracionalmente les importa poco convertirse en agentes transmisores del virus y con lo cual, todos los esfuerzos hechos y dineros de los contribuyentes empleados, no habrían servido de nada.

Por eso y al observar tan penosa situación de absoluta irracionalidad, muchos entendemos, que de continuar la situación e incrementándose la pandemia, que el Estado deberá reaccionar y vía los poderes Ejecutivo y Legislativo, con miras de una reforma constitucional que obligue a todo el mundo a vacunarse cuando se trate de una pandemia nacional y que es el caso, que pudiera afectar a toda la nación. Mientras, ha sido ingeniosa la medida cautelar tomada desde el ministerio de Salud Püblica, al disponerse, que todas las actividades públicas y privadas deberán de exigir la tarjeta que certifica las vacunas colocadas a cada persona para que la ciudadanía tenga acceso a sus instalaciones a excepción de iglesias y hospitales.

En este sentido, la medida ha sido tan exitosa, que desde que fuera implementada el pasado lunes, prácticamente ya pasan de medio millón las nuevas personas que se han vacunado por primera vez y augurándose que a ese ritmo y dentro de tres meses, fácilmente que se habrá logrado que todos los que faltaban por vacunarse lo hagan, con lo que se podría llegar al nivel tan ansiado, de que al menos el 70 % de la población se encuentre totalmente vacunada.

De esto obtenerse y ciertamente que ya no hay razones para que esa meta no se logre, nuestro aparato productivo y el que estupendamente a reaccionado a la emergencia sanitaria nacional y como las circunstancias no auguraban, pues todos los indicadores económicos han crecido al doble que los anteriores antes de la pandemia, da esperanzas ciertas, de que las tres millones de personas que trabajan en los sectores público y privado habrán logrado conjurar la crisis económica y social que se entendía, a esta fecha tendría a la nación de rodillas.

Esto no quiere decir que haya que, y como dice el pueblo, “bajar la guardia”, sino que, por lo contrario, la experiencia nos debe servir de impulso para desarrollar un esquema preventivo de salud mucho mejor que el que ahora y con sus más y sus menos, en la práctica nos ha salvado. Y lo que debe servir de advertencia para iniciar los ensayos y prácticas para enfrentar eventos catastróficos de la naturaleza, tal como el de hoy se realiza y para que toda la población esté lista para casos de terremotos y maremotos o cualquier otro fenómeno natural y como sería, que los siete volcanes dormidos que tiene la isla, en algún momento pudieran estallar y como ya se está dando el caso en las islas Canarias, cuyos habitantes no tenían idea de cómo enfrentar el fenómeno.

A esta manera y suerte, si todos aprendemos la lección que nos ha dado la ocurrencia del Covid-19, un virus creado en laboratorios militares estadounidenses especializados en la guerra bacteriológica y no tanto chinos como se ha hecho creer, ciertamente que con el correr de los años. República Dominicana estaría en mejores condiciones para enfrentar cualquier tipo de fenómeno natural o creado científicamente y que en algún momento pudiera afectarnos.

 Y es en este plano, que se impone que el presidente Abinader contemple algún tipo de iniciativa dirigida a que laboratorios dominicanos y mucho mejor, si nucleares y tanto militares como civiles y de universidades, conformen algún tipo de unidad para enfrentar cualquier tipo de pandemia inducida desde una concepción de guerra bacteriológica y con lo que de hacerse, Abinader estaría dejando un extraordinario legado a la República y que todo el mundo, tanto la generación actual como la futura agradecería enormemente.

Tenemos pues, que el COVID-19. Ha sido la mayor amenaza nacional contra la economía y las vidas de todos quienes vivimos en República Dominicana y hasta ahora como ensayo de guerra bacteriológica gradual (DAG)