A raíz del magnicidio que terminó con la vida del expresidente, Generalísimo y dictador, Rafael Leónidas Trujillo Molina, el gobernante que recibió una aldea en el 1930 y quien para el 1961 la entregó convertida en nación. No son ni una ni dos las groseras mentiras que la propaganda antitrujillista ha propalado y con miras de justificar a sus conspiradores y asesinos y ocultar a los instigadores de aquella conjura política de los gobiernos de Dwight David «Ike» Eisenhower y Jhon F. Kennedy, via la estación local de la CIA.
Por ejemplo, la familia de uno de los conjurados, la De La Maza y por boca de su cabeza, Antonio y de acuerdo con relato del intelectual Etzel Báez, publicado esta mañana en el matutino centenario capitaleño y que reproducimos en esta edición dominical continua, le atribuye al conjurado haberle gritado a Trujillo al momento del tiroteo que produjo la muerte del gobernante, que lo mataba porque él había ordenado la muerte de su hermano Tavito.
Sin embargo, esa no es toda la verdad, porque el mencionado Octavio, fue el militar que secuestró en Nueva York al escritor y político español Jesús de Galíndez y le trajo al territorio nacional para que aquí fuera asesinado. Por lo tanto, habría que hablar de culpas compartidas y si se quiere ser lo más objetivo posible y aun así, Trujillo es el malo y De La Maza, no. Se hace imperativo y definitivamente, que hay que reescribir la historia, pero desde el ángulo critico contra quienes han propalado groseras mentiras y ocultado obscenas verdades. (DAG)
