Desde lo grotesco al esperpento

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Si viviera, Ramón María del Valle-Inclán acudiría hoy al café Gijón, pediría un cortado, atusaría su larga barba y prorrumpiría en una carcajada inacabable. La política actual le ha servido, a mesa y mantel, el gran esperpento nacional. Desde la ancianidad, desde la senilidad diría Don Ramón, un enternecedor ególatra, comunista de toda la vida, defiende la nueva moción de censura representando al partido de la derecha radical, al que Jorge Bustos ha calificado como la última cabalgada franquista. La extravagancia ajena permitirá a Pedro Sánchez hacer ante las cámaras de televisión, y durante varias horas, la apología de su gestión, así como denigrar con saña a Núñez Feijóo.

Resulta todo tan grotesco que no quiero distraer un minuto más al lector serio, preocupado por los problemas que, en pleno año electoral, zarandean a nuestra nación. El bipartidismo, que proporcionó a España, cuarenta años de esplendor y estabilidad, ha quebrado. Nadie ha sabido explicar por qué Albert Rivera que, tras las elecciones de abril de 2019, sumaba con el PSOE de Sánchez 180 escaños, se negó a negociar con el líder socialista. Semejante disparate desembocó en noviembre de ese año en un Gobierno del sanchismo con podemitas y comunistas y, para asegurar la investidura parlamentaria, con el apoyo de los bilduetarras y de los secesionistas catalanes, pronta la genuflexión de Sánchez y las concesiones derramadas.

El papel del partido bisagra no puede estar más claro en toda Europa. Si la socialdemocracia, el centro izquierda, gana las elecciones sin mayoría suficiente, el partido bisagra le suma los diputados necesarios para que los socialistas no oscilen hacia la extrema izquierda. Si los liberal-conservadores, el centro derecha, triunfan sin la necesaria mayoría parlamentaria, el partido bisagra acudirá en su auxilio, impidiendo que los populares se coaliguen con la derecha radicalizada.

En abril del año 2019 se quebró el bipartidismo y, unos meses después, para formar Gobierno, Sánchez se adentró en la selva de las concesiones y las indecencias. Si nadie lo remedia, tanto el centro izquierda como el centro derecha se verán obligados a oscilar hacia el extremismo para alcanzar la mayoría parlamentaria. «Los errores en política –afirmó Antonio Maura– se pagan con la tranquilidad de los ciudadanos». La realidad no ha hecho otra cosa que confirmar la sabiduría del histórico líder conservador. Por: Luis María Anson [La Razón]