El agua

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No estamos hablando ni actuando lo suficiente con relación al agua. Más allá de la sequía y el racionamiento del líquido que se experimenta en las principales zonas urbanas del país, lo cierto es que hay que tomarse más en serio lo que ocurre, de cara al presente y al futuro. El agua es la estructura de la vida y su manejo debería estar en la agenda urgente del país. Si bien hay un Gabinete del Agua, lo cierto es que se hace sentir poco y su priorización debe tener más visibilización con carácter de emergencia.

Podemos, para comenzar, desarrollar un plan agresivo de renovación tecnológica. Hace unas semanas estuve en Barcelona, en la feria de tecnología más importante del mundo, y allí vi las herramientas tecnológicas que existen para el manejo eficiente del ciclo del agua, desde su origen, pasando por su distribución y hasta su reciclaje.

Esa renovación tecnológica debe darse, claro está, después de entender que manejar bien los recursos hidráulicos no se trata solamente de construir presas o plantas de tratamiento y  poner redes de tuberías, pues eso atiende solamente lo relativo al almacenamiento y a la distribución. Un verdadero plan de agua diversifica las formas como el recurso está disponible, invierte lo necesario en el mantenimiento de las cuencas hidrológicas, estudia los ciclos climáticos para adelantarse a los acontecimientos, encuentra soluciones para el reciclaje del líquido y aprovecha la sequía para limpiar las presas de sedimentos.

Hay que ponerle urgencia, en serio, y podemos aprender con rapidez de otros países. No hay que ser un genio para darse cuenta de la necesidad de agua que experimentan otras regiones del mundo, lo que las ha llevado a desarrollar tecnologías que permiten hacer muy eficiente ese proceso y han invertido en planes de país para tener líquido suficiente que garantice la vida de su gente, de sus cosechas y de su producción económica.

China e Israel, por ejemplo, andan en la vanguardia de esos desarrollos. Echemos un vistazo a lo que hacen, porque se nos puede hacer tarde y quedarse sin agua es la peor de las catástrofes sociales que podríamos vivir. Por: Benjamín Morales Meléndez [Diario Libre]