A medida que el mundo se complejiza, los problemas se expresan de manera más simple. Sin tiempo para profundizar en torno a los porqués, el sistema gusta de individuos que mientras menos razonen y analicen, mejor; con toda la información del mundo disponible a un clic de esfuerzo por obtenerla, asistimos al ocaso de la civilización occidental y de los valores que la sostienen, mientras aplaudimos cada acto de la tragedia.
Todas las culturas usaron mitos para expresar y entender la realidad. Los griegos son los nuestros, pero mesopotámicos, indios, chinos, nativos americanos, etc., tenían los suyos.
Internet y Netflix (et al) han permitido aproximarnos a los mitos a bajo costo y poco esfuerzo. A la luz de las producciones cinematográficas, los mitos vikingos contenidos en las sagas se antojan interesantes y provocadores, aunque a veces proyectan una imagen distorsionada de la historia.
Las imágenes, efectos especiales, buenos guiones y diálogos nos abren una ventana a un mundo pasado en el que la espectacularidad anula la criticidad, y nos hace identificarnos con personajes o situaciones ajenos a nuestra herencia cultural y a nuestros valores.
Ahora ya nadie tiene que leer las Eddas o algún libro especializado para entender un poco sobre aquella cultura salvaje, sangrienta y hermosa; y, con perdón de Borges -que aún sigue esperando el Ragnarök acompañado de Pedro Henríquez Ureña y sus siete guerreros northumbrios-, podemos prescindir de leer las runas sagradas y las fuentes antiguas, pues tan sólo nos basta con encender el televisor y dejarnos llevar por la trama…como con todas las series que procuran entretenernos de manera divertida y despreocupada, para mantenernos anestesiados el mayor tiempo posible; aunque, admitámoslo, si se hace con la compañía apropiada en un día lluvioso, resulta de lo más satisfactorio…
Si a eso agregamos la mano de Marvel también, tenemos un cóctel que disloca todo un relato milenario y lo ensuelve en lo lineal, anulando el poder explicador del mito.
En tanto premio, recompensa y promesa, el Valhala es, pues, un aspiracional válido para cualquier sociedad en cualquier tiempo, ¿o acaso esas recompensas no constituyen razones válidas para querer ir a un lugar así y vivir ahí por toda la eternidad?
En el caso de las valquirias, Wagner las entrevió en sus febriles sueños… y aunque él las imaginó nórdicas, esbeltas, sensuales, de ojos azules, piel clara y cabello rubio, yo en el Caribe las he visto tal cual las describen las sagas en mi Valhala idealizado; tan sólo les agregaría unos pantalones blancos y un pintalabios rojo… y que arda el mundo. Por: Federico A. Jovine Rijo. [Listín Diario]