lunes, junio 17, 2024
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En Haití, las pandillas militarizadas y fuertemente armadas se han reconvertido en pandillas con aires de negociadores políticos, prestos a negociar sus demandas y por un gobierno en el que coparticipen y que de entrada, debe tenerse muy en cuenta.

Nos ha llamado notablemente la atención, el cambio de imagen que desde ayer han empezado a dar los dirigentes pandilleros de Puerto Príncipe, quienes de anarquistas y terroristas fuertemente sangrientos, parecería que le han dado un giro político a su accionar criminal y lo que por lo visto así dió la impresión, en la rueda de prensa ofrecida a cielo abierto por el más destacado de los pandilleros, el expolicía, Jimmy Chérizier, alias Barbecue, líder de la pandilla G9 Familia y Aliados y quien hasta hace poco estuvo duramente enfrentado a otra pandilla, G-Pep y de la que ahora dice que se han fusionado.

La naturaleza de tan atípico comportamiento, hay que entenderla como la búsqueda de una entente con el Consejo de Seguridad y la secretaría general de la ONU y fundamentado en su realidad, de que y como registra un reporte mediático,  “Chérizier es el único haitiano que enfrenta sanciones de la ONU, luego de que el Consejo de Seguridad del organismo dijo que había “participado en actos que amenazan la paz, la seguridad y la estabilidad de Haití, y ha planeado, dirigido o cometido actos que constituyen graves violaciones a los derechos humanos”.

Es decir, ahora quiere comportarse, no, como el sanguinario pandillero que se le entiende responsable de más de mil asesinatos, sino como el individuo, quien en base a que controla el ochenta por ciento de la superficie de Puerto Príncipe ha sustituido al Estado imponiendo sus propias reglas y código de conducta, pero ocultando todavía, el duro financiamiento “por presión y terror” que supuestamente la burguesía de su país le ha facilitado con largueza y vía armas y dinero.

Desde el magnicidio del presidente Jovenel Moïse, perpetrado por agentes y sicarios de la burguesía de origen árabe y turco y también con sicarios colombianos y que aconteció en julio de 2021, este expolicía y en cierto modo, se ha convertido y su gente, en el contrapeso del poder impuesto por la burguesía y como gobierno provisional que encabeza el médico, Ariel Henry y quien, en los hechos, tiene menos poder que Chérizier, pero quien es ante la comunidad internacional, el portavoz seudo legal del gobierno haitiano para fines institucionales.

Ahora el dirigente pandillero y dando un giro amplio, quiere presentarse como otro interlocutor aceptable para una comunidad internacional que no confía en lo más mínimo, pero la que al parecer, está dispuesta a ocupar militarmente a la nación transfronteriza y de ahí, que, en su atípica rueda de prensa, Chérizier, mostró un rostro amable, aunque continúo siendo enérgico y con un discurso nacionalista de extremismos apenas contenidos.

La estrategia utilizada, todavía es muy temprano de saber si será positiva, pero sí está claro, que el líder pandillero estaría dispuesto a enfrentar la nueva ocupación extranjera y si entiende que la misma perjudicaría a peor a su país, por lo pronto, la táctica de imagen de entre campechano y sabichoso, vestido informalmente y tanto él como sus espalderos, utilizando solo revólveres y pistolas al cinto y no armas de guerra como hasta ahora había sido la norma, ofrece la aparente impresión de un cambio táctico que busca que se le acepte como un interlocutor político válido.

Presencia nueva de imagen menos díscola, que evidentemente, busca presentarse frente al primer ministro en funciones Henry, hombre de saco y corbata y de finas maneras, lo suficientemente conciliador y de comportamiento aceptable y al mismo nivel y de lo que hizo gala el pandillero.

Políticamente, el mensaje dado en la rueda de prensa, habla de negociación y transacción y siempre y cuando la intervención extranjera “no afecte a la población haitiana”, es decir, a él y a los suyos y que en momentos, que tanto en la secretaría general de la ONU como en Washington y Ottawa y en menor medida en Santo Domingo, se empiezan a discutir los parámetros de la solución militar “humanitaria”, de la que  ahora tienen a la República de Níger como la nación que dará la cara ante la nueva intervención y tomando en cuenta el factor negritud, común con el pueblo haitiano, como mecanismo que evite un  rechazo inicial.

Justo por ello, es lo positivo de lo expresado por Chérizier y en el sentido, de que, en principio no objetó la probable intervención militar extranjera, siempre y cuando sus integrantes no cometen abusos y como sucedió con la anterior intervención, que arrojó la epidemia del cólera originado en soldados extranjeros bajo control de la ONU y que provocara diez mil pérdidas de vidas de haitianos.

La nueva imagen del líder pandilleril, por lo menos debe obligar a la cancillería dominicana, a mostrarse, cauta pero también distendida y en la medida que el Consejo de Seguridad acepte al pandillero como un posible interlocutor hábil y de contrapeso y lo que significaría, que los diplomáticos dominicanos dejen a un lado sus prejuicios y su tan evidente racismo y hasta de creerse y comportarse como superiores a todo lo haitiano y que es el factor principal, ese que impide que Haití no vea con buenos ojos cualquier tipo de negociación que tenga como protagonistas a dominicanos.

En POR EL OJO DE LA CERRADURA, creemos que el ramo de olivo ofrecido por Chérizier y el que tan significativamente no ha sido rechazado por Henry y si el nuevo clima negociador no cambia y al contrario, se profundiza en acuerdos factibles y provechosos para llevar la paz al país vecino, también el gobierno dominicano debe saber aprovecharlo y mucho más, cuando en cierta forma, el presidente Luis Abinader ha sido el ideólogo y motor de la nueva situación, que de materializarse, facilitaría que la intervención militar no sea todo lo traumática que podría esperarse con un Haití absolutamente díscolo contra el intervencionismo exterior.

Y que nos permite decir, que, en Haití, las pandillas militarizadas y fuertemente armadas se han reconvertido en pandillas con aires de negociadores políticos, prestos a negociar sus demandas y por un gobierno en el que coparticipen y que, de entrada, debe tenerse muy en cuenta. (DAG) 17.08.2023

 

 

 

 

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