lunes, junio 17, 2024
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¿Entrampados y sin salida? Política, prensa, partidocracia y gobiernos en entredicho

Es una realidad, que la vida y los actores políticos y sin excepciones, todos tratan de engañarse los unos a los otros y que, en función de ello, hay momentos que los mismos políticos ni recuerdan el por qué un colega opositor le ha dicho algo o que el mismo político ha emitido un concepto que el otro lo entiende extremadamente injurioso y por lo tanto de enemistad absoluta.

Por esa causa, no son ni uno ni dos los desencuentros que se suscitan y ni hablar de ciertos debates nada frutíferos que terminan en peleas de índole personal, de esas que luego, cuando es necesario que cada uno trate de recomponerse, les sea tan difícil darle la mano, al contrario.

Precisamente por ese tipo de comportamiento tan irracional, es que la mayoría de las decisiones que nuestros políticos asumen, siempre adquieren la condición de lo veleidoso y el por qué tantos se contradicen y tantas veces se retractan de lo que profieren.

La muestra más significativa, se tiene en las cámaras legislativas, así como en el interior de los gobiernos municipales, donde el cuerpo de regidores y los plenos de ambas cámaras y en la mayoría de los casos, llegan a unos extremos y apasionados de ataques entre unos y otros, que luego, cuando es necesario que el consejo edilicio o las cámaras en sí, presenten una posición común, sea tan difícil que entre ellos se pueda llegar a algún tipo de consenso.

O entiéndase lo otro y en lo que no hay medio de comunicación o periodista o reportero que no sea víctima de ese tipo de ataque vil y única y exclusivamente porque los políticos no entienden o no quieren asumirlo, que dependiendo de sus palabras, sus contradicciones y las posiciones que asumen, es que el mundo mediático se desenvuelve a la hora de emitir juicios de valor y a partir de ahí, los políticos asumen posiciones extremas casi de corte personal contra el medio, periodista o reportero que hubiese informado o dicho algo que al político de referencia no le haya agradado y desde ese momento se le encasilla como “enemigo”, al medio, periodista o reportero que sea objeto de su malquerencia.

De ahí, que cuando el sector mediático toma en cuenta ese tipo de arranque emocional se termina por entender, que la mayoría de nuestros políticos, o no tienen formación o sencillamente son una de contradicciones, por las que siempre terminan imputándole a terceros sus propios errores y en lo que se profundiza más, cuando todos ellos llegan a posiciones de poder dentro de los tres poderes interdependientes del Estado.

En este sentido, sin duda que más del 60 por ciento de los mal entendidos que se presentan entre políticos y sector mediático, tiene que ver con el tipo de comportamiento sinuoso y emocionalmente inestable de quienes como políticos son individuos en la generalidad de los casos, a los que la más profunda intolerancia les marca.

Sobre este particular, hay que traer a colación lo recientemente dicho por el expresidente Hipólito Mejía, de que ya en su despacho al asumir el cargo en agosto de 2000, la primera cancelación que sus ayudantes les presentaron, fue la de una funcionaria de mediano nivel que fuera la primera esposa del también expresidente Leonel Fernández y la que no canceló y como quería su aparato burocrático, porque el lazo familiar que Mejía sabía que existe entre aquella funcionaria y el mismo, moralmente se lo impedía, aparte de que también el cálculo político estaba de por medio. ¿Qué significa esa declaración?, que, si la funcionaria de la que se le pedía la cancelación hubiese sido alguien que aquel presidente no conocía, él la habría cancelado en un dos por tres.

¿De qué hablamos?, de la falta de institucionalidad que carece la vida pública, así como de la ausencia de principios éticos de nuestros políticos y en ese tipo de casos como funcionarios actuantes, lo que por derivación genera lleva y trae al cancelado y sus allegados y buscando padrinos para lograr que se le reponga en el cargo y a partir de ahí, indudablemente que la espiral de corrupción administrativa cobra presencia y termina por imponerse.

Al momento que este tipo de inconducta se conoce, aparece el por qué tantos ciudadanos no quieren ser ni políticos y tampoco funcionarios, al tiempo que es evidente, que el quehacer dentro de la administración pública y sin importar gobiernos, es un tremendo nicho de inconductas generalizadas y por lo cual, la amoralidad más increíble se apodera de las vidas y comportamientos de quienes nos dirigen.

Claro está, no hay político que admita semejante comportamiento y hay del medio, periodista o reportero que ose hacerlo público, con lo que de esa forma y por las represalias a las que son tan dados, se da entonces la terrible desvergüenza, de tanto medio, periodista y reportero maleado por la corrupción política y presentada esta como terrible tráfico de influencias y al extremo, de que de pronto, al gobierno que le toque, este no se resiste y presenta una especie de mercado de compra y ventas de honras entre periodistas, con lo que, por un lado, emerge el aparato de propaganda oficial y por el otro, la masa de periodistas, directores, productores de radio y televisión, editores y comentaristas, quienes en base a ingresos desproporcionados para el papel de información y opinión que deben librar en aras de un ejercicio funcional de las libertades de información, prensa y disidencia, terminan empantanados y como parte de ese periodismo vendido o alquilado al mejor postor y ni hablar en las redes sociales donde la promiscuidad de opiniones se pierde en el horizonte.

Es de ese modo, que unos (político) y otros (medios y periodistas) terminan empantanados ejerciendo un accionar comunicacional de a tanto por palabra y que viene siendo la levadura en la que los políticos entienden, que al mismo tiempo pueden justificar sus excesos, inconductas y corruptela generalizada.

Al quedar entonces, entrampados y sin salida, la institucionalidad se quiebra, la moral general se adormece, los escrúpulos se pierden y cuando menos se piensa, la institucionalidad se torna frágil y en la medida que la política  deja de ser tal y encubriéndose como partidocracia que cuenta de respaldo con esa prensa licenciosa, los gobiernos se adentran en la corrupción más significativa y lo peor, que la población y por cansancio, termina aceptando la corrupción generalizada y justificando todo cuanto sus políticos y prensa comprometida les señalen o hagan creer y así vamos. Y lo que obliga a que preguntemos y también demos respuesta, en cuanto a que ¿entrampados y sin salida? Política, prensa, partidocracia y gobiernos en entredicho. Con Dios. (DAG)

 

 

 

 

 

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