No obstante que la presencia de sus miembros es fácilmente reconocida en todos los círculos sociales, económicos, políticos, religiosos y gubernamentales, toda vez que representan el 20 por ciento dentro de una población de diez millones de habitantes, hablamos de dos millones de ciudadanos, lo evidente, es también, que el estigma social que la acompaña y por lo cual, sus miembros y en la generalidad de los casos, deben hacer lo “políticamente correcto” de no dejarse ver con demasiada exposición, salvo en medios de comunicación, el arte o la música, representa ese sentimiento tan hipócrita como perverso de discriminación abierta y desenfadada.
Es de esa manera, que los dominicanos y encima de tener una especie de casta política que lo domina y controla todos a través de su mecanismo de conducción y representación partidocrático, arrastran la barbaridad, de que a los ciudadanos homo o bisexuales les mantienen en esa especie de apartheid ignominioso e impropio de una sociedad abierta como civilizada.
En este sentido, la discriminación que se practica llega a unos niveles tan relevantes, que, por ejemplo, nadie critica como se debe, que un hombre viole, acose o maltrate a una mujer, pero si ese mismo individuo da connotaciones de sentirse atraído o de convivir con alguien de su mismo sexo y mucho más, si es de clase media baja o pobre, la repulsa social más terrible le hace su víctima.
Se tiene entonces y como si se viviera dentro de un sistema autocrático extremo, que la convivencia entre las personas y al existir este rechazo de que hablamos, termina siempre por fracturar la unidad familiar y en ciertas circunstancias, afectar de una manera sensible la vida de relación.
Últimamente, el indicador más sensible, se nota en los ataques extremos que ciertos sectores mantienen contra individuos varones, profesionales de ciertas religiones, a los que se les señala como potenciales pederastas y ante la presunción, de que, al ser profesores en colegios religiosos, potencialmente debe vérselos o entendérseles como potenciales violadores de menores y con lo que se crea un estigma social mayor.
Ni hablar, de que tal actitud o comportamiento es extremadamente venenoso y tanto, que ya hay personas y muchos padres de familias, que rechazan que sus hijos sean inscritos en colegios religiosos y con lo que se afecta y de hecho se viola libertad de creencias y fundamentado en un prejuicio social que no tiene sustentación alguna.
De esa manera, es que poco a poco y con notoria firmeza, el estigma de que hablamos va extendiéndose a la mayoría de las capas sociales de nivel clase media a pobres económicamente y a un grado, que el prejuicio social termina por envenenar el ámbito propio de muchas profesiones y oficios en los que es preponderante la presencia de individuos del mismo sexo.
Tal es la engorrosa situación, que quienes pertenecen a organismos públicos o privados de uniforme, de hecho, se les trata como si dentro de sus filas ocurrieran las peores muestras de homosexualismo o lesbianismo y tanto o más, con relación a las prácticas de prostitución de otros grupos sociales, llegándose entonces a cometer el despropósito, de que todo personaje que disponga de escoltas, automáticamente se le entienda que tiene una relación tortuosa o que llame a suspicacia.
Desde luego, se comprende, que en toda sociedad isleña. el chisme es su materia prima principal y que en base al mismo y hasta como si fuera un asunto natural y sobre todo en varones, el murmullo, el rumor y la maledicencia sean las herramientas principales para ser parte de la sociedad en la que se conviva y que, en definitiva, todo ello se convierta en el fundamento del profundo agrietamiento en las relaciones sociales y en particular las de convivencia.
Pero al mismo tiempo que observamos el fenómeno que comentamos, también estamos viendo, como poco a poco hay una fuerte mayoría social que empieza a aceptar o tolerar la presencia de personas que tienen relaciones con otras del mismo sexo y lo que en cierta forma habla de que la sociedad está empezando a tener un cambio y gradual si se quiere.
Ya y lo que se nota en la llamada alta sociedad, son normales las uniones entre parejas del mismo sexo, mientras que desde ciertos nichos de la clase media se comienza a observar el mismo comportamiento y lo que en cierto modo es una actitud provechosa, que al final, servirá, para cuándo y cómo los especialistas de la conducta humana proyectan, haya un porcentaje no menor del cincuenta por ciento en parejas homo y de lo que se habla de “revolución sexual para el año 2050”, que para entonces y dicho sea de paso, la relación sexual que hoy en día empieza a observarse entre individuos con robots, sería una situación de naturaleza adquirida, que entonces las relaciones homosexuales o lesbianas y para decirlo de algún modo, adquirirían su carta de naturaleza propia.
Todo esto lo planteamos, con el solo propósito de que la mayor cantidad de individuos aprendan a tener una mente abierta, a no discriminar, a tolerar al que no piensa igual que el otro, a aceptar que en una sociedad libre, la disidencia es la mejor vía para que haya aceptación mutua entre las personas y preponderantemente, a entender que la libertad sexual y dentro de un orden civilizador de conducta propia entre personas decentes, debe ser el valladar que impida y haga desaparecer la fuerte discriminación social, que en la actualidad las personas que son atraídas por otras de su mismo sexo están experimentando y seguro que seremos una sociedad mejor.
Mientras tanto, hay que entender que la situación actual, de que entre sombras hay una población política y socialmente “invisible” y por su orientación sexual, es un telón perverso e hipócrita que hay que derribar y seremos una nación mejor. (DAG)