lunes, junio 17, 2024
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Ese lamento hipócrita y falso del comerciante o tendero dominicano, no solo es falso, sino también perverso y muy socarrón.

Todos sabemos perfectamente que si un proceso inflacionario se traga el valor de la moneda y reduce su poder adquisitivo, no lo es menos, que si se asume como un costo marginal el nivel de inflación que pueda darse y siempre con el interés de no variar la escala de precios y sí entender, que a mayor volumen de ventas el comerciante podría en la generalidad de los casos, sobrevivir cualquier tipo de proceso inflacionario y logrando de ese modo, no solo no perder clientela y sí aumentarla, siempre el comerciante podría tener un margen de beneficios que no le represente perdida alguna de ingresos o capital empleado.

Sin embargo, en este país no hay cosa que grite más y se lamente mucho más, que los comerciantes y, quienes nunca dicen que ganan y siempre se están quejando de que todo está mal o que no hay ventas suficientes o lo patético, de que supuestamente están en quiebra.

En este aspecto, la realidad habla de que la mayoría de nuestros comerciantes nunca quiebran o cuanto mucho, uno que otro y por agiotista y acaparador, pierde la perspectiva al preferir almacenar a tiempo largo la existencia de sus productos y sin hacer absolutamente nada por disminuir sus márgenes de beneficios con miras de aumentarlos al colocarles precios por volumen de ventas y no por unidad aislada.

Nos explicamos. El comerciante que tiene un fuerte almacén de productos y cual que sea este, los mantenga acaparados y para nada baje el precio con miras de hacerlo competitivo en el mercado y sin importar que no aplique los principios de la ley de la oferta y de la demanda, sencillamente, es imposible que pueda ver que sus mercancías puedan venderse con rapidez y al comportarse de modo tan irracional, lógico que no venda con la regularidad que debería de ser.

Pero el comerciante que sabe, que producto estancado en almacén, lo que le significa es pérdida de calidad , aumento de costos y ventas casi nulas, en tanto aquel otro que radicalmente baja el precio y mejor, apenas ganándose un mínimo por unidad, pero sabiendo que al vender más, gana en volumen al darse el fenómeno de mayor cantidad de clientes que compran el producto y por consiguiente mayor cantidad de productos que pueda movilizar, siempre, será el que estará en mejores condiciones para enfrentar cualquier tipo de proceso inflacionario.

Solo hay que ver, que, si en el país no se da la variable de estancamiento con inflación, donde en rigor de detalle, la mayoría de los comerciantes se lesionan y porque al consumidor no tener dinero suficiente y pierde su capacidad de compra, si el comerciante, antes que tener mercaderías estancadas en almacén, trata de ser creativo, bajar el precio por unidad del producto que sea y de ese modo, podría lograr sobreponerse al tiempo de vaca muerta y ser exitoso.

Obsérvese que no estamos hablando en los términos oscuros del lenguaje de los economistas y mercadólogos y sí en el propio del consumidor, cuya capacidad de compra se ha disminuido sensiblemente debido a la pérdida de ingresos o de empleo según cada caso y para colmos, porque el poder adquisitivo de la moneda se afecte sensiblemente.

Entonces, ¿cuál es la fórmula mágica que tiene el alto comercio, las fábricas y almacenes? Ofrecer incentivos a los comerciantes y en razón al volumen de sus compras. Por eso, un pulpero y de cuatro en una cuadra de vecindario, si compra la mínima cantidad para su negocio, encontrará que no tendría incentivo para rebajar el precio del producto, pero si son cuatro los pulperos y se unen, para que uno de ellos compre por los cuatro, al aumentar el volumen, el almacen, fabrica o importador automáticamente les genera un incentivo de determinada cantidad de cajas, que sirvan de aliciente para que los cuatro comerciantes puedan tener un precio común inferior a los otros de otras cuadras y de esa manera, logran incrementar sus ventas al disponer que su producto tenga un  más bajo precio que la competencia.

El ejemplo es harto común con los comerciantes que compran cajas de cervezas. Si uno apenas compra 25 en el mes, pero en representación de cuatro, se compran 100 cajas y el vendedor le otorga un incentivo de 25 cajas más y que al pulpero le salen sin costos, pues por obligación y lógica, tendría una mayor cantidad de clientes y al disminuir el precio de la botella de cerveza, en este caso.

Exactamente el mismo esquema se aplica a todo el comercio de bienes y servicios en sentido general y por eso se nota, que los comerciantes de origen árabe y turco y con regateo y todo, venden más, que aquellos otros judíos o españoles que compran aisladamente.

A la fecha, el comercio criollo y gracias a la globalización y la ruptura del mercado atrapado y al libre comercio, dispone de un ejercicio de dinámica de negocios que le facilita las cosas para que, a mayor volumen de compra y también de venta, los beneficios sean mayores y concomitantemente, la clientela aumente a más.

De ahí que, debido a esta adaptabilidad a las nuevas corrientes de ventas, el comercio criollo y en sentido amplio, tiene unos volúmenes y márgenes mayores de ventas como de beneficios, pues se trata del principio, de nada de estancamiento del producto en almacen por no más de treinta días y venderlo, ganando un mínimo que le permita recuperar sus costos.

Es de este modo, que en esta nación se ha logrado el resurgir de la economía en tiempos de la pandemia que azota a todo el cuerpo social de la nación y aun así, todavía hay comerciantes que se quejan y se lamentan por todo y ya como mecanismo mercadotécnico al revés y para ocultar su prosperidad y pretender ser más sabichosos que sus competidores.

Y es que, en definitiva, nunca hay que poner la carreta delante de los caballos, burros o mulos, sino hacer las cosas de lo más natural y menos con esa nota de pesimismo que a quien la practica le atrasa todo. Pues que haya inflación, que los costos aumenten, los productos se estanquen o el valor de la moneda caiga, nunca ninguno de esos factores e incluido la pérdida de empleo o ingresos de parte de los consumidores, llegan a ser determinantes para disminuir el nivel y calidad de vida de todos y jamás si se es creativo y como debe de ser y lo que nos hace decir, que ese lamento hipócrita y falso del comerciante o tendero dominicano, no solo es falso, sino también perverso y muy socarrón. (DAG) 

 

 

 

 

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