jueves, diciembre 5, 2024
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Gagá. La cara visible del sincretismo cultural y religioso propio de la cultura negra mezclada con la criolla americana y básicamente isleña, que marca la identidad cultural de los isleños del Caribe Central, también se asienta en Brasil y crea raíces en el sur estadounidense

Desde que en el planeta  surgieron las muestras de población humana en uno que otro confín del globo terráqueo, su característica principal y desde el momento que el concepto tribu surgió como identidad propia de algún tipo de colectivo racial, las mezclas de razas, también de folclor como preferencia o inclinación religiosa, formaron de forma definida y luego definitiva, el concepto particular de cada ser humano y en función de sus propias raíces y apetencias particulares de pura idiosincrasia para cada pueblo.

Es de ese modo, que la raza humana empezó a definirse y en la medida que esos pueblos tan diversos y diversificados se expandieron y comenzaron a inmigrar, al tiempo que exploraban nuevos territorios, entonces y al reagruparse con identidad particular, se inició el proceso tan enriquecedor, de la creación de esa espontánea formación cultural, que en la medida de lo posible definió al ser humano y dándole la característica definida, que siempre provoca un crisol de razas en mezclas y uniones continuas como diversas.

Esa mezcla, que nació espontánea y por razón de la misma naturaleza, facilitó las cosas para que el concepto tribu empezara a cambiar y diversificándose de un modo tan concreto, que de la misma nacieron la generalidad de pueblos y naciones que definen todo el concepto poblacional humano, de un planeta  que nació con microorganismos y bacterias, virus y todo tipo de formas de vida, hasta que en el tránsito de la evolución terminó concretando las individualidades humanas en materia de razas y creencias y que en sentido general, permitió a su vez, la evolución de un ser humano, que antes en la época del paleolítico superior, prácticamente no se distinguía entre todos los animales vertebrados y de sangre caliente.

Si se indaga en materia científica, los expertos dan las razones del porqué entienden que la misma naturaleza cuajó lo que la humanidad es ahora, sin embargo, si nos vamos a las manifestaciones animistas y después las religiosas, tendremos, que la necesidad del control social más efectivo dio paso a la necesidad de crear y fundar religiones, que en su propia evolución generó el concepto hombre frente al otro decisivo de Dios y que ahora en estos tiempos del internet, parecería que lo divino se aviene a un concepto más evolutivo si se quiere de inteligencia artificial y que para asuntos de universos paralelos como el metaverso, sin duda que da pie a un concepto cuasi religioso y cuasi divino de una inteligencia artificial superior y como divinidad absoluta, por la que el hombre es relegado para darle mayor concreción a su creación técnica, de la forma de vida artificial llamada robot.

Así se tiene, que si nos ponemos a ver, de cara al fin de este siglo, los que vivan se encontrarán y deberán amoldarse, a un concepto nuevo de ser humano-robot que terminará engendrando por sí mismo un ser humanoide nuevo, que si el mundo científico se descuida, generará un nuevo tipo de forma de vida que relegará a una situación de desarrollo inferior, al ser humano como tal.

Traemos la probabilidad a colación, porque así como a la fecha existen determinadas culturas que no aceptan las relaciones sexuales entre robot y ser humano, en tanto otras ya han creado un vasto mercado sexual que amenaza con que la reproducción humana natural se detenga y lo que se observa en EEUU y Europa y en ciertas naciones desarrolladas asiáticas, por lo que y de esa misma manera o parecida presencia, todas las formas de vida terrestre a finales de siglo, deberán crear sus propios mitos y preferencias y ya se verá como en ese nuevo mundo, la dinámica cultural será la revelación portentosa de un cruce de criterios o mezclas de culturas como nunca antes el planeta las ha conocido.

Por ejemplo, la cultura animista y antropológica del gagá, que no es más que una creación creativa del baile como manifestación cultural identitaria dentro de una connotación sexual inequívoca y en la que los dos sexos se funden en uno y crean otro y múltiple en su diversidad de preferencias sexuales y siempre bajo el disfraz de lo religioso  como hipócrita ropaje para evitar la presión social, todavía y comenzando este siglo, no es del todo bien percibido por los miembros de culturas foráneas  que llegan al Caribe Central.

De ahí, que sea sorprendente, que ayer se conociera una resolución del ayuntamiento de la ciudad sureña y en el este dominicano, de San Pedro de Macorís, donde esa manifestación cultural autóctona por excelencia y nacida en los bateyes de los antiguos esclavos y sus descendientes del África negra, ahora resulta que se pretende coaccionar y para que su rico folclor y para estos tiempos de semana santa festiva, los citadinos no la conozcan ni la perciban y sí la entiendan degradante y con reminiscencias de tiempos  “salvajes”.

Hay que hablar entonces de esclavos, porque en República Dominicana y hasta muy reciente el 1844, era una colonia española en la que la esclavitud regía desde el 1494 y ni hablar en la vecina República de Haití, donde la esclavitud nació con el mismo nacimiento de aquella nación en la que el negro y el mulato eran y son la base de su fusión racial y también cultural y hasta que con su independencia en el 1804 se empezó políticamente por erradicar, pero no así culturalmente.

Aquellas situaciones y en las almas o espíritus de los habitantes preponderantemente de origen en el esclavo negro africano, dio paso para que aquellos desarraigados se refugiaran en el sincretismo religioso y para darle sentido de pertenencia a sus propias existencias y de ahí que naciera el gagá, que es el resumen negroide del alma esclava y que ahora en el 2022, es la rica manifestación de la cultura antillana como centro del espíritu animista y de la que también habría que decir, vive y se reproduce y tiene su propio sello en las islas del Caribe Central, Brasil y el Sur de EEUU y con la que ahora, los habitantes de todos esos países lo aceptan como la parte emocional y más firme de su propio mundo.

También hay algo más: La connotación de subcultura homosexual que vive en el gagá y que es la razón fundamental, del por qué, los regidores de San Pedro de Macorís, todos, un fuerte grupo de negros, mulatos y mestizos y la mayoría, parte de los gays que todavía no han salido del armario y quienes, de hipócritas y perversos, se niegan a aceptar que el gagá es también y en cierto modo, una manifestación identitaria de la población homosexual de origen negroide.

Esperamos y como otras muchas personas y sectores, que el gobierno municipal de la llamada “Sultana del Este”, haga caso al llamado del ministerio de Cultura y de una vez y por todas, permita que las comparsas del gagá entren y se establezcan en la ciudad y en tiempos que entre la crisis económica y la otra de pandemia, no ha permitido en los últimos dos años, que la alegría natural del dominicano salga, se mezcle, se descubra y se aplauda. ¿Es mucho pedir?

Y lo que nos hace plantear, que el Gagá. La cara visible del sincretismo cultural y religioso propio de la cultura negra mezclada con la criolla americana y básicamente isleña, que marca la identidad cultural de los isleños del Caribe Central, también se asienta en Brasil y crea raíces en el sur estadounidense (DAG)

 

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