Haití. Ningún Estado por sí mismo se autodestruye y si no es asistido por factores externos que confluyen en la destrucción de sus instituciones y sí tiene ciudadanos que le respalden y defiendan. De lo contrario nunca

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Dado el alto clima de belicosidad y sin razón o antagonismo emocional extremo que alienta el sector mediático dominicano y ni hablar de la parte más pandilleril de las redes sociales y contra la existencia de la República de Haití como tal, parecería que fuera verdad y como expresara recién en la ONU el canciller Roberto Álvarez, que "Estamos presenciando la disolución del Estado haitiano".

Sin embargo, la realidad dice lo opuesto y es que, si se efectúa un razonamiento a contrario, habría que entender que la fortaleza del Estado Haitiano es tal, que con toda y la existencia de 10 mil pandilleros dentro de una población cercana a 11.5 millones de habitantes, la nación transfronteriza tiene la suficiente fortaleza interna para resistir e imponerse.

Para los dominicanos adoctrinados a la carrera en una abusiva percepción de que Haití se está autodestruyendo y todo, por hacerse eco de la terrible campaña desinformativa de odio extremo e irracionalidad racial que constantemente se está practicando por parte de ilusos activistas anti haitianos que entienden que supuestamente “Haití nos está ocupando”. Lógico que puedan creerse semejante historieta y que la realidad desmiente ampliamente y mucho más, cuando instituciones de la dimensión del Instituto Duartiano, incentivan, irracional e insensatamente, un odio visceral contra todo lo haitiano.

Lo primero es, que se está ante el escenario de dos países y en una misma isla y con mínimas diferencias en cuanto a las partes de su población que son de la raza negra y su variable de mulatos, frente a la otra parte de blancos de origen y con sus variables de mestizos.

Lo segundo, que en Haití existe un promedio de más de un millón de sus ciudadanos de origen haitiano, en tanto en República Dominicana, puede que hayan 1.5 millones de dominicanos de origen haitiano y en total, estamos hablando de no menos 300 mil familias mixtas entre ambos países y las que generan los saludables contrapesos que ambas sociedades requieren para contrarrestar la minoría bullanguera de sus fanáticos anti.

Lo tercero, que las economías de los dos estados se encuentran tan compartidas, que Haití representa para la economía dominicana, el segundo socio comercial en el mundo, mientras que República Dominicana ocupa el primer lugar como socio comercial cuya relación es de absoluta dependencia hacia la economía dominicana y que no son indicadores nada críticos y menos malos, si se juzga con objetividad el tipo de intercambio de bienes y servicios y no solo comercial que se da entre ambas naciones, de sobrevivencia para una y beneficiosa para la otra y como su táctica y cercana proveedora fronteriza.

Agréguese a lo anterior, los altos niveles de inversión de la burguesía haitiana en la economía dominicana y en el área de bienes y servicios e inversiones inmobiliarias de todo tipo y en los que, la conectividad entre las burguesías de los dos estados, imponen la realidad de todo un sector poblacional de no menos cinco millones de personas que directamente viven de semejantes intercambios y negocios.

Pero hay más, debido a que los dominicanos se han retirado de las labores primarias en materia económica, no menos de 500 mil obreros haitianos dominan la industria de la construcción, parte de la agrícola y más de dos terceras parte de la turística y lo que hace absolutamente imposible que semejante esquema económico pudiera ser desarticulado y lo otro, que es un rotundo desmentido a la campaña de odio racial y anti haitiano, la presencia, de cerca de cinco mil dominicanos de origen haitiano sirviendo  en nuestras Fuerzas Armadas y como el oportuno batallón táctico y cultural bilingüe, frena odios y discrepancias.

En realidad, Haití, lo que tiene es una profunda crisis de gobernabilidad, hija del fracaso de su clase media y de sus políticos (más ladrones que su contraparte dominicana) y la que se agigantó con la disolución de sus fuerzas armadas y la anulación de su policía y desde que el sector más radical de su burguesía, la de origen otomano, le dio por imponerse en los negocios mediante la creación de brigadas de sicarios que ajustaban cuentas  con los competidores comerciales de esa burguesía y hasta devenir en la grave situación del asesinato de su presidente Jovenel Moïse, de 58 años y llegándose  a la situación presente, de que el pandillerismo es financiado por esa burguesía y la que, probando semejante ejercicio de poder tan traumático, prácticamente se niega a abandonar sus apoyos.

Pero fuera de esta situación tan crítica, que solo es posible corregir, si desde el exterior la comunidad internacional se empeñara y sin pretender ocupar el país como si este fuera una colonia de siglos atrás, de contribuir e imponerle a ese sector anárquico y si es necesario, una rotunda y dura paz de cementerio y si realmente se quisiera restaurar la gobernabilidad. Pero en Europa hay una guerra y otra añadida comercial mundial y el escenario se pinta para que las antiguas metrópolis coloniales utilicen “el problema haitiano” para sus propios fines hegemónicos.

De esta manera y cuando se mira el Haití que está fuera de Puerto Príncipe y sus barrios de pura supervivencia y se entra a su interior en la misma capital, en sus distritos significativamente más prósperos e igual en sus departamentos (provincias) el observador se encuentra ante otro país y muy diferente al que a diario sale en las páginas de la prensa amarillista: Gente y como en cualquier otro país, buena y trabajadora, de principios morales y de fuertes lazos familiares y con una conciencia firme de ser haitiano y defender y amar su patria.

Lamentablemente, el nicho de desvergonzados anti haitianos que existen dentro de los medios de la prensa mercancía y redes sociales dominicanos y peor, con un absurdo amago de racismo que realmente no tiene razón ni justificación de ser, salvo el odio latente de tanto dominicanos incapaces e incompetentes para trascender por encima de sus odios primitivos y buscar lo que une a ambas naciones y pueblos y lo que hace tiempo fue descubierto por las poblaciones respectivas, se podría entender perfectamente, que la situación de anarquía aparente que se vive en Haití, es solo eso, apariencia, no que el alma nacional haitiana aliente la desaparición de su país.

Creemos entonces, que dadas las circunstancias que se están viviendo en materia de odios y discrepancias artificiales y pasajeras e hijas de la sinrazón y la ignorancia de quienes alientan la desaparición y extinción del país transfronterizo, que definitivamente los dominicanos de buena voluntad, que somos la mayoría, tenemos que imponernos al grupo de fanáticos seudo nacionalistas, quienes con discursos de odio profundamente equivocados, creen y de ilusos, que este país se irá a la guerra contra Haití o que los dominicanos vamos a consentir, que esos extremistas patrocinen y alienten un genocidio contra aquel pueblo y no simplemente hermano y menos teniendo de referencia sincrética el culto altagraciano común.

De ahí que digamos, que el primero que tiene que ponerse freno, es el gobierno nacional y que el presidente Luis Abinader no debe caer en el error de hacerse participe del discurso incendiario anti haitiano que ya asoma en el oficialismo y sí, asumir su responsabilidad como gobernante democrático, de contribuir todavía más, a que Haití sea rescatada de la fase anárquica en la que ahora se encuentra y por la complicidad y abuso de su burguesía en alianza ruin con su contraparte dominicana, toda esa inserta en el primer gobierno plutocrático nacional y el que tiene de común con la haitiana, de tanto elemento comercial de origen otomano que con tal de llenarse sus bolsillos, poco le importa hacer desaparecer su mismo país.

En consecuencia, decimos, que ningún Estado por sí mismo se autodestruye y si no es asistido por factores externos que confluyen en la destrucción de sus instituciones y si tiene ciudadanos que le respalden y defiendan. De lo contrario nunca. (DAG) 30. 04. 2023.