Es una pena, que, en este país, la mayoría de sus ciudadanos se hubiesen acostumbrado a depender emocionalmente de otros que entienden poderosos o influyentes, pues de esa forma hipotecan su propio criterio y se convierten de hecho en esclavos de aquellos otros, quienes, de conducta amoral al mayor nivel, por sus capacidad económica y financiera se encuentran en dominio de imponerse y sin importar cuanto hacen de dependientes a quienes humillan y degradan moralmente.
Precisamente por semejante situación tan anómala y absurda, la mayoría de los dominicanos se resisten a decir lo que realmente piensan y mucho menos se niegan empecinadamente a no revelar lo que saben de las formas tan variables y nada sutiles de como quienes tienen poder se les imponen y les obligan a ser dependientes de todas sus manipulaciones y extravagancias y a un nivel cierto y desconcertantes de como si fueran unos esclavos modernos.
Así se tiene, que el dominicano de a pie como el otro de clase media baja, han aprendido a traicionar a quien sea con tal de sobrevivir en ambiente tan emocionalmente enrarecido y lo que de continuo se observa en la mayoría de los cargos públicos a nivel burocrático y con determinadas pecualiaridades en los que son o se entienden “jefes”.
Pero si lo anterior solo fuera en el poder, sería un asunto que con el tiempo pudiera corregirse, pero no, la situación se agrava cuando se descubre que los empleados de la empresa privada, todos esos son peores que la empleomanía pública, pues mientras la burocracia oficial solo depende del Estado a través del gobierno de turno, la empleomanía privada depende de los halagos y humillaciones que tengan que soportar de quienes los emplean y los que en la mayoría de los casos, exigen de todos ellos -hombres y mujeres- una devoción y lealtad casi perrunas.
Llegándose al grado, de que si toda esa gente entiende que tienen que matar o robar para mantenerse en los cargos o hasta ser parte del derecho de cama que facilita que los dueños de las empresas les conviertan en sus amantes, la gran mayoría es capaz de hacer todo cuanto se les pida y si a cambio siguen teniendo el favor de sus empleadores.
Parecería, que lo que decimos es fuerte, pero estamos muy seguros de que quienes nos dispensen el honor de leernos, en su yo intimo nos estarían dando la razón si pudiesen admitir o revelar y como testigos obligados de todo lo mucho, que, en inconductas y actuaciones criminales, quienes les nombraron han estado haciendo en abierta violación a las normas legales.
Justo por esta realidad, el dominicano promedio es uno que no tiene bandera y tampoco guarda ningún tipo de lealtad hacia nada ni nadie- solo hay que chequear el mismo fenómeno en los organismos castrenses y policiales, donde el oportunismo y la traición aleve son el padre nuestro de cada día y mucho más, si en estos casos está un ascenso en perspectiva.
Con base a semejante mentalidad, no es extraño que en materia política, las lealtades sean las del momento de un periodo de gobierno o mientras el mismo se prorrogue o cuando los que en el poder protegían a sus alabarderos, ahora perseguidos, comprueban y sin asombro, que todos les dan la espalda y lo peor, que empiezan a hablar en su contra y sin que ni siquiera se les presione y como ya se ha visto en los nueve casos de corrupción a gran escala que el ministerio público y desde la PEPCA ha desatado.
La misma inconducta se presenta en el sector mediático, donde la mayoría de las factorías y sus periodistas, son magos en materia de cambiar de bando en un picar de ojos y desde que el momento que los gobiernos cambian, a la desesperada salen rápido a congraciarse con el que llegó o con aquel otro al que se les vea probabilidades de llegar al poder.
Se está pues en la peor de las junglas y en donde el honor y el respeto así mismo desaparecen y que es la razón básica de que en materia de manipulación política haya que apelar a precampañas políticas en base a encuestas de todo tipo y colores y como esa que se publica hoy, que de seguro hará que el probable candidato del gobierno, sume mucho más potenciales adherentes, mientras en la oposición, el que se cree el partido de mayores probabilidades para las elecciones de mayo de 2024, ve que sus indicadores menguan y generándose un pánico tan grande en sus filas, que tiene que desatar brigadas de bots para que ataquen a sus rivales y ridiculicen las encuestas que no se les son favorables.
Por otro lado, y si tomamos de muestra la encuesta que se publica, su efecto más traumático es ver a legiones de empleados públicos y privados y los suplidores de ambos sectores, tratando rápidamente por empezar a entender, de si deben quedarse en los bandos en el que ahora se encuentran o en su lugar, salir huyendo a postrarse a los pies del candidato y partido que parecería podría ser los ganadores.
Y es por esta causa primaria, que las encuestas se confeccionan y publican y para lograr manipular desde ahora la libertad de escogencia de los electores y mediante la persuasión psicológica a sus familiares directos de que les hagan ver que sepan a quien votar y para no perder los cargos, ingresos y privilegios que ahora tienen.
¿Cuál es el problema?, que mientras este país, su economía ha pasado de subdesarrollada a emergente, la mentalidad de la mayoría de la población es penosamente subdesarrollada y por eso ni las elecciones son un reflejo exacto de lo que quiere la gente y menos las encuestas de ahora a los comicios y por lo que en un ámbito tan peculiar, la nación es la que pierde y sus instituciones ni se diga.
De ahí que haya que tratar de explicar lo que acontece y para ver si los mismos ciudadanos y por sí mismos se dan cuenta, de que no pueden ni deben continuar tan dependientes de este sistema esclavista que nos les deja ser libres para pensar, decidor y actuar y que nos obliga a decir, que hoy se inicia la guerra de encuestas entre “mudas y fáciles” y ambas, más de lo mismo: Manipular las emociones de los demás e impedir la libre escogencia. (DAG) 10.04-2023
