lunes, junio 17, 2024
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La barbarie siempre está al acecho y el asesinato de un líder global japones así lo demuestra y de la que ningún personaje está libre de no ser afectado

Es cierto que el mundo está muy convulso, pero casi igual a tiempos pasados ya idos y desde el asesinato de Caín hasta la fecha. Por lo tanto, el crimen perpetrado esta mañana contra el exprimer ministro japones, Shinzo Abe, sin duda alguna, que se inscribe en la hoja de ruta de la parte negra de la humanidad.

Al mismo tiempo, es un duro recordatorio a todas las personas públicas y sin importar país o raza, que siempre la ola de fanatismo que la humanidad y desde su parte más conflictiva suele darse, es una que por lo visto nunca dejará de existir y mucho menos, cuando los intereses en conflicto son los que abiertamente marcan este tipo de desencuentros por parte de fanáticos que se niegan a aceptar las opiniones o políticas disidentes o diferentes a los criterios en los que creen.

Por lo pronto, con Abe, el mediocre liderazgo de Occidente pierde un puntal de reflexión y análisis que siempre trató de ver y entender el punto de vista disidente y gracias a semejante temperamento tan abierto y flexible, se destacó como la voz japonesa que en el concierto del liderazgo mundial, era la más cuerda y presumiblemente sensata que se podía esperar y a la que por lo visto, los mediocres lideres del mundo occidental de hoy no muestran semejante calidez para saber colocarse en el lugar del otro.

En cierto modo, para los miembros de la partidocracia dominicana, este crimen tan aleve, es un recordatorio de que cuando las pasiones humanas se desbordan, todo puede suceder en materia de decisiones y políticas mal pensadas y lo más grave, sin importar a quienes como personas e instituciones o gobiernos pudieran quedar afectados de una manera irremediable y hasta trágica.

Y lo que debe decirse, porque si bien el último magnicidio se conoció en este país el 30 de mayo de 1961, es más que palpable, que la secuela del mismo todavía abarca el decir y sentir de por lo menos dos nuevas generaciones, por lo que hay que suponer, que en Japón y con todo su avance material, educativo y espiritual, el efecto del magnicidio ocurrido esta mañana, será uno que solo las mentes más despiertas del país  oriental podrían lidiar y tratar de superar y como el mejor mecanismo para tratar de llevarle sosiego y sentido común a su nación y desde luego, a los grupos más fanatizados y crueles de aquella sociedad.

Los dominicanos en cambio y en sentido general, todavía no hemos aprendido respecto a los pasos a seguir, cuando desde su aparato político se cometen excesos, intolerancias y desafíos contra la razón y el estado de derecho y los que abiertamente afectan de manera harto grave el discurrir de la vida nacional.

Al tener pues esta realidad tan presente y viendo como de buenas a primeras el partido de gobierno por un lado y los demás de la oposición por el otro, se empeñan y tercamente, por fracturar la unidad nacional y acrecentar el odio entre los agentes políticos más extremos, que entendamos menester alentar a lo mejor de nuestras fuerzas vivas, como de la sociedad civil, a que procuren arribar a los más variados puntos de consenso, que permitan alejar lo más posible todo tipo de iniciativa dirigida afectar la gobernabilidad y el importante sentido o sentimiento de civilidad que muchos dentro de la ciudadanía deberían tener.

Solo hay que ver como las pasiones se han desatado desde que tantos han entrado en razón, del hecho singular y en cuanto a que la Constitución de la República le garantiza al presidente Luis Abinader una única reelección constitucional y en respuesta de ser presidente por primera vez.

Véase también, la inquietante madeja de agravios y desencuentros apenas ocultos, que muchos funcionarios mantienen en contra de la paz social y todo, porque se niegan a aceptar las críticas por la parte de sus actuaciones y de las que, una gran mayoría entiende equívocas.

Tal situación e inequívocamente, lleva al país a una de desencuentros y choques emocionales y físicos, que no contribuyen a que el debate nacional sea menos enrarecido de como ahora está y máxime, cuando se lleva el punto de no menos 40 funcionarios, a todos los niveles, que han tenido que ser alejados de los cargos que ocupaban y al estar señalados como autores directos de presumibles actos de corrupción o desenfrenadamente amorales de acoso y tráfico sexual.

Igualmente, la lista de agravios aumenta y desde el punto de vista del criterio ciudadano, al entenderse, que las autoridades y dentro de los tres poderes interdependientes del Estado, no han hecho lo suficiente en materia de perseguir los actos o acciones de corrupción y sin tintes políticos, tendencia, que por lo visto es el estigma que marca a los gobiernos de este país desde el 2000 al presente.

Al notarse semejante situación de conflictos continuos entre personajes públicos de gobierno y de oposición y matizado por los intereses permanentemente en conflicto de los grupos económicos y financieros que dependen del aumento o pérdida de sus negocios y en función de la relación directa que cada uno tenga en sus manejos con el Estado, tómese de muestra la actual discusión sobre el proyecto de ley de extinción de dominio,  que sea difícil no entender, que para el primer gobierno plutocrático que tiene en la actualidad esta nación, le sea nada fácil salir de las influencias nefastas de semejante madriguera de intereses.

Que justamente, son aquellos que tienen el menor “prejuicio o desenfado” para ajustar cuentas con sus competidores o adversarios, aunque no en el grado demencial de como los “emprendedores”  de la droga y el lavado de activos, casi diariamente cometen entre sí y que es la razón, de la ola de crímenes, muertos y desapariciones y también raptos, que disfrazados como que solo se cometen entre  “infelices” o ciudadanos de a pie, en realidad, son la punta de lanza que descubre el grave grado delincuencial de las clases, política y empresarial y que unido al “desajuste de valores” en la parte represiva del Estado y abarcando niveles militares y policiales, han terminado por provocar la desesperada medida presidencial de lanzar uniformados con armas largas para tratar de atajar, lo que los mass media del mismo empresariado, entienden de manera provocativa, que es una “ola de violencia indetenible”.

En el fondo, lo que se tiene, es una de complicidades entre todos los sectores dirigentes de la vida nacional y más por asuntos electorales y políticos, desesperados por tener bajo control a aquellas voluntades nuevas, que de seguro saldrán a la palestra pública y como aspirantes a cargos electivos de votación directa y a todos los niveles.

Esa situación, de que los políticos y empresarios y entre ellos la gran mayoría de los suplidores del Estado y teniendo de escudo a toda una prensa servil y entregada y de la que se evidencia que no hay sector oficial o privado que no se sienta dueño, que definitivamente haya que entender y mucho más, al conocer lo del asesinato del exprimer ministro japones en momentos que pronunciaba un discurso de cara a las elecciones parlamentarias próximas, no solo que Japón es un país institucionalmente enfermo, sino que en República Dominicana y si el gobierno no se despoja de egoísmos y sectarismos inútiles, podría caer en el mismo derrotero y de ahí a dar un salto hacia lo desconocido, habría un paso.

Ojalá pues que la oligarquía, el empresariado, la partidocracia, las factorías mediáticas y las fuerzas vivas nacionales entiendan, que la barbarie siempre está al acecho y el asesinato de un líder global japones así lo demuestra y de la que ningún personaje está libre de no ser afectado. (DAG)

 

 

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