lunes, junio 17, 2024
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Las raíces de la guerra de Ucrania: cómo se desarrolló la crisis

Las últimas semanas han parecido una escena de la Guerra Fría, un peligroso episodio de una época pasada. Un impredecible presidente ruso despliega miles de soldados y tanques en la frontera de un país vecino. Se temía una sangrienta conflagración entre Occidente y Oriente.

Luego, la Guerra Fría se calentó: Vladimir Putin envió sus fuerzas sobre la frontera de Ucrania, con repercusiones inmediatas y de gran alcance.

En los días previos a la invasión, cuando las tropas rusas alcanzaron una fuerza de unos 190.000 soldados e incluso cuando Estados Unidos advirtió en tonos cada vez más serios que un ataque militar parecía inevitable, Putin afirmaba que estaba abierto a la diplomacia, y los líderes europeos trabajaban desesperadamente para persuadir al Kremlin de que se retirara.

Entonces, el 24 de febrero, el presidente ruso se dirigió a su pueblo y declaró el inicio de una “operación militar especial” en Ucrania.

Apenas unos minutos más tarde, se observaron grandes explosiones cerca de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, y se informó de explosiones en Kiev, la capital, así como en otras partes del país. Y pronto, el Ministerio del Interior de Ucrania informó de que las tropas rusas habían desembarcado en Odesa y estaban cruzando la frontera.

La invasión amenaza con desestabilizar la ya volátil región postsoviética, con graves consecuencias para la estructura de seguridad que ha gobernado Europa desde la década de 1990. Putin ha lamentado durante mucho tiempo la pérdida de Ucrania y otras repúblicas cuando la Unión Soviética colapsó, pero menoscabar la OTAN, la alianza militar que ayudó a mantener a los soviéticos vigilados, puede ser su verdadera misión.

Ahora, Europa presencia la mayor movilización de fuerzas en el continente desde 1945, con soldados ucranianos y combatientes de la resistencia civil luchando para defenderse del despliegue ruso en múltiples frentes.

El lunes comenzaron las conversaciones entre las delegaciones de Rusia y Ucrania en Bielorrusia, un aliado cercano de Moscú, pero hubo más movimiento en el campo de batalla que en la mesa de negociaciones.

Se informó que un convoy ruso de más de 60 kilómetros de largo se dirigía hacia la capital, Kiev. Y, en una escalofriante escalada, una andanada de cohetes rusos impactó un barrio residencial en la segunda ciudad más grande de Ucrania, Járcov (Kharkiv), donde al menos nueve civiles murieron y decenas resultaron heridos.

Los observadores externos infieren que es posible que Putin, frustrado por el lento avance de sus fuerzas que superan con creces a las de Ucrania pero han enfrentado una fuerte resistencia de los soldados y civiles ucranianos, se haya impacientado y ordenado incrementar las hostilidades. Los expertos advierten que eso podría implicar más bajas civiles en el futuro.

El número de refugiados que han huido del país ya supera el medio millón. Y Putin parece tener la intención de tomar la capital de Ucrania, Kiev, derrocar al gobierno elegido democráticamente y colocar a ese país en la órbita de Rusia.

La invasión amenaza con desestabilizar la de por sí volátil región postsoviética, con graves consecuencias para la estructura de seguridad que ha gobernado Europa desde la década de 1990. Putin ha lamentado durante mucho tiempo la pérdida de Ucrania y otras repúblicas cuando la Unión Soviética colapsó, pero menoscabar la OTAN, la alianza militar que ayudó a mantener a los soviéticos vigilados, puede ser su verdadera misión.

Antes de invadir, Rusia elaboró una lista de exigencias de amplio alcance para remodelar esa estructura, posiciones que la OTAN y Estados Unidos rechazaron.

 

Tras el colapso de la Unión Soviética, la OTAN se expandió hacia el este, incorporando a la mayoría de las naciones europeas que habían estado en la esfera comunista. Las repúblicas bálticas de Lituania, Letonia y Estonia, que antes formaban parte de la Unión Soviética, se unieron a la OTAN, al igual que Polonia, Rumanía y otras.

Como resultado, la OTAN, una alianza creada para contrarrestar a los soviéticos, se acercó por cientos de kilómetros a Moscú, y llegó a colindar directamente con Rusia. Y en 2008, la alianza declaró que planeaba —algún día— incorporar a Ucrania, aunque eso se ve todavía como una perspectiva lejana.

Putin ha descrito la desintegración soviética como una catástrofe que arrebató a Rusia el lugar que le correspondía entre las grandes potencias del mundo y la puso a merced de un Occidente depredador. Ha pasado sus 22 años en el poder reconstruyendo el ejército ruso y reafirmando su peso geopolítico.

El presidente ruso califica de amenazante la expansión de la OTAN, y la perspectiva de que Ucrania se una a ella, de amenaza existencial para su país. A medida que Rusia se ha hecho más firme y fuerte militarmente, sus quejas sobre la OTAN se han hecho más estridentes. Ha invocado repetidamente el espectro de los misiles balísticos y las fuerzas de combate estadounidenses en Ucrania, aunque los funcionarios estadounidenses, ucranianos y de la OTAN insisten en que no hay ninguno.

Putin también ha insistido en que Ucrania y Bielorrusia son fundamentalmente partes de Rusia, cultural e históricamente. Putin ejerce una gran influencia sobre Bielorrusia, y las conversaciones sobre algún tipo de reunificación con Rusia se han prolongado durante años.

 

Sin embargo, las relaciones entre Oriente y Occidente empeoraron drásticamente a principios de 2014, cuando las protestas masivas en Ucrania obligaron a abandonar a un presidente estrechamente aliado con Putin. Rusia invadió y anexionó rápidamente Crimea, parte de Ucrania. Moscú también fomentó una rebelión separatista que se hizo con el control de parte de la región ucraniana de Donbás, en una guerra que aún se prolonga y en la que han muerto más de 13.000 personas.

¿Qué busca Putin?

 

Putin parece estar decidido a retroceder el reloj más de 30 años, estableciendo una amplia zona de seguridad dominada por Rusia que se asemeje al poder que Moscú ejercía en la época soviética. Con 69 años y posiblemente cerca del ocaso de su carrera política, está claro que quiere atraer a Ucrania, una nación de 44 millones de habitantes, de nuevo a la órbita de Rusia.

En diciembre, Rusia presentó a la OTAN y a Estados Unidos una serie de exigencias escritas que, asegura, son necesarias para garantizar su seguridad. La más importante de ellas es la garantía de que Ucrania nunca entrará en la OTAN, de que la OTAN reducirá sus fuerzas en los países de Europa del Este que ya se han unido y de que se aplicará el alto el fuego de 2015 en Ucrania, aunque Moscú y Kiev discrepan profundamente sobre lo que eso significaría.

Occidente ha rechazado las principales demandas, pero ha hecho propuestas sobre otras cuestiones y ha amenazado con sanciones. La postura agresiva de Moscú también ha inflamado el nacionalismo ucraniano, con milicias ciudadanas que se preparan para una prolongada campaña de guerrilla en caso de una ocupación rusa.

El momento de Putin también podría estar relacionado con la transición del presidente Donald Trump, quien fue notablemente amistoso con él y despreciativo con la OTAN, al presidente Joe Biden, quien está comprometido con la alianza y desconfía del Kremlin.

También es posible que quiera dinamizar el apoyo nacionalista en casa centrándose en una amenaza externa, como ha hecho en el pasado. Putin ha aplastado los desafíos internos a su autoridad, pero el año pasado, con la economía tambaleándose y la pandemia haciendo estragos, los grupos de la oposición celebraron algunas de las mayores protestas contra Putin en años. Desde que comenzó la invasión, miles de rusos, algunos corriendo un gran riesgo personal, han salido a las calles para protestar contra la guerra.

A principios de diciembre, Biden dejó claro que su gobierno no consideraba enviar tropas a Ucrania dado que, entre otras razones, Ucrania no forma parte de la alianza de OTAN y no está incluida en el compromiso de defensa colectiva del pacto.

En cambio, Estados Unidos ha enviado armas antitanques y antiaéreas a Ucrania, ha aumentado la presencia militar estadounidense en los países de la OTAN que tienen frontera con Rusia y ha enviado a 7000 soldados a Europa. El Pentágono también ordenó el despliegue de un equipo de combate de brigada blindada en Alemania para tranquilizar a los aliados de la OTAN en Europa del Este. Los funcionarios de Biden también advirtieron recientemente que Estados Unidos podría apoyar a la insurgencia ucraniana

Pero el verdadero garrote es el financiero.

Antes de la invasión, Biden amenazó a Putin con “consecuencias económicas como nunca ha visto”. Después, empezó a ponerlas en práctica.

Biden prometió que Putin se convertiría en un “paria” y anunció nuevas y duras sanciones destinadas a aislar a los bancos más grandes de Rusia y a algunos oligarcas de gran parte del sistema financiero mundial, además de evitar que el país importe tecnología estadounidense crítica para su defensa y para las industrias aeroespacial y marítima. También emitió sanciones contra la compañía detrás de un gasoducto de energía que conecta Rusia con Alemania.

Biden también dijo que Estados Unidos estaba congelando billones de dólares en activos rusos, incluidos los fondos controlados por las élites rusas y sus familias, haciéndoles pagar por lo que el presidente estadounidense llamó “un ataque premeditado” contra una nación libre en Europa.

 

Los gobiernos occidentales prometieron congelar los activos que pertenecen a Putin, pero se sabe muy poco sobre sus propiedades y dónde podrían estar ubicadas.

El gobierno de Biden también podría implementar sanciones que dejarían a los rusos sin sus amados teléfonos de próxima generación, laptops y otros dispositivos electrónicos,.

 

Lo que está en juego para Europa es la estructura de seguridad que ha ayudado a mantener la paz en el continente desde la Segunda Guerra Mundial. Con los europeos divididos sobre cómo responder a las diversas formas de agresión rusa, el conflicto también ha evidenciado las fracturas dentro de la Unión Europea y la OTAN. Pero la indignación por la agresión de Putin ha ayudado a fomentar un frente unificado, y la UE dio a conocer sanciones que describieron como sin precedentes para el bloque en términos de escala y alcance.

Europa tiene importantes lazos comerciales con Rusia y podría perder mucho más que Estados Unidos a causa de las sanciones. También depende del suministro de gas ruso, una debilidad que Putin ha explotado en conflictos del pasado.

Europa perdió a una valiosa interlocutora con Moscú con la salida de la canciller alemana Angela Merkel, quien creció en la parte oriental de Alemania, habla ruso con fluidez y entabló una buena relación de trabajo con Putin. Su sucesor, Olaf Scholz, ha intentado asumir un papel de liderazgo en la crisis que se intensificó poco después de su elección, al detener la certificación del gasoducto Nord Stream 2 que uniría su país con Rusia, una de las medidas más contundentes adoptadas hasta ahora por Occidente para castigar al Kremlin.

Steven Erlanger colaboró con la reportería desde Bruselas. [The New York Times]

Dan Bilefsky es corresponsal de The New York Times en Canadá, con sede en Montreal. Antes ha estado destinado en Londres, París, Praga y Nueva York. Es autor del libro The Last Job, sobre una pandilla de ladrones ingleses viejos apodados “Los abuelos malos”. @DanBilefsky

Richard Pérez-Peña, editor de noticias internacionales en Nueva York, ha estado en el Times como reportero y editor desde 1992. Ha trabajado en las secciones Metro, Nacional, Negocios, Medios e Internacional. @perezpena • Facebook

 

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