lunes, junio 17, 2024
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Las tres grandes desgracias estructurales dominicanas del siglo pasado y de este

Sin duda, la principal, es la ausencia efectiva de probidad y honradez por parte de un Estado Dominicano absolutamente delincuente, que no solo no respeta sus propias leyes y Constitución, sino que abiertamente sus servidores le han degrado y a un Estado, que ni siquiera cumple con sus ciudadanos y sin importarles que la mayoría son contribuyentes.

La segunda, es la notoria ausencia de una verdadera clase gobernante que se ha refugiado y parapetado dentro de una oligarquía tan insaciable, que solo aboga por sus utilidades y sin importarle la explotación inmisericorde que le haga a la nación como a sus fuerzas vivas.

Y la tercera, es la existencia de ese terrible ariete mediático de explotación y daño institucional masivo, por medio del cual, la moral pública ha desaparecido y también fragmentado y casi destruida la moral individual, mientras el afán de lucro de los dueños de la concentración de medios de comunicación y de información de masas en pocas manos, simplemente ha incentivado a mayor la corrupción política y publica y a un nivel tan detestable dentro de la clase dirigente, que no hay uno de los barones mediáticos, que por sus otros negocios no incentive y hasta patrocine la corrupción desde el poder y a una escala tan significativa, que por primera vez en mucho tiempo, la República Dominicana se ha convertido en lo más parecido a un espacio de estiércol en el que los que mandan y dirigen se refocilan dentro de sus peores ansias.

De esta manera, la quiebra moral del Estado ha llegado a unos limites realmente vergonzosos y tanto, que si repasamos todos los gobiernos desde el 1966 al presente y con ellos, las tres generaciones que la nación se ha dado en estos últimos 61 años, encontraremos, que la moral social, prácticamente ha desaparecido y que es el fundamento del por qué la clase política y como partidocracia, ha carcomido y destruido las esencias básicas de la moral individual y al extremo, de que ya no se habla de bienes obtenidos honradamente sino de que la gran mayoría son hijos del tráfico de influencia desde el poder, la corrupción empresarial y la ausencia de moral general desde las instituciones religiosas o de fe y también castrenses.

Por semejante situación, ahora se entiende, que quien no se hace de dinero y sin importar como, es un estúpido o atrasado mental, mientras que la minoría que considera que las normas de civilidad pasan por tenerse una reciedumbre moral, son rápidamente tiradas a un lado, generando entonces el sistema de amoralidad social colectivo que ensombrece la vida dominicana.

Obsérvese por ejemplo, que los nuevos millonarios que tiene este país, los del deporte básicamente y porque cuyas fortunas no son hijas de lo ilícito, son prácticamente acorralados por el acoso de una oligarquía depredadora que no resiste, que en este país y su sociedad existan fortunas no hijas del lavado de activos y el tráfico de influencias, la droga ilícita o la extorsión y el sicariato y que son las razones, para que los ricos “tradicionales” traten de asociarles a sus negocios y malas prácticas y con tal de que todo el conjunto de adinerados tengan que ser uno  y de esa manera hacerle ver a la población, que si sus miembros no actúan igual, nunca podrán vivir “en igualdad en este país”.

He ahí el dato gráfico tan concluyente, de un Poder Ejecutivo que ha institucionalizado el robo abierto y sistemático de propiedades privadas por medio de expropiaciones a gran escala y las que tienen su punto común, de que simplemente los gobiernos se apoderan de las mismas y no las pagan y sin importarles dejar por años, que los propietarios originales mueran dentro de la miseria más espantosa.

O lo otro, de tanto burócrata público y en menor medida privado, que, ejerciendo el tráfico deleznable de influencias al mejor postor, no mueve un expediente o levanta un papel, si antes el interesado y como se dice en este país, “no le moja las manos”, es decir, paga por un servicio público que es sostenido en base a los pagos de impuestos de los contribuyentes.

Pero donde este mercado de corrupción generalizado llega a niveles escandalosos, es cuando los partidos y sus jefes políticos se enteran de que un adversario o enemigo político y hasta periodístico dentro del análisis político, esté tramitando algún expediente relativo a su condición de ciudadano burlado por el poder y al que se le hace la vida difícil, en tanto el individuo victima de tal bajeza, no termina por ceder una parte del expediente que requiere y si es que quisiera salvar una mínima parte.

Así se tiene, que una nación que se encuentra en un largo y tortuoso proceso de descomposición moral y por el que la inversión de los valores morales no da espacio para ningún tipo de probidad y decencia de conducta, es una, que de no parar en seco el proceso de autodestrucción moral ya emprendido, al final, terminará dentro de un colapso de tal magnitud, que ni lo mejor de los integrantes de las fuerzas vivas podrían rescatarla.

Haití es la muestra inmediata de descomposición social y fracaso del Estado que los dominicanos deberíamos ver y entender, que si no se quiere actuar en igual ruta de descomposición absoluta y tanta, por la que ahora ese país vecino está al trís de ser intervenido militarmente por fuerzas del exterior y reducirlo a un fideicomiso y para ver si ese país pudiera ser reconstruido, situación abusiva hija de las doce fortunas que componen su oligarquía y la que en parte está asociada a la dominicana y hasta por razones de sangre y apellidos de origen árabe u otomano y lo recalcamos, que si no queremos caer en la misma como desgraciada situación, algo y mucho habrá que hacer para rescatar nuestras instituciones.

Es por esa razón, que nosotros y como dominicanos, nos da vergüenza desgarrar el velo amoral que domina a la oligarquía criolla y  a la clase gobernante y si se quiere por un prurito elemental, solo vamos a repetir y como calco, aquello que un historiador revisionista español ( José Sito Chica) expresara con relación a la vida romana cuando el Imperio romano de occidente y en su nuevo libro “el águila y los cuervos” y por ser el retrato fiel de que aquello que ocurriera al imperio romano y que ni más ni menos  y en ciertos aspectos, podría ocurrirle a este país y si su clase dirigente no cae en cuentas, de que “Roma se perdió por la avaricia y la poca altura de miras de una clase dirigente que abogó por sus intereses particulares».

Al tiempo que el mencionado historiador expresa y que hacemos nuestra, que «tenemos que aprender a desconfiar de las élites y a exigir responsabilidades, porque el sentido de la responsabilidad de todos nosotros ha perecido en la actualidad» y que nos ha servido, para recordar sobre las tres grandes desgracias estructurales dominicanas del siglo pasado y de este. Con Dios. (DAG)

 

 

 

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