Lo ocurrido en la tarde de ayer en Brasil, es el mayor indicador del retroceso institucional y terrorista que vive dentro de una parte de la clase política y en particular, avivado por el intento de golpe de matón castrense del expresidente Bolsonaro

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Racionalmente, es imposible entender como un gobierno nacido de unas accidentadas elecciones libres, de suyo afectadas por el violento estado de ánimo golpista y terrorista del gobierno que salía del poder, pudo experimentar ayer un intento de desestabilización institucional abiertamente terrorista y protagonizado por esquizofrénicos seguidores del ahora golpista expresidente Bolsonaro y quien de entrada, se coloca en la acera de enfrente a todo cuanto de legalidad y legitimidad tiene de por sí y representa, un gobierno constitucional.

En este sentido, es evidente que no ha valido que los votantes brasileños le otorgaran al partido de Bolsonaro su significativa mayoría en el Congreso Federal y que hasta exministros seguidores de aquel rebelde expresidente formen parte del gobierno constitucional del presidente Lula da Silva y que, teniendo semejante poder político de contrapeso, para Bolsonaro y sus seguidores haya sido insuficiente y al grado de pretender desestabilizar a toda la nación y sin importarle imponer un retroceso absolutamente innecesario como provocador.

Una nación, no puede ser entendida tal como si fuera una cueva de malandrines acostumbrados a imponer su ley y por lo tanto, a sumirla en el caos y nadie que realmente tenga mentalidad de vocación democrática y por adversario que fuese del gobernante Partido de los Trabajadores y del mismo presidente Da Silva, debería ser capaz de no rebelarse contra el derecho ciudadano, de que quien gana unas elecciones, siempre es la mayoría que con calidad para ello democráticamente se impusiera.

Por eso, es imposible comprender el paso de agitación y terror que la gente de Bolsonaro han querido implementar, cuando como se entiende, que por la recomposición de fuerzas políticas que las elecciones facilitaron, una significativa mayoría de brasileños mantendrían su apego a la institucionalidad, así como a facilitar las cosas para que el sentido práctico de la funcionalidad institucional fuera el norte que rija cualquier tipo de diferencia política.

Cómo había que suponer, el gobierno legalmente constituido hace 9 días, ha tenido que apelar a los mecanismos institucionales de represión y reordenamiento institucional que fija en casos como este la misma carta magna y no solo de Brasil sino de cualquier otro país organizado y por vía de consecuencia, lo menos que pudo haber ocurrido, fue que la mayoría de las naciones políticamente organizadas y de origen y estructura y practica democrática, rechacen el accionar desestabilizador y terrorista que ha sido perpetrado y apoyen firmemente al gobierno de Lula.

De ahí que a nadie le haya parecido un exceso, la reacción presidencial al emitir un decreto mediante el cual, se dispuso la intervención del Distrito Federal y después de la violenta toma bolsonarista a los edificios del Palacio de Planalto, el Congreso y el Tribunal Supremo, en Brasilia.

Sí nos llama la atención y que habla de la madurez de la institucionalidad brasileña, que la medida tomada, no es una que vaya a ser, en principio, de aplicación militar punitiva y sí que la misma descansa en las atribuciones del secretario ejecutivo del Ministerio de Justicia, quien por el mandato, tiene ahora todos los poderes y facultades para enfrentar la conjura sediciosa hasta el 31 de este mes y al grado, de solicitar “a los órganos civiles y militares, de administración pública federal, los medios necesarios para la consecución del objetivo de la intervención".

Es decir, lo ilegal e inconstitucional se enfrentará en base al mandato de la ley, al mismo tiempo que el sector militar deberá actuar dentro de un espíritu evidente de estado de sitio, en tanto la nación brasileña se mantiene expectante y esperando cual será en definitiva el paso a dar por los militares y en lo relativo a la movilización militar en la zona de la capital federal.

El grosero impacto de lo ocurrido, perfectamente que puede resumirse en las siguientes expresiones del presidente Lula y emitidas en la víspera de los acontecimientos terroristas  en principio y para no llamarlos de entrada, golpistas, aunque para sosiego de la ciudadanía, cautelarmente se les califica de asaltos a instituciones públicas: "Yo perdí elecciones en el 89, yo perdí en el 94, yo perdí elecciones en el 98, y en ningún momento ustedes vieron que militantes de mi partido o de izquierda hicieran cualquier humillación a un presidente de la República electo", rememoró el líder histórico del Partido de los Trabajadores (PT).

Mientras tanto, es evidente que los rebeldes seguidores de Bolsonaro contra Lula, no se andan en chiquitas cuando se les vió incitando al Ejército a que diera un golpe de Estado, al tiempo que los últimos informes que se disponen indican que el conjunto del poder militar es absolutamente leal y obediente al gobierno constitucional. Paralelamente, todos los gobiernos sudamericanos y de América Latina y el Caribe han protestado por el intento desestabilizador y todos, cerrando filas apoyando a Lula y a la democracia que él encarna.

A todo esto, lo otro que también nos llama la atención, es el silencio del gobierno estadounidense durante las primeras horas del asalto y que, si lo unimos a que Bolsonaro se encuentra en territorio estadounidense, quizás pudiera dar pie a una serie de interrogantes respecto a cuál será el papel del presidente Joe Biden en los actuales acontecimientos.

Tal como se conoce, con Lula, Brasil retorna más que nunca a la tendencia de los países no alineados y como uno de los fundadores del grupo BRICS aboga por un mundo multipolar y lo que necesariamente choca con los intereses geoestratégicos estadounidenses, por lo que no debe descartarse cualquier iniciativa estadounidenses para aprovechar la inestable situación política y social brasileña nacida al amparo del asalto concatenado y en varias ciudades al mismo tiempo, de los grupos de bolsonaristas, profundamente aliados entregados de Washington y lo que obliga a que se sea suspicaz con relación a lo que EEUU decida respecto a quien apoya, sí a Lula o si a quienes les acosan y quieren derribarle.

Entretanto, sí que hay que significar el profundo respaldo que la mayoría de los brasileños le han dado a Lula, al tiempo que se le critica a Bolsonaro su abierto intento de sublevación fracasado, iniciado hace unos meses y concretado ayer y desde que autorizó los campamentos de seguidores suyos y frente a cuarteles militares, demandando un golpe de Estado y derrocamiento de Lula.

A esta mañana, el presidente Da Silva demostró a todo el mundo que continua al mando y ejerciendo su poder constitucional, en tanto Bolsonaro y desde EEUU trata de hacer creer que no fue parte del desarrollo de la trama golpista y entre “acto y acto”, el ominoso silencio oficial estadounidense.

Desde luego y por lo que se ha entendido, lo de Bolsonaro ha sido un intento y del que no se puede descartar nada aun de si sus seguidores lo querrán repetir, pero lo que sí queda claro, es que lo ocurrido en la tarde de ayer en Brasil, es el mayor indicador del retroceso institucional y terrorista que vive dentro de una parte de la clase política y en particular, avivado por el intento de golpe de matón castrense, del expresidente Bolsonaro. (DAG)