El discurrir de pueblos y naciones tiene su origen en sus aborígenes, es decir, en los primeros pueblos originarios y que en el caso nuestro, son los taínos, a su vez, descendientes de los arahuacos y quienes ya desaparecidos, sus descendientes evolucionaron a los venezolanos, cubanos, haitianos, dominicanos y puertorriqueños de hoy.
Ese mismo proceso, inherente a toda colectividad humana y sin importar raza, idiosincrasia, cultura o lengua, es el que le espera y aquí, solo hagamos abstracción de los pueblos dominicano y haitiano y los que en razón de las taras y subjetividades de sus historiadores, en conjunto y desde los años 1800 no han dejado de disputarse sus propias peculiaridades y en algunos aspectos, hegemonías y siempre bajo el subjetivo concepto de los dos tratando de imponerse en base a la fuerza física y el odio inculcado.
Desde luego, entendemos las peculiaridades de la propia evolución de cada uno y matizadas en estos tiempos, por la explosión de las redes sociales, que en cierto modo han acercado o alejado más los retos que cada nación y pueblo presentan y determinados por ese nacionalismo a ultranza que no deja que el sentido común sea el que norme las vidas de su gente.
Y lo que se agrava, por ese elemento particular de ser pueblos isleños en los que la cortedad del espacio – la insularidad- les hace ser extremadamente reacios el uno al otro y nunca dispuestos a entenderse racionalmente.
Entonces y debido a ese mecanismo de emociones contenidas y siempre en conflicto y como se ha visto en los últimos cincuenta años, dominicanos y haitianos y por más que lo quisieran, la herencia atávica que los acompaña no les deja aceptarse unos a otros.
Cuando Cristóbal Colón y su primera expedición de aventureros a la fuerza, llegaron en el 1492, la mayoría, gente sacada de las cárceles ibéricas y otros, judíos conversos y sefarditas expulsados del reino de los reyes Isabel y Fernando, esa expedición llegó a la segunda isla mayor de las Antillas y la que políticamente, su pueblo taíno estaba dividido en cinco cacicazgos, no solo que Colón y aventureros vio otra raza y con otro tipo de personas y de piel cobriza y en términos amplios atractiva, sino que por el mismo hecho de su singular expedición, la naturaleza hizo su parte para la mezcla entre taínos e ibéricos y de ese cruce, generándose el criollo. Y tanto blanco o mestizo.
Fue para los años 1600 que el ser humano de raza negra llegó a la isla de manos de expedicionarios esclavistas que saqueaban pueblos africanos enteros y para venderlos como mano de obra esclava a los plantacionistas y mineros europeos en este continente. Concomitantemente, en el occidente de la isla, de origen francés y al oriente, de origen ibérico. De este nuevo cruce nació el mulato (ibérico y aborigen) y el zambo (negro y aborigen) y a partir de ahí las subdivisiones y variables siguientes que las vemos en toda su dimensión en la negritud haitiana o en el criollismo dominicano.
Para los años 1800, ambos pueblos habían evolucionado lo suficiente para generar sus propios tipos de razas o variables de razas adaptadas a su evolución y generando lo más significativo, que los taínos o pueblos aborígenes habían desaparecido.
Ese proceso de extinción del aborigen abarcó desde el 1492 al 1800, es decir, 308 años. Después llegaron otros pueblos, árabes principalmente y que generando una nueva mezcla y al ser de raza blanca, crearon nuevas variables con el elemento común mestizo, sambo y mulato.
Con la raza vinieron las complejidades de la cultura propia y con esta, la definición definitiva de haitianos y dominicanos.
Ahora se está en una parte del espacio-tiempo, mediante el cual, los dos pueblos juegan a tener que aceptarse y convivir entre sí o desaparecer.
Sin embargo, estamos en el siglo XXI y ya no es tan fácil que un pueblo desaparezca al otro y frente esta realidad, se observa como los individuos más evolucionados cultural y económicamente, siempre son los que dan el primer paso para encaminar a sus naciones hacia un derrotero menos conflictivo existencialmente hablando.
Producto de ese convencimiento, parte del empresariado de los dos países y casi al unísono, dio el paso trascendente de buscar una asociación económica que permita modelar mejor el destino de sus naciones. Ese proceso tiene un nombre: Consejo Económico Binacional Quisqueya, que como herramienta positiva empresarial de inequívoco origen de lucro y que, al abrazar la economía de escala, buscaba que los costos disminuyan, los productos fueran más accesibles y la calidad y nivel de vida mejorara notable y permanentemente.
Los políticos fueron los últimos en enterarse, pero a partir del 2012 esa especie de integración económica se comenzó a dar en lo oficial, con los gobiernos del presidente Danilo Medina y el presidente Jovenel Moïse y continuando con el actual presidente Luis Abinader desde el 2020 y reforzado en esta etapa con un elemento común, el comerciante dominicano y haitiano de origen árabe y también judío.
Por supuesto, a nivel de pueblos, los políticos fueron reacios y mucho más desde que nacieron las redes sociales, donde el odio inculcado y por generaciones, todavía tiene mucho cobijo. Hablamos, de que todavía habrá que recorrer estos próximos 25 años y hasta llegar al 2050, cuando el nacido ahora tendrá 25 años y los que viven estarán llegando a los 65-75 años, dándose pie y para que un nuevo tipo de dominicano y haitiano, más identificado con esas nuevas generaciones y esta tecnología nacida ahora, por medio de la cual, el ser humano de los dos países deberá compartir con otro tipo de formas de vida originadas en humanos: humanos con inteligencia artificial, humanos robotizados y robots humanoides y todos, lidiando con el proceso colonizador en otros planetas y el que siempre requerirá mano de obra especializada.
Para ese entonces y como decíamos en nuestro análisis político de estado del pasado 02 de junio de 2025, “los conceptos de naciones y como ahora lo conocemos, estarán en extinción y por ejemplo, dominicanos y haitianos darán paso a una sola identidad: Quisqueyanos” y por lo que entendemos, que para el 2075, seguro que Quisqueya será una República-Estado binacional y como producto de la evolución en los próximos 50 años de los pueblos dominicano y haitiano.
Se podrá estar o no de acuerdo con nuestro planteamiento, por lo que, sí invitamos al lector, a que tenga mente abierta, se despoje de las taras emocionales que nos esclavizan y aunque sea por una vez, entienda, que quienes vivimos ahora, ya para el 2075 habremos muerto y que son los nacidos hoy y quienes en el 2050 tendrán 25 años y en el 2075, cincuenta años, los que decidirán al respecto, o sea, otro nuevo tipo de dominicano y haitiano. Entonces dejémosles la oportunidad y que es suya. Con Dios. (DAG) 05.06.2025
última actualización: 04:48 pm.