lunes, junio 17, 2024
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Perder de golpe 300 mil turistas rusos y ucranianos es un retroceso para la industria turística nacional. Ahora la actividad se reduce y las inversiones e inmuebles bajan, pero se abre la fuga de cerebros de alta tecnología. La creatividad se impone

Cuando ya se creía que la economía en los planos turísticos y de inmuebles de playa se relanzaría, se presenta de golpe la guerra entre Rusia y Ucrania y con la misma, el peor de los escenarios: La posible reducción económica en áreas de Punta Cana, Verón y Bávaro, via la obligada reducción de vuelos turísticos entre los países en guerra y hacia República Dominicana.

Estamos hablando de la reducción de 300 mil turistas y la pérdida de ingresos de no menos 300 millones de dólares para la industria en sí y lo que para una economía que empezaba a despegar, sin duda que es un fuerte escenario nada aceptable para los intereses nacionales.

Agréguesele, que la nueva situación podría significar, no menos de 25 mil empleos directos y casi 75 mil empleos indirectos de pérdidas y que es lo suficiente como para que el área Punta Cana de un sorpresivo salto para atrás, que obligará a los actores económicos darse un compás de espera y hasta ver cuáles serán los efectos reales y directos generados por situación tan volátil.

Desde luego, sin duda que ahora se sabrá, cuan efectiva ha sido la estrategia que el ministro de Turismo, David Collado, ha desarrollado y hasta donde el aspecto bélico ya señalado, afectará los diversos planes turísticos de expansión y en los que, las iniciativas que a este momento implemente el gobierno  dirán y más que cualquier otro paso, si el gobierno sabrá o no aprovechar a favor de los intereses nacionales, la arriesgada apuesta por dejar a un lado la neutralidad y con fines de convertirse en un aliado de Washington y sin que por lo visto y esto lo grave, en el Palacio Nacional no hubiesen juzgado en toda su potencialidad, los efectos perniciosos para nuestra economía de semejante paso político, a nuestro modo de ver extravagante e innecesario.

Por lo pronto, empresarios, comerciantes y negociantes de todo tipo en toda Punta Cana y a esta mañana, no se sienten nada esperanzados de que el gobierno del presidente Luis Abinader no vaya a tomar ninguna otra decisión sorpresiva en materia de política exterior y en lo que se entiende un afán desmedido por halagar al gobierno estadounidense del presidente Biden, por lo menos, sin que antes, nuestro joven presidente no aquilate la posibilidad de una respuesta rusa que no se acomode a los intereses dominicanos y menos, cuando el mercado ucraniano y ahora, decididamente lo deberemos de dar por perdido, por lo menos, hasta que se conozca cual será el derrotero final de la guerra Rusia-Ucrania y que decir, si la misma se expande y se convierte en global.

Dadas esas circunstancias, se hace preponderante que Abinader sea sigiloso y cauto en las lealtades de su gobierno plutocrático hacia EEUU y hablamos en el aspecto de efectos económicos y que en definitiva, es el factor que interesa a la mayoría de los dominicanos, pues en definitiva, nadie cree o considera que en Washington le van a exigir mayor dosis de lealtad, a un Abinader, que prácticamente se olvidó que es presidente de los dominicanos y que por lo tanto, su primera obligación es con sus connacionales, vale decir, con quienes le eligieron.

Naturalmente, el presidente y como cabeza y jefe de la política exterior, podrá hacer lo que él entienda más favorece a sus políticas, pero precisamente por ello hay que advertirle que se ande con pies de plomo, pues, en definitiva, nuestro primer socio comercial solo cree en sus intereses y para nada le importan los de sus socios comerciales y como tantas veces sus diplomáticos, militares y emisarios y a través del tiempo han sabido demostrarlo y en muchos casos, no precisamente teniendo en cuenta los intereses nacionales, para el caso dominicano.

Ahora y cómo panorama general, hay que explorar otros mercados en materia turística o generar combinaciones con terceros países, sea Brasil, Centroamérica o con el mismo Haití o entrar de lleno en el nicho de turismo de negocios y de convenciones, pero sobre todo, que si en estos momentos y si la guerra se expande, ciudadanos rusos ricos quieran garantizarse sus fortunas invirtiendo en nuestra economía, el gobierno no caiga en el error de impedirlo y por temor a reacciones estadounidenses, de esas que entre socios comerciales son tan fáciles de negociar. Mientras que del lado ucraniano deberíamos abrirnos y beneficiarnos de la fuga de cerebros de alta tecnología, que es el nicho humano que en un percance como el que se presenta, es el primer reducto de clase media que tiende a salir de su país.

Además los dominicanos tenemos que tener muy en cuenta, que el efecto más significativo de la guerra Rusia-Ucrania será el aumento a mayor de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense y lo que significa, que los indicadores de inflación irán mucho más hacia arriba y que en una economía dominicana tan dependiente de la estadunidense, impulsará un efecto multiplicador que no pudiera ser bien aceptado o bien visto por el gobierno dominicano y todos sus agentes económicos, dado su claro significado de desestabilización económica y financiera.

Lo anterior significa, que, si Abinader no sabe manejarse con cierta cautela y prudencia y su evidente aspiración de hacerse sentir como un estrecho aliado estadounidense se pasa de todo límite de corrección, su gobierno entonces podría caer en una situación de entrampamiento tal, que cuando menos se venga a ver y a la ciudadanía, sentir en sus bolsillos la debacle que se le viene encima, su mismo gobierno quedaría expuesto a una situación de controversia nada lisonjera.

Ahora bien, como Abinader tiene tantos genios y teóricos alrededor suyo, quizás estos le ayuden a disminuir los efectos desastrosos de una crisis económica inducida como la que se está generando y debido a esa frívola política suya de creerse, que en materia de amistad y solidaridad con Washington debe anteponer los intereses estadounidenses a los dominicanos y lo que también hay que advertirle y para que no termine cometiendo un mayor traspiés, que políticamente le sea extremadamente costoso.

Mientras, debe reflexionarse sobre esta realidad, de que perder de golpe 300 mil turistas rusos y ucranianos, es un retroceso para la industria turística nacional. Ahora la actividad se reduce y las inversiones e inmuebles bajan, pero se abre la fuga de cerebros de alta tecnología. La creatividad se impone. (DAG)

 

 

 

 

 

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