Hará cosa de menos de dos meses, que nos pronunciamos sugiriendo que el gobierno y si quería resolver a lo inmediato la fuerte población de trabajadores haitianos no reglamentados migratoriamente, tenía que hacer una de estas dos iniciativas o ambas a la vez: Otorgar visados de trabajo por un año para proceder a la legalización de los indocumentados haitianos y cerrar por igual periodo la frontera común y como la mejor política para traer tranquilidad a nuestra economía.
Por supuesto que los agitadores de siempre, todos esos de fanáticos anti haitianos y fundamentalmente racistas del Instituto Duartiano y del grupo político vinchista de dominicanos de origen árabe, pondrán el grito en el cielo y hablarán de todo lo peor que entiendan para contrarrestar una política de reordenamiento como el que proponemos y sabiéndose, que si ahora hay “una invasión de haitianos”, como tan exageradamente esos seudos nacionalistas pregonan y reproducidos por el sector mediático más reaccionario, se debe al error cometido por este gobierno, de destruir y darle las espaldas al magnifico programa de regularización del indocumentado haitiano que había llevado a cabo el gobierno anterior.
Sabotaje, no hay otra forma para describirlo, porque el gobierno quiso complacer a industrias, cañera, de construcción y agroindustrias que requerían de la mano de obra haitiana, pero bajo un sistema encubierto de mano de obra esclava y que dio por resultado, que, en estos tres años, no menos de 300 mil haitianos indocumentados cruzaron la frontera en base a traficantes de personas y a la corrupción militar y de migración en la franja fronteriza.
Y ahora, cuando en el gobierno se dan cuenta de que metieron la pata, que el sabotaje que hicieron fue un error mayúsculo, entendemos lo dicho en la tele en el día de ayer por el canciller Álvarez y como vocero de nuestra política exterior.
No decimos que toda la culpa haya que adjudicársela al gobierno, sino que simplemente y con el ímpetu de haber llegado al poder en el 2020 en una gran ola de popularidad, el presidente Abinader entendió a aquel momento, que desconociendo lo que se había hecho para regularizar el haitiano indocumentado, él no lo entendía correcto.
Por eso y dándole el beneficio de la duda, consideramos, que esta nueva manifestación de replanteamiento sobre la política migratoria frente Haití, es un anuncio correcto y oportuno que aparta al gobierno y ya en su último año de mandato, de que se le pudiera ver como un ente que apoyaba una determinada forma de apartheid y que para nada beneficiaba a nuestra nación.
Naturalmente y como había que suponerlo, los racistas anti haitianos arriba aludidos, gritan y patalean diciendo que tampoco se puede permitir que el gobierno efectúe esta nueva regularización y con el propósito de ajustar la inmigración ilegal de que cada negocio, empresa o industria tenga bajo nómina de cada 100 trabajadores, 80 dominicanos y 20 extranjeros, pero y decimos nosotros, debe hacerse un apartado de regularización expresa para el trabajador haitiano que ya tiene contrato de trabajo y que, de implementarlo, no menos de 400 mil trabajadores y empleados haitianos, quedarían regularizados de inmediato.
Sobre este particular, hay que recordarles a las familias Abinader y Arbaje y poniéndolas de muestra al tener hijos que dirigen la República desde el Poder Ejecutivo, que cuando sus ancestros llegaron del Líbano vía Venezuela y primero recalando en Haití, donde formaron parte de la pequeña clase media de origen árabe y turco que hay allí, un año o dos luego, pasaron a este país entrando por Barahona, San Juan de la Maguana y Santiago y gracias a sus esfuerzos y trabajo denodado, esos inmigrantes crearon familias, que tres generaciones después eran dominicanos de nacimiento y dejando atrás su primera condición de indocumentados.
Exactamente, es ese mismo paso el que ahora hay que hacer y mucho más, cuando el 90 por ciento de los indocumentados haitianos han formado familias binacionales con dominicanos de origen haitiano y los que experimentan el mismo contratiempo que los haitianos de origen dominicano en Haití y que no es un asunto solo de nacionalismos estrechos, sino de mucha irracionalidad.
Para reforzar nuestro argumento tomemos los casos de los dominicanos que inmigraron a EEUU para los años sesenta y setenta del siglo pasado y que lo hicieron por un acuerdo de gobierno a gobierno, para sacar del territorio nacional a jóvenes dominicanos de mentalidad seudo castrista y terrorista y a quienes se les otorgaron visados turísticos, que después y con el tiempo se regularizaron como residentes legales y posteriormente se nacionalizaron.
En razón de aquella iniciativa de alta política, ahora, aquellos inmigrantes dominicanos fueron la semilla que produjo en la actualidad, más de un millón de estadounidenses de origen dominicano, sea por inmigración o porque nacieron en EEUU y de los que ahora, como retirados de 30 años de trabajo han vuelto al territorio nacional desde el 1996 como residentes retirados y quienes además están protegidos por la absurda ley de doble nacionalidad que los equipara como supra dominicanos superiores a los dominicanos que no hemos cambiado de nacionalidad y que fue una iniciativa propiciada por el empecinamiento de un dominicano de origen haitiano, José Francisco Antonio Peña Gómez y un residente legal en la nación del norte, cuya madre se nacionalizó estadounidense, Leonel Fernández y llegándose al extremo, de que por demagogia, populismo y politiquería, a esos extranjeros se les permite que voten en nuestras elecciones, sean altos cargos en todos los partidos políticos y funcionarios legislativos y de administración desde el gobierno pasado al presente.
Si todo lo anterior ocurrió y que ahora en materia de elecciones, los políticos criollos pretenden que la Junta Central Electoral legalice el voto en EEUU para que no menos de medio millón de inmigrantes dominicanos y estadounidenses de origen dominicano voten en las elecciones de febrero y mayo de 2024 y si estas se materializan. Recuérdese el pero geopolítico en Europa y el renovado con Haití con la ocupación militar en ciernes y por lo que con franqueza lo decimos, se impone la regularización de todos los dominicanos de origen haitiano nacidos aquí y quienes mal calculados, representan unos 300 mil votantes aproximadamente, que se supone debería ser un nicho atractivo para los políticos.
Así y en definitiva, lo que entendemos, es que también hay que acabar con la existencia artificial del indocumentado haitiano que hasta ahora solo ha servido para incentivar la peor corrupción entre militares y agentes de migración e impulsando directamente la trata de personas y con ellas, el narcotráfico, el comercio sexual y el descrédito absoluto para República Dominicana como estado apartheid.
Simplemente, creemos que hay que despojarse de irracionalidades, fanatismos y estupideces y entender, que, así como en EEUU cerca de tres millones de estadounidenses de origen dominicano han nacido desde el 1966 hasta el presente y aquel país no ha desaparecido y menos su idiosincrasia con una totalidad de 40 millones de estadounidenses originarios de 30 países y culturas diferentes, igual ocurrirá aquí y aun cuando podamos tener en pocos años, dos millones de dominicanos de origen haitiano.
De ahí que consideremos, que si el canciller Roberto Álvarez e interpretando la política internacional del presidente Luis Abinader, entiende que hay que cerrar la frontera y proceder a una regularización correcta de la población haitiana flotante. Sin duda, es la mejor política que se puede tomar. (DAG) 04.09.2023