lunes, junio 17, 2024
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¿Realmente esta nación es “la última neocolonia de EEUU? Y nuestra rápida respuesta: Desde luego que no, pues con su economía emergente, este país hace rato que alzó rumbo y en piloto automático y sin detenerse.

Por entrevista concedida y como si fuera una gracia de algún tipo de divinidad al matutino centenario capitaleño, el corresponsal y analista estadounidense Danny Shaw, se permitió elaborar una tesis respecto a las relaciones dominicanas-estadounidenses y el criterio que el susodicho tiene, en cuanto a que entiende a esta nación, algo así como “la última neocolonia de Estados Unidos”.

Concretamente, el también “especialista en asuntos haitianos”, dijo en concreto lo siguiente y para justificar su temerario juicio de valor: “República Dominicana va a ser la última neocolonia de Estados Unidos, yo creo que este país basa el 50% de su economía en el intercambio comercial con Estados Unidos y dudo que el presidente quiera cambiar eso para asociarse con otra potencia, por ejemplo, China”.

En este mundo globalizado  dirigido en este hemisferio por una potencia global que hasta hace poco se la entendía unipolar, pero a la que las circunstancias y sus mismos limites de vida, clasifican como parte de un nuevo mundo multipolar, pretender caer en el razonamiento, de que una nación, cuya economía emergente es de tal proyección de dinámica de crecimiento continuo, que a la fecha, mientras la mayoría de las naciones del continente solo muestran una proyección de no mas el 3 por ciento del PIB, República Dominicana se presenta con un fortalecido 5 por ciento de su PIB para el año 2023, es muy difícil que se pudiera apelar a la dudosa clasificación de que es una supuesta “ultima neocolonia de EEUU” y mucho menos, cuando como socio comercial de apertura y avanzada, tiene presencia y fuerte, dentro de las seis principales economías del planeta. Pero sí teniendo una falla, hija del afán de lucro de su oligarquía y los agentes económicos y financieros, de que tal crecimiento de productividad y riqueza no llega a los ciudadanos dominicanos de clase media y de a pie.

Entiéndase y si nos fijamos en la connotación política del término, que habla de un país extremadamente dependiente de otro y que no es el caso dominicano, aunque si nos fijamos bien, perfectamente que puede dársele a Haití, cuya economía depende en más de un 80 por ciento de productos agrícolas, manufacturados y semi elaborados dominicanos. Sin embargo, al ser el origen del 60 por ciento de mano de obra primaria para la industria y el campo dominicanos, bien que también podría hablarse, que, en estos dos aspectos, son economías complementarias entre sí, pero ninguna subordinada a la otra.

Ahora bien, si recordamos la definición clásica de lo que es neocolonialismo y que con cierta reticencia recoge la enciclopedia libre Wikipedia, nos enteraríamos de la siguiente definición: “El neocolonialismo es la práctica geopolítica que se encarga de utilizar el mercantilismo, la globalización empresarial y el imperialismo cultural para influir en un país en el que grupos de pocas personas que hablan el mismo idioma y tienen la misma ciudadanía que los neo-colonizados, establezcan una élite para dirigir las poblaciones y apropiarse de las tierras”.

De entrada y por control casi monopólico de sus medios de producción y los otros de comunicación y de información de masas por parte de su oligarquía, se podría hablar, de que en Republica Dominicana todavía existe un cierto control de la vida de consumo de los dominicanos y ni hablar en su contraparte haitiana donde el concepto esclavitud económica es el enraizado, pero cuando se observa que con su rebeldía populista continua, el neocolonialismo y visto desde la perspectivas políticas, es una realidad que no puede ser vista sólo en blanco o negro y sencillamente, porque la toma de decisiones políticas propias por la población y tanto si es inducida o porque nazca de ella misma, lleva a la contrapartida tan significativa, de la aplicación de un ambiente de populismo, queriendo decir con ello, medidas populares para ganarse a la población y aun si se establecieran al costo de “tomar medidas contrarias al Estado democrático” se hace evidente, que lo de neocolonia como tal, no es para aplicación en esta nación.

Recuérdese que, por colonialismo, se entiende el dominio de un estado extranjero sobre otro, mientras que el neocolonialismo, no es más que el control directo de un estado por su propia clase gobernante, vale decir, su oligarquía y la que, por derivación, a través suyo, las antiguas potencias coloniales y sus oligarquías, continúan ejerciendo dominio.

Si tomamos de muestra lo que ocurre en el escenario dominicano con relación al escenario haitiano, se verá, que el primero tiene dominio y características propias, aunque sí con una gran influencia de los mercados financieros globales, mientras que en el segundo acontece lo opuesto, pues allí se funciona y se actúa tal como si Haití realmente nunca haya dejado de ser colonia y después que obteniendo su independencia, Francia le condicionó su reconocimiento al pagó de una monstruosa deuda de 21 mil millones de dólares por “resarcimiento de las pérdidas materiales”  experimentadas por sus ciudadanos capitalistas allí.

Dadas esas acreencias, Haití nunca ha podido crecer y desarrollarse económicamente, antes, estaba en manos francesas y luego por aquello de compra de deudas, a manos de capitalistas estadounidenses y estos, mediante sus empleados en el terreno y convertidos en burguesía dinámica, erigiéndose en esa oligarquía formada por doce capitalistas y sus familias, que a la fecha aprisionan y ahogan al pueblo haitiano, mientras la mayoría de sus miembros viven y dirigen sus negocios desde el extranjero.

Dicho lo anterior, es fácil colegir o suponer, que el periodista Shaw y quien parecería que responde a los intereses de su país así como de una parte de la oligarquía haitiana y en particular, por razones de sangre y negocios, con la oligarquía dominicana y ahora formando parte del primer gobierno plutocrático de este país, tiene en mente un concepto muy singular de la realidad de los dos países limítrofes y de ahí, que por un lado, abogue en la entrevista citada, porque “a los haitianos hay que dejarles gobernarse” y que si fuera cierto, debería aplaudirse, al tiempo que a los dominicanos nos recuerda, que dado que según él, “este país basa el 50 % de su economía en el intercambio comercial con EEUU” y olvidando, que la otra mitad del intercambio comercial es con el resto del mundo y este creciendo, hace prácticamente imposible que semejante entramado se entienda como propio de una dependencia neocolonial por sí misma.

Desde luego, respetamos el criterio tan singular del colega estadounidense y el que, a nuestro modo de ver, responde a ese caduco criterio imperialista del que por lo visto Shaw entiende que existe y porque estuviera detenido en el tiempo.

No obstante y viendo la actual realidad mundial de naciones en guerra regionales con proyección planetaria y frente al porfiado interés, de un EEUU que poco a poco está perdiendo su hegemonía unipolar y para irse de bruces frente al nacimiento de un mundo multipolar por el que, todas las reglas de la vida humana y en particular las económicas están experimentando una increíble transformación estructural, que definitivamente haya que entender, que a estas alturas, ninguna forma de colonialismo o neocolonialismo, por lo menos en esta parte del mundo, podrá continuar imponiéndose.

Y lo que nos da la razón para preguntarnos: ¿Realmente esta nación es “la última neocolonia de EEUU? Y nuestra rápida respuesta: Desde luego que no, pues con su economía emergente, este país hace rato que alzó rumbo y en piloto automático y sin detenerse. Con Dios.  (DAG)

 

 

 

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