Relacionar tiranicidio y golpe de Estado contra el gobierno de Bosch en 1963 no es provocación; pero guardan relación. El comando de acción que perpetró la emboscada que dio al traste con la vida del dictador Rafael Trujillo el 30 de mayo de 1961 tuvo éxito; el sector político, en cambio, fracasó casi una hora después del tiranicidio.
Por un cúmulo de circunstancias el jefe de estado mayor del Ejército, general José René Román Fernández, que debía dar un golpe de Estado, había salido con el general Arturo Espaillat al éste informarle que Trujillo había sido víctima de un atentado en la autopista de San Cristóbal. El cúmulo de circunstancias que arropó la noche de ese último martes de mayo de 1961adquirió, como pensaba Marx de la casualidad, categoría histórica.
Los complotados evidentemente no tenían un “plan B” si fracasaba el golpe de Estado que Román Fernández debía propiciar. Ese no fue el único error de los héroes del 30 de mayo; tampoco repararon en que la dictadura tenía modernas y sólidas estructuras que no se desmoronarían como un castillo de naipes simplemente porque la hidra había sido decapitada.
Trujillo no era Heureaux. Su régimen tenía, además de raíces firmes, la eficaz colaboración de la “intelligentsia” dominicana que permaneció en el país durante la dictadura. Los conjurados de mayo de 1961, como su líder Antonio de la Maza, consideraban que una vez muerto el tirano el régimen se desmoronaría como sucedió con el de Ulises Heureaux en 1899; o que, cuando la situación se calmara, tomarían por la vía democrática el poder político.
La política es una partida de ajedrez imprevisible. Juan Bosch, entonces desconocido para los dominicanos, pero con dilatada experiencia política, sorprendió al obtener 59% de los sufragios en las elecciones de 1962. Un resultado tan abrumador que ni la Unión Cívica Nacional ni los conjurados se esperaban y, de nuevo, perdían el poder político.
En política siempre hay otra oportunidad: entre los militares que firmaron el acta que derrocaba el gobierno democráticamente elegido en 1962, figuran los sobrevivientes del 30 de mayo, Imbert Barrera y Amiama Tio que, en 1961, no logró contactar a Román Fernández para que derrocara, como estaba previsto, el gobierno “títere” de Balaguer. Tanto los militares como los civiles que incitaron y apoyaron el “putsch”, llevan a cuestas cierta responsabilidad en el golpe de Estado de 1963. Por: Guillermo Piña-Contreras (Listín Diario)
NOTA de la Redacción: El autor olvida, que los planes del “comando de acción” se vinieron abajo desde que De la Maza y Juan Tomás tuvieron sendas motivaciones personales y no políticas para participar en el magnicidio e igualmente asociados directos a los crímenes que les achacan al régimen. De La Maza era un señor de horca y cuchillo en todo el Sur y se le viró a Trujillo porque no estuvo de acuerdo con que un hermano suyo fuera asesinado en la operación quirúrgica que hubo inmediatamente luego del secuestro de Galíndez y que implicó, que ese hermano -Tavito- también tuvo sus manos manchadas de sangre.
Luis Amiama Tió era parte de la estación local de la CIA, cuyos oficiales le incentivaron para que conquistara a Román Fernández, casado con una hermana de Trujillo y con miras de que el militar diera el golpe de Estado fallido, Amiama era un señor rico propietario de la empresa de transporte público de autobuses La Cigüeña.
Imbert Barreras era subdirector de la Cedula y hermano de un militar con cementerio propio y en cuanto a Bosch, ese presidente y desde que llegó al poder y descubrió su incapacidad e incompetencia para saber gobernar, alentó el posterior golpe de Estado, que al final le resultó en la mejor plataforma para convertirse en el gran ideólogo, pensador y líder político y con una indudable proyección política, intelectual y literaria ampliamente reconocida.
Lamentablemente, los miembros de las clases intelectual y mediática, salvo excepciones, no han sido capaces de desnudar en una autocrítica cierta, la verdad de lo acontecido en la Era de Trujillo y lo que no han hecho, porque saben que los antitrujillistas y con el Consejo de Estado y la Unión Cívica y junto a la familia Vicini, fueron los responsables del saqueo perpetrado contra la riqueza nacional entre el 1961-1965 y con el supuesto pretexto de que “Trujillo se lo robó todo al pueblo dominicano”, cuando en realidad, el Generalísimo nunca se cansó de decir, que todos esos activos pertenecían al pueblo dominicano y lo que en su última entrevista en la Hacienda Fundación a periodistas estadounidenses, entre otras cosas, dijo que “los dominicanos serían unos pendejos, si dejan que lo que he construido, los enemigos del país se lo roben” y como efectivamente sucedió.
También hay que resaltar, la altanería e incapacidad mental del hijo mayor de Trujillo, Ramfis. Hombre mediocre y pusilánime, cobarde y chulo de sociedad, quien por no estar preparado para gobernar fue el primer traidor -en la época- de la nación y responsable directo de la innecesaria masacre de conjurados, presos por haber sido parte del magnicidio. (DAG-OJO)