lunes, junio 17, 2024
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Todo final es un comienzo

Parecería que los bárba­ros están a las puertas. No se­ría la prime­ra vez, pues la historia tiene la extraña manía de repetir­se, pero si fuera un buen mo­mento para preguntarse ¿có­mo llegaron hasta aquí?, o mejor dicho, ¿por qué no hi­cimos nada para evitarlo?

Vivimos en una sociedad distópica en la que el futuro lejano se proyecta sobre un presente inmediato; un espe­jo que refleja las contrarieda­des culturales de dos mode­los antagónicos que siempre han coexistido y que en los últimos años se separan: el mundo de la élite y su aspi­racional proyectado y, la otra realidad, la de la masa, esa que una vez fue rural y que el modelo económico vigen­te la cambió a urbana, perifé­rica, residual, desechable…

Mientras la visión patri­monial se proyectaba en có­digos que mantenían a la sociedad jerarquizada, no había problemas: la élite en sus clubes, sus colegios, sus espacios de ocio y sus palmi­llas… el resto en donde le to­caba estar, sobreviviendo co­mo pudiera hacerlo; y esta dinámica social se reflejaba en lo político a través de pro­puestas electorales identifi­cadas con el modelo domi­nante, en el que la estructura clientelar -con sus redes y de­pendencias- imponía la op­ción de su preferencia.

Quizás todo habría aguan­tado más, de no ser por ex­ternalidades que en poco tiempo han erosionado las bases mismas de la estructu­ra de dominio, cuestionan­do su eficiencia y acelerando la movilidad social, y esto no solo se traduce en ocupación y coexistencia de espacios y proyectos, también conlle­vará empoderamiento, con­ciencia de clase/grupo y una movilización que en algún momento se reflejará en as­piracionales políticos, conse­cuencia y razón de ser de to­da democracia.

Esto ha pasado antes, sin dudas, pero no a un nivel cua­litativo y cuantitativo y en una escala de tiempo que desbor­da la capacidad de asimilación y absorción de la élite hacia los nuevos intrusos. El resultado será diferente: ante el más ro­tundo fracaso de la clase polí­tica y económica en satisfacer sus necesidades más urgen­tes, una población muy jo­ven, poco instruida, total­mente acrítica y ausente del proyecto dominante de po­der, inevitablemente no so­lo buscará nuevas formas de expresarse y comunicar­se, también de organizarse a través de sus reglas y sus re­presentantes.

Así las cosas, en poco tiempo la clase política tradi­cional se verá enfrentada por proyectos que, si conectarán con ese universo mayoritario de condenados de la tierra, y será desplazada por él. Al fin de cuentas, nadie cuidó de las puertas, o quizás, vistos los hechos, los bárbaros sean otros. Por: Federico A. Jovine Rijo [Listín Diario]

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