lunes, junio 17, 2024
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Un país, cuyos políticos y empresarios se doblegan con el simple recordatorio de que la embajada estadounidense les puede quitar sus visados, es uno que no merece que se le llame independiente y soberano

Con el desagradable asunto este de la quita de visado a un imputado por hechos de corrupción y alentado desde el mundo oficial y simplemente porque el mismo gobierno dominicano y por vías informales, da la impresión de que solicitó vía un pasquín innoble ante la encargada de negocios de la embajada estadounidense, que el impedimento se colocara.

Los dominicanos y por derivación, hemos quedado desnudados como una nación cuyo gobierno no se respeta y sí que como lacayo o amanuense de Washington, se le supone, que es capaz de llegar a las peores ignominias e inconductas y con tal de hacerle el mayor daño posible a un ciudadano que está defendiendo su honor desde los tribunales.

¿Su delito mayor?, haber logrado que una de las instituciones burocráticas de la secretaría general de la ONU y en materia de procedimiento legal, hubiese concluido en un informe solicitado expresamente por el perjudicado en aras de su libertad, que el gobierno dominicano había estado actuando mal y pésimo en su afán desproporcionado de querer mantenerlo en prisión ilícita a como dé lugar.

El gobierno del presidente Abinader, en vez de haber dispuesto una revisión de sus métodos de coerción y para ver si efectivamente violaba procedimientos y derechos, no hizo lo que procedía y en su lugar, los tres más altos cargos de la Procuraduría General de la República a cargo de la justicia represiva en función “independiente” al Poder Ejecutivo, se le fueron al cuello, al ciudadano, Jean Alan Rodríguez  y quien como tal y prevalido de las garantías constitucionales que acompaña a todo imputado y en una muestra significativa  de abuso de poder extremo, se le trató de apabullar y descalificar mediáticamente aún mucho más y haciéndolo con toda la mala fe, odio y falta de mesura del que burócratas borrachos de poder, entendían que podían actuar.

No repararon en el daño que estaban haciendo y en las violaciones expresas del estatuto constitucional y hasta llegar a la barbaridad, de coludir en apariencias con empleados diplomáticos de la embajada estadounidense y para que estos y motivados por lo más parecido a un pasquín, pidieran la ayuda posible o probable a sus superiores en el Departamento de Estado y para que fuera su gobierno el que atrevidamente descalificara moral y políticamente al objeto de sus odios y resentimientos más irracionales y sin importarles, que con su abusivo como inusitado planteamiento, humillaban a la nación.

Y ahí caemos al objetivo de nuestra critica, que en este país y lamentablemente, políticos, empresarios y miembros de la clase gobernante le temen como el Diablo a la Cruz que el consulado estadounidense les despoje de sus visados a que un tribunal pudiera condenarles a 30 años de prisión o pena de muerte.

En nuestra época del ejercicio del periodismo político como el “periodista del presidente” (años 1966-1978) no una y sí muchas veces fuimos testigos de como diplomáticos estadounidenses humillaban a funcionarios y altos cargos legislativos, municipales, políticos y empresariales y en aquellos tiempos de la Guerra Fría, suprimiéndoles sus visados o simplemente, amenazándolos, era poco menos un arma de destrucción masiva en manos de aquellos funcionarios estadounidenses que se dispusieran a hacerle el suficiente daño a un gobierno.

El fenómeno lo vimos repetidas veces en los ámbitos civil y militar y hasta siendo testigos de piedra de determinados comportamientos indignos por parte de adultos con responsabilidades públicas oficiales y empresariales y hablamos con pleno conocimiento de causa, ya que muchas veces fuimos invitados por uno que otro embajador estadounidense y sus agregados políticos, a compartir informaciones de esas cercanas a alto secreto de Estado y también opiniones o confrontación de informaciones y en un plano de relativa igualdad en ambiente distendido en determinados sábados y en el mismo despacho del embajador jefe.

Esas reuniones de lo más parecido a un comité político secreto, nunca con quienes tratamos, hubo el menor ápice de imposición y si de respeto a quien nuestros interlocutores entendían que era el periodista mejor documentado e influyente de aquellos años. Tampoco, nunca pedimos algún favor y las reuniones terminaron abruptamente, cuando a uno de esos embajadores y ya en un plano más reservado en su residencia, le advertíamos que tratara de defenderse lo mejor posible porque teníamos informes de que sería investigado por corrupción y tráfico de influencias  y que luego fuera la causa de su destitución y ahí mismo fuimos borrados de la lista que permitía que esos sábados fuéramos a las reuniones mencionadas en su despacho o que fuéramos invitados a las reuniones sociales.

Igual ocurrió con otros diplomáticos en juntas de almuerzo de análisis y perspectivas, algunos europeos y siempre hubo el debido respeto y distanciamiento que daban los cargos con los que nos reuníamos y siempre pensando lo mejor respecto a los intereses dominicanos que siempre entendimos que había que salvaguardar y por supuesto, los europeos nunca se comportaron con arrogancia o hacían uso de mentalidad colonial alguna y como sí era costumbre de los estadounidenses.

Tampoco el presidente Balaguer objetó esas reuniones puramente extraoficiales y quien le bastaba el resumen verbal que le hiciéramos de la mismas. En cambio, y esto como simple anécdota, sí prestó oídos a la campaña desinformativa de odio que, en nuestra contra, muchos de sus funcionarios, medios y periodistas montaron y con tal de que nos sacara del Palacio Nacional, que era nuestra fuente informativa principal.

La expulsión, la llevamos como la mejor presentación y a modo de medalla, de que, siendo un periodista aliado del presidente, nunca dejamos de publicar todo lo relativo a hechos, actos y acusaciones de corrupción y lo que nos valieron tres años fuera de Palacio y hasta que llegó el momento de la caída del poder, que fuimos en su auxilio en los acontecimientos conocidos como el gacetazo y de lo que nos sentimos orgullosos, porque le cumplimos con lo que nos pidiera en el 1972: “Quiero que hagas una columna diaria en la que se ataque la corrupción de mi gobierno. Tienes el suficiente talento y capacidad para hacerlo y para tenerla de punto de comparación frente a ese periodismo adocenado que tenemos”.

Antes de esa expulsión, sucedió lo de la infame publicación del periódico El Siglo, de publicar fuera de contexto esta columna de opinión y en siete páginas durante tres días y haciendo ver que criticábamos con dureza la corrupción oficial y que fue un pasquín alentado por el banquero Nene Ureña y su válido, Luis González Fabra y el que ahora y en retrospectiva, nos consagró como uno de los pocos periodistas de este país realmente independiente a todos los poderes públicos y privados.

Retomemos. Después del 1978 y todavía en este año 2023, todo cambió. El arribismo político llego en hombros de la sumisión y oportunismo más rastreros y tanto, que un simple secretario de la Cámara Americana de Comercio de República Dominicana (AMCHANDR) tenía para cualquier dominicano funcionario o empresario, más poder en influencia que un miembro del gabinete de gobierno. Supóngase entonces cuando se trataba de hacer contacto o relación con un diplomático estadounidense.

Pero lo que acaba de ocurrir ahora con el destape de la decisión de Washington de humillar al Estado Dominicano y a este país, imponiendo el cese del visado de determinado exfuncionario y sus familiares directos y sin que nadie del Estado hubiese protestado al respecto. A nuestro modo de ver, rompe cualquier esquema o medida conocida y lo que a todo dominicano debe darle vergüenza.

Que recordemos, nunca un gobierno dominicano había llegado tan bajo, en el afán de uno que otro de los suyos y por castigar a un ciudadano, quien ante la ausencia de derecho a la justicia para defenderse de las imputaciones que se le hacen, prefirió concurrir ante el Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias y obteniendo ganancias de causa.

Lamentablemente., este tipo de situación e hija de un poder realmente fuera de control en sus hábitos y métodos de administración no será un asunto que ocupará mucho espacio en los medios y por el simple detalle, de que estos, sus dueños, ejecutivos y periodistas, temen también que desde la embajada se ordene al consulado que les despoje de sus visados.

De esta manera, lo que debería ser un escándalo estremecedor a nivel político, no pasará de un lamentable chismorreo de comadres y al suceder, veremos cómo los funcionarios diplomáticos y consulares radicados en este país y no solo los estadounidenses, se comportarán con mayor arrogancia frente a funcionarios y empresarios y con ese abusivo desdén hacia los dominicanos que van en busca de sus visados.

Pedirle al presidente Abinader, que reflexione sobre este asunto, ciertamente que es exponernos, a que, en su desmedida arrogancia, el jefe de Estado y de Gobierno pretenda apabullarnos y lo que, por supuesto no es nuestra pretensión y sí queriendo, que lo decimos, esto se vea como la muestra sana, de lo que, en este tipo de casos, se debe o no hacer.

Tampoco y aun cuando parezca lo contrario, sobre este particular, no tenemos por qué recriminarle al presidente; si acaso, criticar a sus yonosecuantos asesores y quienes por los errores de bulto que cometen, parecería, que no les duele este país y que también suponemos el suyo. Entendemos entonces, que en el gobierno deben reflexionar y considerar, que a quien está en el poder, no todo le es permitido y por más que los demás asientan a todo lo que quiera o solicite. Solo eso.

Mientras tanto y en lo que el hacha va y viene y el tiempo se acorta, entendemos, que un país, cuyos políticos y empresarios se doblegan con el simple recordatorio de que la embajada estadounidense les puede quitar sus visados, es uno que no merece que se le llame independiente y soberano. Con Dios. (DAG) 13.12.2023

IMAGEN: Recreación artística sobre "la bandera" de los estadounidenses de origen dominicano.

 

 

 

 

 

 

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