También hay que tener en cuenta la mentalidad del presidente estadounidense, la de un hombre combativo que no rehúye pleitos, pero quien también y si no se controla, fácilmente se expone a cometer ciertos errores, que al final le dañen su política y en consecuencia, pierda la imagen favorable que en lo personal siempre debería tener.
Al fin y al cabo, no es menos cierto que cada vez que los demócratas llegan al poder lo ponen todo patas arriba y siempre son los republicanos quienes tienen que asumir el establecimiento de políticas correctivas que pongan orden en lo que ha sido institucionalmente desarticulado.
Igual no debe perderse de vista, que el grueso de los llamados “ilegales”, la mayoría entró en base a un visado de turista, lo que significa, que automáticamente la autoridad migratoria y el departamento de Interior tienen todos los datos más que suficientes para saber de qué persona se trata.
Por eso, lo correcto debería de ser, que, en base a esos registros, Migración publique avisos de llamado a este tipo de ilegal y con el solo propósito, de que si el mismo demuestra que está trabajando en uno regular y paga sus impuestos, entonces y para ese tipo de “ilegal” haya una flexibilización y de suerte, que dándosele un tiempo prudente regularice su situación y eso sí, conminándole a utilizar los servicios de abogados estadounidenses.
En cuanto a los otros, los que en verdad son ilegales y por ejemplo, las bandas de facinerosos latinos, principalmente de origen mexicano-texano-californiano-neoyorquino y las otras bandas criminales compuestas por otras nacionalidades y no de este continente, contra todas estas, sí que las autoridades deben perseguirlas y no darles descanso.
Pero ahora, lo que se está viendo, es que Trump y queriendo perseguir las bandas criminales, ha metido en el mismo grupo a los trabajadores que momentáneamente son ilegales y al no disponer de visados de trabajo, pero sí habiendo tenido visados de turistas.
Si en la Casa Blanca hicieran este tipo de diferenciación, ahora no se estuviera dando la delicada situación, de que la masa de trabajadores ilegales latinoamericanos esté haciéndose sentir en base a algún tipo de huelga de brazos caídos, mientras paralelamente, estadounidenses de nueva generación y de origen latino, cometen el error de agredir y prejuzgar a los otros “latinos” que no nacieron en EEUU y que solo llegaron allí buscando trabajo y mejor calidad de vida.
Creemos entonces, que quienes deberían hacer notar la diferencia entre uno y otro grupo y en primer plano, son las embajadas y consulados de los países latinoamericanos principalmente, pues al fin y al cabo, si bien es cierto que Trump pudiera lograr y esto, hipotéticamente, que 11 millones de ilegales pudieran ser enviados a sus países por ser una masa de trabajadores indocumentada, no lo es menos, que con semejante expulsión, no serían uno ni dos los países al sur del Rio Grande que se verían afectados, tanto en envío de remesas como incapacidad para dar mano de obra a semejante masa de gente sin trabajo.
A nuestro juicio, todo lo anterior es lo que las autoridades estadounidenses deberían tener en cuenta, como también cierto tipo de presión extrema contra los familiares en sus países de origen, de quienes están ilegales, para que sean sus propios familiares y ya con visados, a quienes se les haga saber, lo conveniente de que sean ellos mismos y desde sus países, quienes les hagan presión a sus parientes, para que se regularicen y si no quieren que sus visados les sean cancelados y lo que es mejor, que ver a sus familiares mal presos y esposados.
O sea, explorando medidas burocráticas nada traumáticas, creemos que Trump podría lograr su propósito de regularizar a la población ilegal en su país y no como se está haciendo ahora, que el presidente estadounidense está siendo víctima de sus propios ímpetus y convirtiéndose en materia de imagen, en una especie de troglodita que no tiene en cuenta el sentir humanitario de un EEUU que desde su origen ha sido una tierra favorable a los inmigrantes.
Lo que hay que puntualizar y en razón de que no hay latinoamericano que ignore, que el poder absoluto de la primera potencia en este continente y lo que ha estado más que demostrado, no solo cuando se creó la doctrina Monroe de “América para los americanos”, sino cuando Washington se opuso a la pretensión de Simón Bolívar de crear una unión en base a los países que libertó o más reciente cuando influyó para que la provincia de Panamá se independizara de Colombia y con el solo propósito de crear la República de Panamá y que fuera el instrumento jurídico para crear a su vez el Canal del mismo nombre.
Conociéndose esta parte de la historia, nadie en su sano juicio va ignorar o pasar por alto la vocación imperialista de un EEUU, que cuando quiso expandir su territorio, no titubeó en crear una guerra con México y para arrebatarle a la Nueva España la mitad de su territorio o cuando desde que “los primeros americanos llegaron a América”, cometieron el grave genocidio de asesinar y arrasar a los dueños originales de la tierra en la parte de Norteamérica: Sus aborígenes
Entonces, Trump debería buscar alternativas juiciosas a su política migratoria y porque al final y de continuar con el ímpetu de ahora, se ganará innecesariamente enemigos rabiosos y no solo a los países latinoamericanos sino a los mismos latinoamericanos y quienes y como todo ser humano, al sentirse acorralados lucharán hasta morir para no perder sus idiosincrasias y países.
¿Se entiende porqué advertimos, que una cosa es perseguir las bandas criminales y otra, que, por esa persecución, quien esté ilegal pague la falta de control migratorio? El objetivo de Trump de fortalecer su país es bueno, pero sin enemistarse con el resto del mundo. Con Dios. (DAG) 04.02.2025