lunes, junio 17, 2024
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Una luna llena, fría brillante y renacida, que también habla de sanas y positivas esperanzas. Debe de ser nuestra meta de corrección y mayores empeños y poco a poco, seguro que seremos mejores.

Desde hace más de 100 años y sobre todo en el Cibao, corría la leyenda en campos y poblados semi vacíos, de que cuando Dios Nuestro Señor creaba el universo, al momento que le tocó al planeta tierra, se fijó en lo particular, en una región del Caribe Central y la que trataba con sumo esmero y por determinados detalles inigualables en materia de naturaleza, que en su momento y según la leyenda, que quien escribe conoció desde niño, parecería que fuera el mismo paraíso terrenal el que estaba creando.

Admirado, San Pedro interrumpió al Señor y le preguntó: “¡pero Dios Mío y que tierra tan bella estas creando y en la que nada falta para que se quiera vivir allí y no salir de la misma!”. La respuesta de Dios fue descriptivamente socarrona: “¿Ah sí?, espera a que veas a los dominicanitos y haitianitos que meteré en ella y después me dices”.

Y a decir verdad, si se hace un repaso exhaustivo de los pobladores originarios y luego criollos de la isla La Española, habría que convenir, que el Creador no se había hecho muchas expectativas sobre el destino paradisíaco que había creado. Y los resultados están ahí y por lo traumático, no nos hacen mentir.

Tenemos dos pueblos que conforman a su vez dos naciones, cuyo componente humano no difiere en mucho el uno y el otro. Como raza, son poco que mucho, parte de lo mismo y por costumbres y afán de la oportunidad, presentan el mismo sello indeleble de su propia auto destrucción ambiental y humana.

Ninguno y en la forma, cuida las formas más elementales de la decencia, aunque en el fondo hacen como que cumplen y en cuanto a comportamiento social, lo que les distingue, es que el que está al occidente de la isla nació de costumbres y dominio esclavo y aunque de suyo es valiente y tenaz, no se puede decir que se hubiese independizado de su condición de castas y aumentándola con esa terrible división entre mulatos y negros, que ni siquiera el cruce biológico con el europeo hubiese podido atenuar. ¿Su mayor estigma? haber destruido las riquezas naturales de su propio territorio y su actitud, comportamiento y modo de ser, resumidos en esa violencia endémica y muy del África negra de absoluta subcultura caníbal.

Su contraparte oriental y comparando su componente humano, es difícil decir que se pueda presumir de un mayor rasgo civilizador que su vecino transfronterizo, habida cuenta del cruce de razas y nacido este de toda esa combinación y mezcla originada en las cárceles de Castilla, Aragón y Navarra como materia prima del primer viaje “a las Indias” en el 1492 y en el que el ibérico como el judío y el árabe se mezclaban o unían de cientos de formas y diversidad.

Precisamente por esa especie de caleidoscopio o mosaico humano europeo, que unido al aborigen caribeño dio forma a lo que luego se conoció como “pueblo dominicano”, ha resultado una nación contradictoriamente sumisa y servil y con ciertos ramalazos de  hombría e intrepidez, que con el correr del tiempo y en base al barniz cultural europeo cristiano, dio paso a su terrible sello, de ser un pueblo en el que la envidia, el egoísmo, la maldad y la arrogancia más significativas imperan y que generó en el dominicano de estos tiempos en gran mayoría, esa personalidad de notoria conducta amoral, por la que todo hecho de corrupción que no sea cometido por el que critica, es vituperado hasta lo infinito y planteándose toda esa variable de la conducta humana y en su raíz principal, de ese oportunismo rampante, por el que, quien quiere escalar socialmente y en líneas generales, debe ser sumiso, taimado, servil y siempre escondiendo su propio pensamiento y a unos niveles tan extraordinarios, que han bastado los años en el poder de los gobiernos del PRSC-PLD-PRD y PRM, para que la subcultura de lo ilícito y la corrupción más depravada, se hubiese establecido como forma “natural” de vida oportunista y moralmente sucia.

Ha penetrado la corrupción y esto hay que puntualizarlo y conceptualizarlo,  a unos niveles tan extraordinarios dentro de la psiquis dominicana y la que por cierto en cuanto a la forma o en el fondo solo difiere de las que se presentan en los otros países de su área geográfica, en un asunto simplemente de matices, pero con la diferencia, de que en República Dominicana la corrupción no se castiga como debería de ser y que la gran mayoría de sus actores sociales, civiles y militares se ven gráficamente desnudados en los últimos 17 años y que es la razón por la cual, al país no haberse podido quitar tanta inmundicia moral, hoy tiene a las puertas de tribunales y cárceles, tanto a expresidentes de la República, generales en activo y todo ese amplio abanico de burócratas públicos, suplidores del Estado y esa sociedad civil y fuerzas vivas, cuyos miembros y en líneas generales, están corrompidos hasta los tuétanos.

Desde luego, nos hacemos cargo, de que a nadie le gusta que le señalen sus errores o les critiquen con dureza sus inconductas y por eso y aun cuando se entienda contradictoria, aquella sentencia atribuida al profeta Jesucristo, de que “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, pensamos que como primer paso hacia la redención personal, que todos los dominicanos debemos de abocarnos hacia una profunda autocritica, por la que a sinceridad, todos nos revisemos moralmente y todos entendamos, que como pueblo y nación, hemos llegado a un punto muerto, que obligue a corregirnos y en lo que hagamos el intento de refundar a nuestra nación y sobre todo en materia política y moral.

De ahí, que al observar esta madrugada la gran luna llena de diciembre y la que se proyecta desde el viernes 17, debemos de releer los registros que la anteceden y acompañan y así conocer, que “el cuarto creciente llegó el día 11 de noviembre, y la última luna llena del año será esta noche 19 de diciembre, con el cuarto menguante el 27. En cuanto al apogeo, fue ayer 18, con la Tierra y la Luna separadas a una distancia (la máxima en el mes) de 406.321 kilómetros, entendimos, que así como la naturaleza y la mano divina, en su insondable misterio es también el alfa y el omega de todo lo creado por Dios, de igual manera, existe la posibilidad, débil sin duda, de que los dominicanos podamos volver sobre nuestros pasos y hacer de nuestro país, la gran nación que todos quisiéramos y lo más importante, dentro de un orden moral nada de fanatismo religioso y sí de orden civilizador innovador y puramente humano y si se quiere, “a lo dominicano” y esto último, dicho de buena fe.

Al observar entonces, esta madrugada, la grande luna llena de diciembre, entendimos también, que así como la naturaleza y la mano divina, en su insondable misterio, es también el alfa y el omega de todo lo creado por Dios, de igual manera consideremos, que existe la posibilidad, débil sin duda, de que los dominicanos podamos volver sobre nuestros pasos y hacer de nuestro país, la gran nación que todos quisiéramos y lo más importante, dentro de un orden moral nada de fanatismo religioso y sí de orden civilizador innovador y puramente humano y si se quiere, “a lo dominicano” y esto último, dicho de buena fe.

Lo que también nos hace decir, que una luna llena, fría brillante y renacida, que también habla de sanas y positivas esperanzas debe de ser nuestra meta de corrección y de mayores empeños y poco a poco, seguro que seremos mejores y mucho más, si las expectativas del Señor en la leyenda contada, dan a pensar y qué corregir. Con Dios. (DAG)

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