lunes, junio 17, 2024
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Vicini. 61 años son más que suficientes para que esta nación hubiese salido del forzado “periodo de transición” que los intereses imperantes han aprisionado a la República y lo que hay que terminar.

Búsquense las no menos cien familias, que en base a un compromiso de sangre de miembros pasados que participaron como sicarios en el magnicidio , tantos años luego han logrado resurgir como individuos y grupos de clase media baja a clase media rica y gracias a que han mantenido embaucados a todo un país y del que todavía, muchos creen que realmente en su accionar hubo heroísmo y todo, porque teniendo hegemonía sobre los medios tradicionales, han impuesto una historia falsa y nada correcta de aquellos hechos y sobre la motivación cierta de quienes participaron.

No estamos diciendo, que haya que recriminar a esos dominicanos que hubiesen actuado punitivamente contra el dictador y porque entendían que éste impedía que sus intereses particulares avanzaran, pues al fin y al cabo, el libre albedrío es el que siempre determinar la justeza o no de determinadas acciones y actitudes y el por qué del protagonismo de algunos en un hecho tan determinante como fue el terminar de una vez por todas con el régimen autoritario que durante 31 años dominó y controló la vida nacional al tiempo que concomitantemente la llevó a niveles nunca antes vistos de crecimiento económico y desarrollo.

Tampoco es asunto de justificar las acciones y actitudes de nadie, pero sí es menester colocar los hechos dentro de un adecuado y verosímil contexto, que hiciera factible, que los autores del magnicidio no fueran vistos con los ojos de la pasión o el odio personales y sí como los individuos, quienes creyendo que realmente lo hacían bien y le prestaban un servicio desinteresado a la República, se conjuraron para eliminar a Trujillo y en lo que resultó en un casi fracasado intercambio de disparos.

Pero ¿acaso la mayoría de los conjurados del llamado “núcleo duro”, no estaban en sintonía en cuanto a que inmediatamente asesinaran a Trujillo, los otros conjurados del grupo de conspiradores que aprovecharían el hecho para derrocar al régimen y tuvieran el éxito que esperaban, ellos tomarían el poder y desatarían una persecución terrible contra las autoridades del régimen a punto de caer?

Si lo anterior fue así y por eso ninguno de los conjurados tomó las medidas naturales en semejante tipo de escenario, para proteger luego a sus familiares, ¿acaso esa misma displicencia sucedía y porque realmente creían que triunfarían en su asonada golpista posterior y que, por lo tanto, ellos no tenían que proteger a sus esposas e hijos y porque entendían que todos irían a los primeros planos del poder?

Ante lo que sucedió, es evidente que el observador más objetivo no tendría como entender sobre la supuesta “heroicidad” de quienes participaron en el magnicidio o los otros y sus familias que esperaban disfrutar de las mieles del poder al ocurrir el mismo y menos, comprobándose que a lo largo de todos estos años, a la nación se le impuso una fenomenal carga emocional de deuda económica por reparaciones de daños en sus vidas y propiedades, que por lo que se aprecia, solo en el lapso junio de 1961 a junio de 1966, los contribuyentes debieron facilitarles recursos por vía de los gobiernos que los conjurados instalaron, de más de 300 millones de dólares sacados del presupuesto nacional y para que toda esa gente “perseguida”, aparte de los cargos que se disputaban en la administración pública, pudieran tener y en principio un primer pago por los “servicio heroicos y desinteresados” en los que sus parientes participaron la noche del 30 de mayo de 1961.

Entonces, no es verdad que hubo heroísmo y sí puro mercurialismo por parte de una baja burguesía, que actuó motivada por un interés pecuniario propio y con el pretexto de que “Trujillo nos lo había robado todo” y lo que nunca fue verdad.

Ahora, sus descendientes y allegados, se molestan porque se les estruje en sus caras la verdad que se conoció después del magnicidio y mucho más, cuando en estos 61 años y encima de tanto despojo, ha sido creada lo más parecido a una casta criminal que saqueó a esta nación y todavía en estos tiempos cercanos, adjudicándose o maniobrando abusivamente y para continuar saqueando el patrimonio público y como ahora recién se ha visto con las concesiones de puertos y plantas eléctricas en las que el gobierno de turno, parecería que se olvidó de los intereses permanentes de la República y desde el punto de vista de los dominicanos de a pie y los otros de clase media.

Dicho lo anterior, es imposible que los grupos de poder que fluyen y confluyen en la dictadura familiar Vicini, la familia que tiene bajo secuestro toda la riqueza nacional y al entenderse atrevidamente como  heredera directa de la dictadura que contribuyó a derrocar y desaparecer, pueda pretender que quienes conocemos la verdad desnuda de todo lo que realmente sucedió en el 1961 y que a los años del magnicidio, ya en junio de 2022, es imposible que las tres nuevas generaciones de dominicanos post Trujillo puedan ignorar, fuéramos a callarnos y no recalcar sobre la realidad de todo cuanto a ocurrido y que a largo plazo ha sido totalmente perjudicial para la nación.

En consecuencia, respetamos y aunque no lo parezca, el terrible libre albedrio que los conjurados instigados por la estación de la CIA local hicieran, pero tampoco se nos puede pedir, que silenciemos un escenario de 61 años, que producto de aquella tragedia nacional, ha facilitado, que los Vicini y en su ambición desmedida hubiesen perpetrado el más espantoso saqueo que a nación alguna y dentro de las mismas circunstancias, hubiese podido ocurrirle.

Es hora pues, de que los miembros de esa familia pidan perdón al pueblo dominicano y es hora de que haya un gobierno que la obligue a resarcir las finanzas nacionales  por todo lo saqueado, de lo contrario y lo recalcamos, los Vicini experimentarán su caída del trono de barro en el que se encuentran, a más tardar 20 años y cuando las nuevas generaciones de dominicanos, descubran la verdad de los hechos perpetrados y tajantemente digan: Nunca más.

De ahí que digamos: Vicini.  61 años son más que suficientes para que esta nación hubiese salido del forzado “periodo de transición” que los intereses imperantes han aprisionado a la República y lo que hay que terminar. (DAG)

 

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