Votar no es construir consenso

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El manual de procedimiento parlamentario más reconocido para tomar decisiones se perfeccionó en el famoso libro “Robert’s Rules of Order” del exmilitar e ingeniero Henry Martyn Robert, publicado en 1876. Representa en esencia, el sistema de votación y toma de decisiones que usamos en nuestro país y en gran parte de occidente, a nivel legislativo, corporativo, grupos políticos y sociales. Sus pasos principales son:

1. Presentación de moción por cualquier miembro de la asamblea previo reconocimiento del presidente.

2. Apoyo de la moción por cualquier miembro de la asamblea.

3. Verbalizar la moción por el presidente inmediatamente de haber sido apoyada o secundada.

4. Discusión de la moción, excepto cuando ésta no sea debatible.

5. Voto sobre la moción.

6. Anuncio del resultado por el presidente inmediatamente después del voto.

Su eficacia es de todos conocida, sus limitaciones también. En esencia, el poder aplastante de las mayorías sobre las minorías. Y en particular de la mitad más uno. No se logra, de esta forma, recoger las reflexiones, argumentos y propuestas que esas minorías pueden traer a la mesa y de esa forma dejamos fuera mucha posibilidad de creación de valor.

A su vez, la construcción de consensos es un proceso de búsqueda de acuerdo que intenta con seriedad de propósito incorporar las voces disidentes y grupos en minorías a partir de la satisfacción de sus intereses subyacentes (miedos, preocupaciones, aspiraciones, intereses tangibles e intangibles). Es decir, los acuerdos no se construyen con base en lo que dicen que quieren (posición), sino con base en por qué y para qué lo quieren (intereses), mientras:

• El consenso se alcanza cuando los participantes están de acuerdo en que pueden aceptar lo que se propone después de que se ha hecho el esfuerzo para atender y tomar en cuenta los intereses de todas las partes involucradas.

• La construcción de consensos requiere que se elabore una propuesta lo más representativa posible, después de escuchar cuidadosamente las preocupaciones de todos.

• Los participantes en un proceso de construcción de consensos tienen derecho a esperar que nadie les pida dejar a un lado sus intereses.

• La responsabilidad de proponer soluciones que atiendan tanto sus intereses como los del resto de los involucrados.

Una de las metodologías más eficientes en construcción de consensos es la desarrollada por el MIT-Harvard Public Disputes Program, con pasos que van desde la evaluación, abordaje, facilitación, mediación, métodos de análisis, preparación del proceso y de las partes, hasta elaboración de acuerdos a través del sistema de texto único (single text process), así como el monitoreo e implementación de estos. Es ideal tanto para negociaciones complejas y multi actores como para resolver conflictos o para construir consensos en políticas públicas que implican mucho valor y ponderación de argumentos.

Tiene también seis grandes pasos y dentro de cada uno, múltiples pasos menores. Es evidentemente diferente y más enri- quecedor, porque la votación impone soluciones en ocasiones superficiales fundadas en la razón de la mayoría.

Por su parte, la construcción de consenso está sustentada en la reflexión de los argumentos y en construir soluciones que satisfagan (aun parcialmente) a los grupos disidentes.

Recientemente un grupo de nuestros legisladores se retiraron a un hotel “para consensuar el código penal”, decía la prensa. Lamentablemente, lo que se extrae de las mismas informaciones fue que nuestros legisladores llevaron el procedimiento parlamentario tradicional de votación al hotel. Y en vez de promover un proceso de construcción de consenso, terminaron tomando decisiones por la mayoría del voto (no mediante acuerdos).

En nuestro país se confunde “construir consenso” con “votar”. Construir consenso, repito, es una metodología que busca satisfacer la mayor cantidad de intereses subyacentes de todos actores y grupo de intereses presentes o representados. Votar es parte de la Democracia Representativa. Construir consenso es parte esencial de la Democracia Deliberativa e Incluyente.

Cuando al presidente Luis Abinader, que ha demostrado ser un líder concertador, le llegue ese proyecto de Código Penal sin las tres causales, se estará jugando el peso simbólico de todo su gobierno. Espero que piense en la trascendencia de la simbología política que su decisión representa para la sociedad dominicana y logre combinar la libertad con la responsabilidad que implica levantar la bandera del cambio. Por: Nelson Espinal Báez [Diario Libre]