Un documento controversial en sí y de aparentes augurios de buena vecindad, pero marcado por una sibilina observación de como los militares haitianos entienden la convivencia binacional, pero en base a un resurgir del militarismo en Haití.
No todos los días, un presidente dominicano recibe una inusitada comunicación de antiguos militares haitianos, como la que con fecha 29 de septiembre le fuera enviada al presidente Luis Abinader y conocida hoy en el territorio nacional.
En líneas generales, para los cándidos, el documento parecería que habría que interpretarlo de buenas intenciones, pero cuando el lector se detiene en las observaciones de índole militarista y como factor de unidad de progreso, crecimiento y desarrollo económico, de inmediato se presentan ciertas subjetividades y para muchos emocionales, que recuerdan a los dominicanos, los lejanos y pasados años de guerra frente al país transfronterizo, que siendo potencia militar y económica en los siglos XV y XVI arropó de muy mala forma el interés independentista de los habitantes de la parte oriental de la isla que las dos naciones comparten.
Ahora bien, el esquema militarista que subyace en la comunicación al presidente Abinader, lo que entendemos, es esa curiosa manera de chantaje subliminal, que quienes hablan en nombre de la asociación aludida y que no es más que la expresión oculta del ejército haitiano regular, con la que se trata de ver, como la postura, discurso y accionar internacionalista de Abinader y mucho más con su llamado en la ONU en cuanto a que la comunidad internacional salga en defensa y ayuda de Haití y no solo República Dominicana, no le quita impacto dentro de la población haitiana al interés de sus militares por retomar el control de la vida haitiana.
¿Qué diferencia ha habido en los discursos de los presidentes dominicanos a favor de Haití desde el año 1967 en Punta del Este, Uruguay, por ejemplo, con todos los otros del mismo tenor que los demás presidentes dominicanos han tenido frente al país vecino a lo largo de todos estos 55 años y con este último del presidente Abinader?
A nuestro modo de ver, dos hechos: Que el actual gobierno dominicano está conformado por comerciantes y descendientes de ciudadanos oriundos de los países árabes como del desaparecido imperio Otomano y exactamente como en la misma dimensión, los mismos intereses árabes y turcos se asientan en Haití y por lo que quienes firman el documento a Abinader, es indudable que asumen que podrían tener un pie de amigo en terreno tan movedizo y el que pudiera darles cierta ganancia de causa y lo otro, de que al ser República Dominicana, la potencia económica y militar entre las islas-estados independientes de la región caribeña, más el factor negritud que es común en toda la región, sean circunstancias que sirvieran de punto de arranque para intereses comunes aparentemente menos conflictivos.
Ahora bien ¿habría que creerle buenas intenciones al documento del que comentamos?, de entrada, no. Pero quizás a largo plazo pudiera ser, si quienes como fuerzas fácticas haitianas, que decididamente están detrás de la curiosa inquietud militar haitiana, presentaran sus cartas marcadas y boca arriba.
Por lo pronto, podría concederse que los militares haitianos no son un problema para los intereses dominicanos y sí para su país. Por igual, que las bandas callejeras que controlan amplios grupos poblacionales en ciudades haitianas y cuyos miembros directivos, son una mayoría de antiguos exmilitares haitianos, no son problema que no pudiera resolverse para nuestra nación y ciertamente, que es significativo, que la policía haitiana como tal y en la práctica, se ha convertido en un ramalazo de anarquía dentro de un estado fallido y ante lo cual, los dominicanos siempre tendremos que estar alertas.
En otras palabras, Abinader cometería un error delicado, si directamente contestara semejante comunicación, cuando la misma debió de haber sido enviada por los canales diplomáticos pertinentes y por individuos con calidades correctas y con miras de que el Gobierno Dominicano le prestara la debida atención. Al no suceder, el presidente de este país y su gobierno no tiene por qué contestar una misiva tan irregular y de tantas aristas, que generan más dudas, que un sentimiento cierto de buena vecindad en procura de un objetivo común.
Mucho menos se puede aceptar tal comunicación y la que no está sustentada en una organización legalmente constituida y sí, que es más bien un brazo accionador de la burguesía haitiana y la que solo por esta presunción, parecería que carece de autoridad moral.
Solo de este modo se explica, que los firmantes plantearan, que ellos entienden las palabras del presidente dominicano como “de un ímpetu emocional que choca con la crudeza del realismo político, de que los Estados no tienen amigos y sí intereses” y con lo que indirectamente, se muestran como los sempiternos anti dominicanos que la burguesía y la prensa haitianos gustan de exhibir.
Todavía más, al referirse, que si los militares haitianos estuvieran al mismo nivel en crecimiento y desarrollo, armamentos y tecnología que las Fuerzas Armadas dominicanas, ellos “sabrían marcar la diferencia”, es sencillamente imposible que un dominicano y con poco o mucho juicio, no pudiera pensar en la inquietante intención perturbadora que la frase encierra y lo que se confirma con el otro párrafo tan poco diplomático e inoportuno, de que los haitianos, son “un pueblo guerrero y fuertemente apegado a su identidad militar, celoso de su historia” y “como nación fundada en victorias y valores militares”.
Para rematar su controversial y nada amistoso documento, al puntualizar, que la única ayuda dominicana que aspiran para su pueblo es el fortalecimiento de las fuerzas armadas haitianas “en rol vector de transformación” para Haití y con lo que a su entender, “se preservarían las relaciones” entre los dos países “y la estabilidad de la región”.
De ahí, que consideremos, que, en lo atinente al documento enviado a nuestro presidente, por la Asociación Militar Haitiana, que el Gobierno Dominicano debe de ignorar y al no ser utilizada la vía diplomática y ser además muy provocador. (DAG)