Desde que Trump llegó al poder en el 2017 e impulsado por la ola del conservadurismo más extremo y con raíces en el poder del dinero, EEUU pasó a ser un país políticamente del tercer mundo subdesarrollado.

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Solo porque el agente vendedor inmobiliario y del espectáculo, Donald Trump, llegara al poder impulsado por una verdadera ola de conservadurismo extremo desde el EEUU del interior más profundo, fue que el millonario pudo concretar su aspiración de ser el primer agente vendedor que lograba la más importante posición política y de Estado, al ganar las elecciones que le catapultaron finalmente a la presidencia del país de acogida de sus ancestros y el suyo propio.

Fuera de ese parámetro, siempre se supuso, que Trump en la presidencia, actuaría tan a la libre y sin escrúpulos como se le conocía desde el mundo de los negocios y que le había ganado tan controvertida imagen de rico de costumbres vulgares y espíritu de emprendedor abusador.

Por lo tanto, no fue un caso del que no se le conociera su trayectoria tan controversial, sino que realmente fue la punta de lanza del ultra conservadurismo estadounidense nacido en el EEUU profundo de mentalidad aislada y regionalista e incapaz de entender el mundo en el que el resto de su país y de la humanidad vive.

De esta manera, no podía extrañar, que como presidente partiera por el camino del medio y siempre cuidando sus intereses particulares, mientras atropellaba a todo aquel sector, individuo o país que entendiera se le interpusiera a su paso.

Al mismo tiempo, el EEUU rector del mundo, empezó a dar el viraje hacia el criterio único y totalitario de entenderse como la irracional potencia global y unipolar que solo entiende al mundo partiendo del punto, de que lo que era bueno para EEUU era bueno para el mundo y que realmente nunca ha sido así.

A partir de mentalidad tan estrecha, poco que mucho el resto de las naciones empezaron a sentir el peso cerrado de un EEUU oficial entrando en el propio caparazón de potencia global dominante que no aceptaba que ninguna otra potencia regional quisiera disminuirle su poder y presencia en el planeta.

De tan marcado que fue el sello indeleble de como Trump ejerció su poder, que todavía se entienda, que el actual gobierno de Joe Biden, es una continuidad del de Trump, pero solo diferenciado en matices a nivel internacional y duramente autoritario en lo interior.

En este sentido, la herencia de su mandato ha sido tremendamente bizarra y al grado, de que nada es lo que parece y lo suficientemente, como para que el expresidente se hubiese podido entender como una especie de caudillo a ultranza, que, si llegara al poder por nueva vez, no se le viera como la estampa de un verdadero peligro público supra constitucional que hasta pudiera retrotraer a su país al mismo principio motivador de cuando la guerra civil.

Obsérvese, que en la medida que se entra en este año preelectoral, el trumpismo arrecia su presencia y no solo ya ha obtenido cerca de 200 millones de dólares en donaciones con las que financiar su campaña, sino que abiertamente se entiende que el aparato militar-industrial estadounidense se encuentra a su favor y lo que sin duda es un factor decisivo para comprender las alianzas electorales venideras e inmediatas.

Sin embargo y desde que Trump apoyó la toma de la sede del Congreso Federal en el 2021 y como el último recurso para impedir ser removido del Poder Ejecutivo, semejante hecho tan divorciado de la realidad política estadounidense, creó la imagen vergonzosa, de un presidente Trump haciendo trampas por quedarse en el poder y que si se analiza en detalle, es una imagen “tan descriptiva” de su comportamiento, que ha terminado por meter miedo y al extremo, de que tras 15 rondas de negociaciones y la evidencia concreta de que Trump no pudo influir determinantemente en la selección del presidente de la Cámara de Representantes y lo que no ocurría desde el 1923, es decir, 100 años atrás, fue electo y tortuosamente, el congresista republicano Kevin McCarthy de California y como Presidente de la Cámara de Representantes.

Con esa esa elección tan controversial, de cara a todo el mundo, se ha dado el toque de alerta respecto al peso cierto o no, de un Trump que hasta hace poco se le entendía como la voz decisiva en el Partido Republicano y a partir de este nuevo escenario y si al mismo tiempo unimos todo lo relativo a documentos de gobierno y de declaración de impuesto suyos que habían sido ocultados y cometiendo de ese modo un delito federal y con el agravante, de que al expresidente se  le entiende ahora como un potencial delincuente de cuello blanco y gran evasor fiscal.

Ni que decir, que el Trump casi omnipotente y creíble, ahora se ha hecho pedazos ante el estadounidense promedio y si esto es así, nadie podría suponer, que ese mismo establishment o sistema que eliminó a Kennedy, no fuera en versión nueva, el mismo que no esté dispuesto a correr riesgos estructurales y para un sistema político, que, en su fase global, coloca a EEUU ante el desafío de otras potencias globales dispuestas a ser participes de la dirección de un mundo multipolar.

Situación interna nueva, que no ofrece garantías ciertas para que Trump pudiera ser candidato presidencial del Partido Republicano en el 2024, aunque a la desesperada, sí podría serlo de algún otro “independiente” y sin garantía alguna de ganar la competencia electoral.

Para el resto del mundo y desde ahora, no son uno ni dos los países que desconfían del EEUU todavía potencia unipolar y dispuesto a todo con tal de prevalecer y como se está viendo con el conflicto ucraniano desarrollado y creado por Washington en Ucrania y desde el 2014 y hasta llegar ahora a la concatenada guerra global que con el pretexto de la invasión rusa a Ucrania, EEUU está reduciendo a Europa a un conjunto de países potencia menor y subordinada totalmente a la economía estadounidense y a su petróleo y gas, al tiempo de establecer una hegemonía militar dudosa e imponiendo a la OTAN como su brazo armado en el enfrentamiento con Rusia.

En escenario tan traumático, un Trump candidato presidencial, no es precisamente una carta de triunfo que sea garantía para nadie y mucho menos, si la guerra militar y de hegemonía comercial hace estallar o radicalizar al mundo.

Porque también hay que decir lo otro y que es relevante, con Trump en la presidencia, EEUU perdió mucho de su autoridad moral y solo intentando volver y como está el planeta, generaría más crispaciones y rechazos como nunca y ya que, en definitiva, el factor geopolítico será determinante para las elecciones estadounidenses en el 2024.

Así las cosas y a priori, también hay que entender, que desde que Trump llegó al poder en el 2017 e impulsado por la ola del conservadurismo más extremo y con raíces en el poder del dinero, EEUU pasó a ser un país políticamente del tercer mundo subdesarrollado y para colmos, empezando a vérsele perdiendo su hegemonía global. Factores, que solo un estadista o varios trabajando en el mismo empeño, pudiera dar la diferencia en este mundo tan crispado y crispante que se vive. (DAG)