Si en este país hay alguien que se le pueda imputar como culpable de su tremenda baja en popularidad y por las agudas críticas contra sus ejecutorias, que casi le colocan como una decepción generalizada, sin duda que debe ser el presidente Luis Abinader, quien por lo visto, acostumbrado a que su aparato de propaganda y sus cientos de asesores les resuelvan sus problemas de imagen, no ha querido entender que si ahora la atrapada opinión pública se le queja, él y solo él es el gran culpable de lo que le sucede.
Y es que cuando un presidente llega a tan inusitada situación, en la que perfectamente se puede decir, que espontáneamente, de cada cien ciudadanos, noventa y cinco rechazan su manera de conducir y dirigir a la nación, ese presidente y si se hace una fuerte autocritica, debería entender que todavía la nación tiene sus esperanzas puestas en su dirección y que precisamente por ello, porque no ha perdido el beneficio de la duda, muy poca gente aprovecharía su situación para tirarse a la calle.
Sin embargo, Abinader no deja de provocar. ¿Cómo es posible que el pasado viernes 27 de diciembre ofreciera una “recepción privada” en el Palacio Nacional con el pretexto de su “ascenso al poder” y el 31 no ofreció el tradicional mensaje de navidad y fin de año y peor, que el mensaje de primero de enero ni por asomo fuera emitido? Es increíble que el presidente no entienda, que, por sus últimas actuaciones, se refuerce el criterio dentro de la percepción popular, de que él gobierna para una casta y no para la nación. Muchas veces, las apariencias son la mitad del ejercicio político y las que mencionamos son parte de ese escenario.
Repasemos hechos. A finales del pasado diciembre, todo el mundo se sorprendió con la información, de que el primer mandatario saldría del país y debido a un supuesto viaje familiar que nadie entendía, porque si se trataba de un asunto de hijas en el exterior, lo lógico que hubiese ocurrido y como sucede con los hijos de la mayoría de los dominicanos de clase media y ciudadanos de a pie que viven en el extranjero, que para diciembre regresan para estar entre sus padres y familiares.
Luego lo otro, que salió y volvió al país tal como si él hubiese dejado su figura en un holograma para que sus empleados de la propaganda emitieran a cada rato una información sobre su quehacer presidencial y lo más significativo, que nadie le vio salir y tampoco regresar. Avivando los rumores de que y para decirlo suavemente, tenía una crisis de identidad que le había sacado de todo sentido de compostura.
Tal hecho fue fatal y mucho más, cuando contra todo pronóstico, no dirigió y esto hay que recalcarlo, el tradicional mensaje de navidad que para este tiempo los presidentes de este país han tenido la sana costumbre de protagonizar. Fue todo lo contrario, le envió un mensaje a los militares y policías y silencio absoluto con relación al pueblo que le eligió.
Es decir, y lo que debe decírsele a Abinader para que lo entienda: Insultó al país, pues su actitud no fue la correcta y de paso, políticamente hablando envió un meta mensaje nada fraterno a sus connacionales.
Sigamos. Se llega al nuevo año y de pronto se nos dice, que ayer saldría hacia Puerto Rico a la toma de posesión de la gobernadora de aquella isla posesión estadounidense.
Entonces es cuando se le ve el pelo y presentándose con rostro adusto y lentes negros y un mensaje corporal mezcla de autoridad y altanería que no le va nada bien.
¿Qué es lo que sucede?, ¿Por qué un político anteriormente de fácil acceso y quien no se preocupaba porque se le viera en la cola de un motor haciendo campaña, de pronto cambia su comportamiento y a todas luces hace entender que él es quien está molesto con sus conciudadanos y no la población? y la que sí debió de haber dado muestras vivas de su fuerte insatisfacción. ¿Qué pretende?, ¿desafiar al país e imponer una fuerte política castrense de represión o empezar a meter en la cárcel a sus críticos?
Las anteriores preguntas nos llevan a preguntarle a nuestro joven presidente, ¿considera que todos los dominicanos somos una partida de gallos locos o idiotas que no distinguen a la legua, cuando su presidente quisiera actuar como un dictador? Si esto es así y con el debido respeto, habría que a advertirle al presidente Abinader, que debería andarse con cuidado y buscar las vías y rápido, que le hagan tender puentes personales de comunicación con la mayor cantidad de miembros de las fuerzas vivas.
Repitámoslo, aquí el único culpable de su pérdida de popularidad y también de credibilidad está en el mismo Abinader. Para empezar, hace rato que debió de independizar su gobierno del PRM, tener una actitud entre flexible y equidistante con sus socios millonarios del poder y asumir, que si estallara una crisis de gobernabilidad, sus socios serían los primeros en dejarlo solo y luego quienes él cree que componen “su prensa”, que si notan que la gente no está para que le hagan musarañas, de inmediato recibirían las instrucciones de sus barones mediáticos en la concentración de medios en pocas manos para que comenzaran a alejársele.
¿O no es verdad que tiene montada una crisis económica de una gran peligrosidad, por su afán de vivir agarrando préstamos desde el exterior, mientras la economía se las ve y se las desea, entendiéndose que algo no anda bien y que es desde su gobierno donde está el mal?
Innecesario sería hablar de la corrupción desde el poder y de la corruptela generalizada que desde el gobierno se le ha creado a una población, a la que y de buenas a primeras, los peores vicios les han sido inculcados y por eso de la rebeldía social tan patente.
Solo conque el presidente entendiera estas pinceladas que le han llevado a un serio cuestionamiento de su manera de gobernar, debería de ser suficiente para que reestructurara su gobierno. ¿O creerá que todos esos diputados y senadores, entre malandrines y mafiosos que le sacan los dientes con supuestas sonrisas complacientes, le seguirán a la hora que la nación también les exija a ellos y les impute culpas compartidas por el festival de préstamos que ellos y junto al presidente, han protagonizado?
Todo país, lo único que le interesa de su gobierno, son resultados positivos y por más que la administración alardee de óptimos niveles macroeconómicos, que como sucede desde hace cinco años, solo benefician sus socios de la plutocracia y para nada a la población y si Abinader no tiene esto en cuenta, entonces no se entiende para que ambicionara ser presidente.
Por último y para que no se nos vea como un medio irrespetuoso, quisiéramos preguntarle: ¿Considera usted, que su inexperta, violenta y prepotente ministra de Interior y Policía, Faride Raful, lo está haciendo bien con esa represión absurda desatada en los barrios del Gran Santo Domingo y ciudades del interior y con su afán de que la gente no haga bulla y tampoco se divierta y en un tiempo tan propio como lo es la navidad y la víspera de año nuevo y ahora camino al Dia de Reyes?
Presidente Abinader, por favor, busque la forma de cómo manejar el trompo embollado en que se le ha convertido su gobierno. Observe, que las iglesias y sus responsables, todas están emitiendo mensajes, soflamas y críticas y no son para atacarle sino para que corrija lo que está mal y en gran contraste con los tres expresidentes, quienes, como jefes políticos y los tres, locos por sacarle del cargo, no le atacan directamente, pero sí en los flancos y lo que se entiende con las criticas destempladas que sus allegados formulan mediante sus bocinas propagandísticas de difamación a gran escala.
Finalmente, a nuestro modo de ver, parecería que aquello de que el poder absoluto ciega, como nunca, toda la nación lo está comprobándolo y presidente, eso da pena y un solo consejo: No se derrote a sí mismo.
De ahí que digamos, que el mayor error táctico que un presidente dominicano puede cometer. es alejarse de la nación que le eligió y entender, que frente a las criticas agudas, la represión es lo que debe imponer. No se derrote así mismo presidente Abinader. Saque de abajo y confíe en el Altísimo. Con Dios. (DAG) 03.01.2025