Enfoque

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Siendo apenas un niño que cursaba el primer año de la educación primaria, recuerdo que, en el camino de regreso a casa al mediodía, nos entreteníamos al estilo los gitanos en el Macondo de Gabriel García Márquez, utilizando un lente bicóncavo para concentrar los rayos solares sobre una hoja seca y ver cómo ardía la misma. Entendíamos el fenómeno como un arte de magia. Es obvio que a esa edad no teníamos los rudimentos de las leyes físicas aplicadas a la óptica que explicaran la concentración de la energía solar hasta generar la combustión de la materia orgánica seca.

Aquel experimento tenía su analogía social en la capacidad de los humanos para unir esfuerzos dirigidos a conseguir unos resultados esperados. El fundamento de los planes de trabajo consiste precisamente en trazarse metas y distribuir el tiempo para realizar una serie de tareas que concluyan con el logro del objetivo anhelado.

La pandemia del coronavirus con sus rebrotes y su influencia nociva en la economía mundial obliga a la humanidad a concentrar al máximo los esfuerzos para contener la enfermedad, a la vez que luchamos por restaurar las maltrechas finanzas en los países. Cualquier divertimento solo servirá para prolongar, o llevar al fracaso los propósitos de salir de la hecatombe en que estamos sumergidos.

En el caso particular de la República Dominicana la campaña de vacunación masiva nacional y los trabajos para reactivar el aparato productivo no pueden verse obstaculizados, ni opacados por la tensa situación que se vive en Haití. Debemos resguardar nuestras fronteras, pero sin que ello signifique menoscabo alguno al plan general de restauración económico-sanitaria. El grave problema que hoy afronta el vecino país es de la incumbencia directa del pueblo haitiano. No es tarea de los dominicanos intervenir en los asuntos internos de los habitantes occidentales.

En 1963 siendo Juan Bosch presidente constitucional de la República, elegido democráticamente por amplio voto popular, se produjo una incursión armada al territorio haitiano desde suelo dominicano. Dicho acto no contaba con la anuencia del jefe de Estado dominicano. Probablemente se le dio más relieve de lo que el caso ameritaba. El hecho fue que dicha acción fue utilizada por la oposición y sectores de poder criollo para perpetrar el golpe de Estado el 25 de septiembre de 1963.

Somos dos pueblos con historia, lengua, cultura y hábitos distintos. Sobredimensionar desde la Patria de Duarte los difíciles momentos que confronta la tierra de Toussaint Louverture pudiera resultar contraproducente a mediano y largo plazo.

Cuidar con celo nuestra frontera es el deber supremo. A cada nación le corresponde enfocarse en la solución de sus problemas sin injerencias foráneas. Por: Sergio Sarita Valdez [hoy]