«Europa, vuelve a encontrarte, sé tú misma»

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El 9 de noviembre de 1982, el Papa san Juan Pablo II se despedía de España en Santiago de Compostela al finalizar su primera y extensa visita de diez días con un discurso memorable que ya se encuentra en la Historia: «Desde Santiago te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte, sé tú misma. Descubre tus orígenes, aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes». Tras exhortarla a no deprimirse por la pérdida cuantitativa de su pasada grandeza en el mundo o por sus crisis sociales y culturales del momento, la invitó a continuar adelante: «Tú puedes ser todavía faro de civilización y estimulo de progreso para el mundo».

No fue ciertamente una «mera coincidencia» –como él había afirmado al padecer el atentado que le dejó en los umbrales de la muerte precisamente el 13 de mayo de 1981, fiesta de la Virgen de Fátima– que, en esa misma fecha, 9 de noviembre de siete años después se desmoronara el Muro construido en el corazón de Europa como símbolo de la Guerra Fría denunciada por él. La subsiguiente caída de los regímenes comunistas del viejo continente encabezados por la URSS, junto a todos los integrantes de la versión soviética de la OTAN, –el Pacto de Varsovia– abrieron la puerta a que se tradujeran en una esperanzadora realidad las palabras pronunciadas por el papa polaco desde el hispano «Finiterrae europeo».

Pero es bien sabido que no fue la deseada por él la senda seguida por una Europa ya libre de la división impuesta por el comunismo, sino una muy diferente –aunque también impuesta–, que ha llevado a una sociedad europea naturalista, relativista y laicista abjurando de sus raíces cristianas reivindicadas por san Juan Pablo II desde Santiago. Los amargos frutos de esa decisión se perciben y se padecen ahora en el suelo europeo, con una guerra en su frontera oriental que va camino de un año de duración, mientras todos los esfuerzos de sus gobernantes están dirigidos a alimentar la guerra en lugar de a construir la paz. Ni siquiera la terrible situación de Turquía, aliada militar occidental de referencia en la OTAN, con más de 33.000 víctimas mortales de momento, no ha llevado a un alto el fuego sino a un refuerzo armamentístico para que la guerra no decaiga en duración e intensidad. Macron exhortó a esa Europa relativista a que el aborto se incorpore a la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión. En España ya lo han conseguido. Por: Jorge Fernández Díaz [La Razón]