Desde luego que es correcto mostrar pesar y cierta angustia por la muerte natural de una monarca que contra todo pronostico reinó durante 70 años continuos y abarcando casi tres generaciones de súbditos del Reino Unido, pero no es nada natural ni correcto, que naciones de origen democrático primario y como lo es República Dominicana, se explayen más allá de lo prudente en loas y pesares, respecto a la que indudablemente y para su país, fue su gran reina.
De ahí que aplaudamos el texto del mensaje mortuorio del presidente Luis Abinader y en el que resalta su fe y propósito en la continuidad del sistema democrático sin que por ello y debido a que tal como él, fue un jefe de Estado el que muriera, no dejara de exponer su pesar por tan lamentable pérdida, aunque parece, que inadvertidamente, obvió el saludo al nuevo monarca, Carlos III.
En realidad, muchos no deberíamos de sorprendernos del despliegue informativo y casi de borregos al que tanta gente de clase media y desde los medios de comunicación y de información de masas dentro de la prensa mercancía amarillista han testimoniado y en un vuelco de identidad falsa que debería preocupar y si no fuera porque esta es una nación a la que seudos historiadores le han conculcado y manipulado su historia y colocando referentes a seguir y en la mayoría de los casos, de individuos que en la generalidad de estos solo responden a la imaginación de quienes redactaron reportes de guerras y conflictos y desde la óptica de solo ser voceros de determinados grupos sociales familiares y hegemónicos en la imaginación popular.
Por eso hacemos la observación, de que con la muerte de la ilustre difunta se confirma la mentalidad de muchos dominicanos de sentirse y actuar como súbditos y no como ciudadanos de una Nación soberana libre e independiente. ¡Cuánto nos falta en educación de moral y cívica e historia! (DAG)