El muy grave retroceso en el desarrollo de cada uno, el no saber respetar el derecho a disentir del otro y más por primitivismo social y ausencia efectiva de educación cívica y que todos estamos protagonizando y unos más que otros. Y lo que poco que mucho, está llevando a la ciudadanía hacia un grado de incivilidad tan marcado, que parecería que los dominicanos nos hemos convertido en bestias.
Sí es muy cierto, que el terrible atropello de poder que significa, que el gobierno del PRM y del presidente Luis Abinader haya echo de la política un madero con clavos listo para blandir y golpear y herir, y que no ayuda en lo absoluto a la preservación del sentido común y menos como herramienta útil que preservara la paz social y sí a incrementar el odio que nubla el entendimiento.
Precisamente y por ese tipo de comportamiento, el gobierno se ha estado mostrando con una penosa imagen de agresividad absolutista y autoritaria que no le hace nada bien al ejercicio democrático de la crítica abierta y en un país en el que las generaciones actuales y en líneas generales, han olvidado y dejado atrás las magníficas instrucciones de moral y cívica que los dominicanos de anteriores generaciones habíamos conocido en la Era de Trujillo (1930-1961). Ha sido entonces, increíble el paso de retroceso descomunal que para mediados del 1961 ya se empezaba a notar que emergía del accionar ciudadano, volcado de forma irritante en procura de que la gente dejaran de ser personas y sí que actuaran irracional y emotivamente.
¿En qué se fracasó?, ¿cómo es posible y esto es un ejemplo, que la prensa de este país se hubiese convertido en una madriguera de ineptos y resentidos sociales y quienes han volcado hacia el resto de la nación un ejercicio de opinión, nunca cívicamente responsable y sí al contrario, abrumadoramente decidido en contribuir a la disolución del orden social, mediante el fomento de la corrupción más descarada y el estímulo de la desvalorización moral que se supone toda persona civilizada no debería exhibir?
Ciertamente y aunque duela admitirlo, ese paso hacia atrás del periodismo y a nuestro modo de ver, ha sido el origen que ha llevado, a que a la fecha, la política sea un sumidero amoral, una sentina y en la que si no se es corrupto o corruptor no se puede tener éxito en cualquier aspecto de la vida y de ahí, que con la llegada del primer presidente nacido luego de la Era de Trujillo, Abinader (12.07.1967) y para más señas, un dominicano de tercera generación oriundo del Líbano, la orfandad moral se ha convertido en la característica dominicana desde el 2020 a la fecha.
Por supuesto, la deserción moral de que hablamos, no se inició propiamente con Abinader y sí en los ejercicios de poder del partido más dañino de la institucionalidad de este país, el PRD y el que secundado luego como accionar falso e hipócrita de poder del PLD y como factor de destrucción de lo que quedaba del aparato productivo nacional y lo que hiciera ese partido y su presidente, Leonel Fernández y con el pretexto de “modernizar” el aparato productivo proveniente de las atapas trujillista y balaguerista y cediéndoselo a precio de vaca muerta en el 2004, a aquellos grupos económicos y financieros “tradicionales” decididos a robarse la economía a lo que diera lugar.
Fue semejante despojo institucional oculto en un velo de demagogia política desde el poder, la razón del porqué hoy esta economía y en términos de provecho para la nación, se ha venido al suelo y auxiliada también por el segundo factor económicamente desquiciante, de la entrada de los inmigrantes dominicanos en Nueva York, la gran mayoría pandilleros adinerados, lavadores de activos y traficantes de drogas, de los que Leonel decía que provenían sus amigos que le facilitarían los recursos para hacer su gobierno y el que luego devino a partir del 2004, en propiciador de esa corrupción de Estado, que desde entonces ha dominado la vida nacional y que ha hecho crisis en el gobierno de Abinader y auxiliado este con el mejor discípulo del PRD: el PRM, la terrible maquinaria de corrupción y crimen asociada al narcotráfico y el lavado de activos que proveniente del Estado, como nunca antes se había conocido.
Esta realidad, que es dura y que ningún político, empresario, medios de comunicación, periodista, comunicador o industrial nunca va a admitir, es el fundamento de que 63 años después de caída la dictadura desarrollista de Trujillo sea el factor que ha convertido la vida nacional, en una en donde la moral y las buenas costumbres, la decencia y la honradez no tienen paso y lo que ahora se aviva con el producto natural de tanto desorden moral: Una nueva generación de hijos de dominicanyorks amantes de los teteos, la corrupción moral y que agazapada en los lupanares mediáticos en las redes sociales, son ahora la especie de alma y sentido de vida para no menos cuatro millones de dominicanos entre quince y treinta y cinco años, que entienden, que este país es un gran lupanar en el que todo vale y nada debe ser criticado.
¿Sorprende entonces que el presente gobierno sea hijo o producto de un fraude electoral general aupado por toda una sociedad cómplice y que prevalido de ese hecho, el presidente Abinader se muestre como el elemento clave de la reactivación del desajuste inmoral que acaba de tener su expresión más elocuente con la ola “reformadora” que está intentando imponer y tal como si la República tuviera de gobierno a una dictadura bizarra de corte mediático-tendencioso y fundamentada en la corrupción de Estado más absoluta?
Cuando los observadores independientes a todos los poderes públicos y privados miramos semejante espectáculo disociador y de un país, en el que la decencia, la educación, la honradez y las buenas costumbres, eran sus activos más importantes, habría que entender por qué Abinader impuso arbitrariamente su dictatorial ley 1-24, esa que entre sus notas más apreciadas, se encuentran las disposiciones que tienen que ver con la persecución expedita de la opinión y el periodismo realmente independiente a todos los poderes públicos y privados, así como la vulneración del derecho a disentir y que de ahí a una democracia autoritaria abierta sería un solo paso.
Claro está, no decimos nada de esto para congraciarnos absolutamente con nadie y sí para que se entienda, que si Abinader y en la práctica, se ha convertido en un dictador, lo es, porque la mayoría nacional le favoreció y para que el desorden inmoral en el que se vive y beneficie a más dominicanos y de los que ya no se pueden calificar como ciudadanos y sí de serviles hacia un poder absoluto, que en la medida que no encuentre quien lo detenga en su quehacer tan atropellante, de aquí al 2028 hundirá en el peor cieno amoral a toda la nación.
Por eso, de este paso en falso de querer imponer unas reformas para luego aparentar, que retirando una que otra, Abinader habría escuchado supuestamente al pueblo. Sin embargo, ¿qué es lo que preocupa?, que al Abinader endiosarse y creerse un supra ciudadano, realmente entendiera que puede hacer todo cuanto le plazca y ahí nuestro miedo, ese que nace, de saber, que cuando un país de cobardes y genuflexos se siente en falta, comete entonces las peores tropelías y buscando con desesperación un culpable, lo arrolle todo a su paso y el gobierno quede entonces bajo la férrea bota militar, ya acicalada con la ley 1-24.
De este modo y teniendo toda esta realidad tan presente, es que decimos, que mal, pero muy mal va este país, si los ciudadanos, sus discrepancias y en vez de dilucidarlas a puro diálogo, lo hacen y entendiendo que van o que están en guerra. De ese modo nunca habrá paz social. Con Dios. (DAG) 22.10.2024