lunes, junio 17, 2024
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No hay porqué asombrarse, pues todas las encuestas han sido constantes en los últimos siete años: Al dominicano, la corrupción no le importa …

Comprendemos que los $simpatizantes y seguidores$ del PRM y de la reelección constitucional, entiendan como un ataque directo al presidente-candidato, que se hable de corrupción y mucho más, si quienes lo dicen tratan de insinuar responsabilidades en las autoridades actuales.

Como medio de comunicación absolutamente independiente, no tenemos porqué corroborar en uno u en otro sentido lo que al respecto se diga y por la sola razón y como lo explicamos en semanas atrás, que mientras se esté en la actual precampaña electoral, no asumiremos ninguna actitud de la que se pudiera decir y como sí se hace desde el resto de la prensa, que los medios son deliberativos y muchas veces parciales y de acuerdo a los partidos y políticos que les pagan o dependiendo de las plataformas en internet que les secundan.

Todavía más, fundamentamos nuestro criterio de simple actitud profesional, en los resultados de todas las encuestas y mediciones de opinión que todos los bandos políticos y sus colaterales de grupos económicos y financieros que les apoyan o que las pagan, significan en la coincidencia de datos de que al dominicano nunca le ha importado los niveles de corrupción de políticos, partidos, gobiernos y empresariado y siempre llegándose al mismo punto: Que solo un 3 por ciento de los encuestados se muestran irritados con la corrupción.

Constante, que nos ha provocado indagar al respecto en el tiempo y hasta encontrarnos con un dato esclarecedor, que luego de cada proceso electoral, quienes se decían opuestos a la corrupción, eran los primeros que adormecían sus conciencias y en la medida que gobiernos, políticos y empresas les hicieran ver un punto de vista diferente y menos crispante y al hacer de cada una de esas personas, un sujeto de apoyo y vía cargos públicos o privados y canonjías y sinecuras al estilo de contratos como suplidores del Estado o profesionales con contratos de estudios y de asesorías y de acuerdo a cada profesión.

Una constante, que ya a los seis meses de un nuevo gobierno hace notar el fenómeno, de que nadie es disidente a nada y todos se adaptan y conscienten encontrarse con algún tipo de adaptación “a la nueva causa” gobernante.

En este plano, los primero que se observa y que a lo inmediato lo capta toda la población, es el giro complaciente de la mayoría de los medios de comunicación de la concentración de medios en pocas manos y quienes desde todos los ámbitos de medios y periodistas, comunicadores y productores de radio y televisión y hasta productores de cine, caen de rodillas ante el formidable cañoneo de papeletas por vía de contratos oficiales millonarios de publicidad y cuya resultante más extrema, es comprobar, cómo obreros de esos medios, es decir, los llamados periodistas, reporteros y comunicadores, se auto constituyen en una inusual Gestapo que denuncia o hace ver, qué medios o qué periodistas no están con la causa que tiene control provisorio del poder, generándose la incalificable actitud de imponer una autocensura generalizada, que a los verdaderos periodistas profesionales nos da asco y vergüenza.

Desde luego, no es que cada uno de estos profesionales no tenga derecho a recibir un salario o gratificación de acuerdo con sus potencialidades y capacidades y lo que como ciudadanos y al igual que todos los demás que no son del sector mediático, también les asiste y por un solo detalle más que significativo, todos somos dominicanos y como tales, codueños de la compañía por acciones República Dominicana.

Y utilizamos el término o calificativo del nombre del país, porque realmente, la mayoría de los ciudadanos, entienden, que como dominicanos a ellos les corresponde beneficiarse y en la medida que estén más o menos cercanos del poder. Al respecto, solo hay que recordar expresiones de expresidentes y precisamente de uno de ellos, quien en una ocasión declaró, que en un tiempo determinado la corrupción se había tragado en un año 25 mil millones de pesos y a los tres meses la cifra la llevó a cien mil millones y sin embargo, ese señor y tampoco sus colegas, no hizo absolutamente nada para impedirlo o atenuarlo.

Para colmos, no ha habido gobierno desde el 2004 a la fecha, que no hubiese utilizado la corrupción como arma de reglamento para denigrar y acosar a sus adversarios políticos o a la parte de antiguos camaradas empresariales y del mundo de las altas finanzas y para lo cual, la nación ha visto y ya sin inmutarse, como el ministerio público es utilizado como mecanismo de extorsión a gran escala y con el que los gobiernos logran un vasallaje absoluto de los corruptos del régimen anterior que hay que sacrificar y para hacer espacio a los nuevos corruptos que los sustituirán y así hasta lo infinito.

De esa manera, la lucha contra la corrupción no es tal y si, que es una parte de la competencia de poderes políticos o fácticos y aumentado cuando desde la embajada estadounidense se hacen conocer los listados de exfuncionarios o uno que otro nuevo, a los que se les han cancelado sus visados turísticos como individuos y al bautizarles llamativamente como corruptos.

Lo que ocurre, porque nuestro primer socio comercial se entiende en el derecho de hacer calificaciones sobre conductas personales y aun cuando los mismos gobiernos estadounidenses no son un dechado de moralidad y conducta proba, pero sus eliminaciones de visados, es el arma “no oficial” que nuestros “amigos” estadounidenses tienen, para influir decididamente y de acuerdo con sus intereses y frente a lo que Washington quiera de conductas dominicanas que le favorezcan. En este plano el gobierno de Abinader es una muestra de entrega absoluta.

Entonces y viéndose esta realidad, ¿habría que extrañarse, que ayer, un político opositor y en un espacio electrónico, expresó que en este país nadie le presta atención a los señalamientos de corrupción y por lo que, decimos nosotros, hasta ahora y si Dios no mete su mano o al poder llegara un presidente vengador que lo recomponga todo, se seguirá en el tiempo y se llegará a fin de siglo y todavía se estará discutiendo si hay o no corrupción o quienes pueden ser señalados como parte de esas inconductas. Así de tan volubles, calculadores y oportunistas somos los dominicanos y lo que se tiene como huella genética desde el primer gobierno de democracia totalitaria y populismo extremo, que arrancó en el 1962.

Por supuesto, discúlpennos aquellos de nuestros lectores que se sientan ofendidos por lo que aquí expresamos, pero si todos nos sinceramos, se verá, que al final hay que reconocer, que no hay porqué asombrarse, pues todas las encuestas han sido constantes en los últimos siete años: Al dominicano, la corrupción no le importa y los hechos están ahí. Desde el gobierno anterior y al presente, el robo público ha sido una continuidad absoluta. Con Dios. (DAG) 28.08.2023.

 

 

 

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