Si hay una característica del pueblo dominicano de los últimos 63 años y que a los extranjeros llama poderosamente su atención, es la tremenda capacidad de aguante que los ciudadanos tienen y en particular los de clase media baja y los de a pie y quienes por años son capaces de aguantar las más duras tropelías por parte de quienes entienden con poder e incluido gobiernos y clases gobernantes y hasta que un día y casi por algo insignificante, explota e intenta arrasar con todo a su paso.
Se ha visto en abril de 1965 y más tarde en el mismo mes para 1984 y ahora desde que el gobierno del presidente Luis Abinader se inició en su primer periodo a partir del 2020 y que ya en menos de cinco meses de su segundo periodo marcado para finalizar en agosto de 2028, parecería y por la inquietud que embarga a los más avispados observadores de la vida nacional, estos entienden que se está a punto de explotar.
Al principio, se entendía que como Abinader era un pino nuevo de la política y un amateur como presidente de la República, por obligación y sentido común había que darle la oportunidad de que adquiriera experiencia y la suficiente como para que el ejercicio del poder le hiciera un político viable como cabeza del Poder Ejecutivo.
Sus primeros cuatro años, fue y diciéndolo suavemente una deserción de las facultades constitucionales de poder que las elecciones de ese año le otorgaron y lo que de inmediato se vió en la manera audaz de entregarle una parte de su poder a una gleba de periodistas, comentaristas y productores de programas de radio y televisión, quienes actuando como si fueran “protectores de la fe” se apoderaron de la funcionabilidad del gobierno, mientras y al mismo tiempo, el expresidente Hipólito Mejía tomaba para sí la directriz y responsabilidad de la mitad de los ministerios de gobierno y no menos de otras treinta dependencias oficiales entre direcciones generales y ministerios y lo más significativo, asumiendo este y arbitraria e ilegalmente, el control absoluto de los ministerios de Defensa, Interior y Policía y los organismos colaterales de drogas, migración e inteligencia.
Y de lo que a la semana de estar en el poder, la nación se vino a dar cuenta, viendo que el propio Abinader y cada lunes visitaba la casa del expresidente a quien consultaba hasta en los aspectos mínimos de como gobernar, al tiempo que el presidente creaba su fuerte entramado de aparato de propaganda y contrainformación y con el que entendía, que dotándole de un presupuesto propio de entre siete y diez mil millones de pesos, se encontraría en condiciones óptimas para imponérsele a quien fuere que intentara cuestionarle su ejercicio de administración. Esos cuatro años fueron de prueba y error y hasta el momento que se desató la ambición de darle concreción al derecho constitucional que le asistía de repetir en el cargo con una sola reelección y si los electores se la facilitaban.
Entonces, la ambición de seguir cuatro años más y a ese momento, con un Abinader que el culto a su personalidad ya había transformado su ego y por momentos, entendiendo que todo le era permitido, se metió de lleno a comprar opositores, partidos inclusive y adquirir lealtades mediáticas a base de talonario de papeletas y lo que llegó a su punto más alto, cuando los estrategas de su partido le sugirieron que había que comprar el proceso electoral del 2024 y de esa manera ganar unas elecciones en las que sus rivales no tuvieran oportunidad.
Con todo y de casi 8 millones de electores, las elecciones resultaron con la mitad de los electores concurriendo a las urnas (4) millones y de los cuales, el oficialismo y aquí el primer indicador de rechazo popular, apenas obtuvo cerca de 2.5 millones de votos y con una oposición casi pisándole sus talones, pero teniendo a su frente un factor inquietante: 4 millones de abstencionistas.
Por semejante “descuadre”, estaba claro que el resultado sería un gobierno casi legal pero nunca legítimo y entonces lo definitorio: Los ciudadanos empezaron a despertar y ver lo que antes no veían: El gobierno proscribió los símbolos del Estado. El escudo nacional desapareció de los documentos oficiales y ahora había una cúpula como signo del poder, al tiempo que para el gobierno poco importaba que la bandera nacional se presentara con los colores que no correspondían y hasta que se tuvo conciencia de que el gobierno era uno plutocrático con socios de la alta burguesía haitiana y Abinader mismo con sangre haitiana por el lado materno.
Fue de ese modo que se cayó en cuenta, de que el gobierno había tolerado la entrada masiva e indiscriminada de inmigrantes haitianos irregulares y quienes entraban al país en grupos y organizados por grupos de militares en activo que habían logrado imponer el negocio clandestino de la trata y tráfico de haitianos ilegales.
Al mismo tiempo, se descubrió que el partido en el poder, el PRM, había logrado imponer para sus candidatos, los apoyos de millonarios traficantes de drogas ilícitas y que si bien no era un asunto nada nuevo porque la practica venía del PRD y el PLD, todo el mundo se dio cuenta de que el asunto había sobrepasado cualquier limite, de esa manera, hubo uno que otro diputado pedido en extradición por EEUU y ahora mismo hay seis expedientes por la misma causa y que tienen que ver con seis diputados reputados como narcotraficantes.
Frente a semejante podredumbre moral, el PRM ha quedado desacreditado y su gobierno, el de Abinader, prácticamente entre la espada y la pared y ya mismo con su popularidad por el suelo y casi nadie augurándole ninguna buena perspectiva de futuro cierto.
En este sentido, lo que nos inquieta y esta para nosotros, es la señal más ominosa de que viene algo peor, es ver y comprobar como en determinados medios de comunicación y de información de masas de la prensa mercancía tradicional, ya han empezado a aflorar criticas muy ácidas contra las ejecutorias del presidente y de censura total al accionar de sus funcionarios y lo peor, que desde las redes sociales y sus lupanares, lo que se dice del presidente y del gobierno es de un nivel de irrespeto tan amplio, que ya hay voces que piden la renuncia del primer mandatario y muchos de sus funcionarios han empezado a ser fusilados moralmente en el paredón mediático que ha surgido con una ferocidad, odio y resentimiento nada comunes.
Sin embargo, si lo anterior es gravísimo. Peor es lo que se dice y se acusa a los senadores y diputados miembros del Poder Legislativo y quienes son sumisos sirvientes del Poder Ejecutivo y los que ahora se han despachado con una nueva ley sobre explotación de derivados de los hidrocarburos, que la existente y desde el 1956, es decir, vigente desde la Era de Trujillo, prohíbe la explotación de esos recursos por manos extranjeras.
Así han vuelto a aumentar las voces, de que supuestamente Abinader quiere vender el país, su territorio y sus recursos y si se le dejara, hasta su ciudadanía y lo que naturalmente, quienes ya se han enterado de proyecto de ley tan audaz e inaceptable para los intereses permanentes del país, empiezan a clamar por una oposición rabiosa y militante.
Es decir, y si vamos a ser sinceros, la situación la vemos muy crispante y como tememos una súbita explosión popular de consecuencias inimaginables, creemos pertinente advertir sobre este particular y más, cuando ya se entiende, que si Abinader no respeta los símbolos patrios y su gobierno menos. ¿Por qué habría que respetarlo y si ahora resulta, que, por sus directrices, parecería que no es dominicano? (Con Dios) 08.12.2024