lunes, diciembre 2, 2024
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Tres meses y catorce días han sido suficientes para que institucionalmente el Gobierno se descalabre y el presidente Luis Abinader pierda credibilidad. La desobediencia cívica está a un paso

Es una lástima, que un gobierno que se inició con tantas expectativas positivas y en cierta medida, estas y gracias a la credibilidad moral que la ciudadanía le concedía al presidente Luis Abinader, en solo noventa y cuatro días cumplidos hoy, se encuentre de hecho entre la espada y la pared y con un cúmulo de desaciertos tan notorios, que la misma gente está pidiendo a gritos un cambio de conducción o una reconducción pragmática que le haga ganarse la confianza de toda la República.

Por ejemplo, no hay ese dominicano que viva en el territorio nacional, que no se muestre alarmado por la poca pericia en la conducción de la administración pública que el gobierno de Abinader, que también es el del PRM, ha estado mostrando y lo más significativo, con una altanería y arrogancia de sus funcionarios, que solo se iguala al terrible descenso en la calidad y nivel de vida, que de golpe se está experimentando.

Abinader mismo, pasó de ser un presidente de expectativas y políticas saludables, a uno que da la lastimosa impresión de no saber lo que hace y peor, que actúa como si hubiese perdido el control del Estado y generando una situación, que, a estas alturas, casi nadie espera nada positivo de su administración.

Los empresarios e industriales y banqueros englobados en sus asociaciones y teniendo de refuerzo el mecanismo del Consejo Nacional de la Competitividad, donde solo 38 de ellos deciden respecto a las políticas ejecutorias del gobierno, no solo que no les importa que se descubra que le faltan el respeto al mismo Poder Ejecutivo  como ente institucional de dirección, sino que ellos mismos hacen conocer a la atrapada opinión pública, como le hablaron duro y llamaron la atención, a un Abinader, que se “atrevió” a pretender una reforma fiscal, mediante la cual, el gobernante cortaba a la mitad la pila o monto de subsidios gubernamentales que el poder económico tiene y retiene con una ferocidad tal, que por lo que se ha visto, ya se tiene la desagradable impresión de que algunos de esos empresarios y en particular, el que se encuentra apertrechado en su feudo de Punta Cana, no le importó que se le viera como el que más quería que Abinader fuera derrocado.

Y realmente, ¿tan malo era el proyecto de reforma fiscal?, para empezar, Abinader y su círculo de expertos económicos y financieros, entendían y como tenía que ser, que subsidios que por más de 40 años de otorgados y que tienen a su favor el sector hotelero y otros sectores de la economía, había que eliminarlos porque ya habían cumplido más que con creces su cometido.

Lo que es muy cierto, pues desde los años sesenta del pasado siglo, el presidente Joaquín Balaguer creó la ley de sustitución de las importaciones, instrumento jurídico que daba espacio para que las nuevas empresas y emprendimientos, durante 20 años estuvieran exentos de impuestos y a cambio de que crearan un tejido industrial, por lo menos de industrias livianas, que ayudara a la creación de empleos y la eliminación de importaciones fundamentalmente, mientras que a otras líneas de producción como el turismo y la hotelería se les concedía algo parecido. Fue por ese mecanismo desarrollista que nació la zona franca e industrial de Herrera y tantas otras en todo el país y las hoteleras en Punta Cana y Casa de Campo.

Ahora y lo que es lógico, el gobierno pretendía quitarle las exenciones a quienes  se habían enriquecido por más de cincuenta años, otros hablan de sesenta y dejando que los subsidios se les concediera a los nuevos emprendimientos y por el tiempo pautado de 20 años libres de impuestos y ahí fue que la puerca torció el rabo y de modo tal, que el empresario hotelero e inmobiliario y también mediático, Frank Rainieri y socios, montó en cólera y en reunión con Abinader, quien hasta tuvo la cortesía de ir a su feudo y hablando en criollo, “le canto las verdes y las maduras”, a un presidente de la República, que por primera vez cayó en cuenta, de que, para el empresariado, era considerado como su prisionero y quien no tenía derecho a quitarles sus privilegios.

Pero eso no fue todo, sino que cuando Abinader regresó a la capital y sostuvo reuniones con otros empresarios, estos fueron iguales y más duros de irrespetuosos que Rainieri y ante semejante oposición tan radical, al gobernante no quedó otra que retirar el proyecto de reforma fiscal, que a nivel ciudadano, ya tenía el ambiente crispante y dado que los empresarios y como dueños del noventa por ciento de los medios de comunicación y de información de masas y el cien por ciento de las publicitarias, le mantenían una guerra propagandística de desgaste y tanto, que Abinader y ante una atrapada opinión pública que se la habían colocado de enemiga y quien al tener un gobierno tan desacreditado, tuvo que bajar los brazos y quedar a merced de sus empresarios, ahora sus enemigos directos.

El pleito entonces no quedó ni siquiera en tablas y los empresarios, industriales, hoteleros y banqueros, tiene ahora la equivocada percepción, de que el gobierno es solo de ellos y que Abinader es poco menos que el muchacho de mandado, mientras en materia de política monetaria y financiera, el gobernador del Banco Central y la Junta Monetaria, el sanedrín que controla el Consejo Nacional de Competitividad, se muestra más leal al sector bancario y financiero que a la política económica que el presidente entiende que tenía que ser ejecutada.

La situación entonces ha llegado a lo más parecido a un callejón sin salida y con una población, que, manipulada en extremo por los medios de prensa de los empresarios, prácticamente sataniza al gobernante todos los días.

A todo esto, por supuesto que el presidente tiene opciones, pero todas serían salidas drásticas y tremendamente autoritarias contra la clase económica empresarial y la alta burguesía, que no quieren entender, que el país no es solo de ellos sino de toda la ciudadanía y por más que el CONEP, la AIRD y la ABA tengan el control de dos millones y medios de la totalidad de la fuerza laboral privada y que ellos entienden, que cuando quieran o cuando Abinader incurra en otro desafíos, se la pueden tirar a las calles y que Dios reparta suerte y lo que no es del todo cierto, pues los ricos, cuando notan que aparte de sus dineros pueden perder sus vidas, se rinden de inmediato y mucho más si es el poder presidencial el que definitivamente va contra ellos y en estos casos, siempre sucederá, que la población seguirá la dirección que le señale el más fuerte. Pero Abinader y lamentablemente, cuidando sus bienes y familia, no quiere jugársela y por eso la oposición empresarial le está ganando la partida y la República saliendo altamente perjudicada.

Entendiendo pues esta realidad y ante la actitud torpe y lenta de Abinader, es que decimos y con mucho pesar, que tres meses y catorce días han sido suficientes, para que institucionalmente el Gobierno se descalabre y el presidente Luis Abinader pierda credibilidad. La desobediencia cívica está a un paso. Con Dios. (DAG) 30.11.2024

 

 

 

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