El error tipográfico que puso fin a la Segunda Guerra Mundial

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Nunca una sola letra del abecedario supuso un cambio histórico tan decisivo e importante. Hablamos de la letra "R". ¿Cómo? En estas dos palabras: criptogamista y criptogramista. ¿Sabes lo que significan? La primera hace referencia al estudio de las algas marinas, mientras que la segunda se refiere a los descifradores de códigos. Lo que nunca creerías es que este error tipográfico decantó el final de la Segunda Guerra Mundial del lado de los aliados. El fallo de un delegado del Ministerio de Defensa británico llevó a que un especialista en algas, Geoffrey Tandy, se viera involucrado en una de las operaciones encubiertas más intensas de la guerra.

Era 1939 y Europa entera estaba enfrentada. Las misiones militares abarcaban todos los escenarios posibles: mar, tierra y aire. Nadie podría imaginar que un simple experto en plantas que se reproducen por esporas, como algas, musgos o helechos, pudiera inclinar la balanza a favor del bloque aliado. Un entusiasta voluntario de las Reservas de la Marina Real británica que quería servir a su país ante la posible invasión alemana, Geoffrey Tandy, no era precisamente el famoso descifrador de código Alan Turing, sobre quien por cierto se estrenó en 2014 una extraordinaria película. Aun así, se incorporó al equipo.

Los documentos nazis encontrados en un submarino fueron restaurados por Tandy y, gracias a él, Turing descifraría más tarde Enigma

El experto en algas no encajaba demasiado bien allí. Tanto es así, que durante dos años resultó ser un inútil integral en el desempeño de sus funciones. Pero el destino le tenía reservado algo increíble que nunca habría podido imaginar. Las fuerzas aliadas lograron torpedear los submarinos alemanes y confiscar algunos documentos de los restos de sus sumergidas estructuras, según informa 'Mental Floss'. Entre ellos, se encontraban los que instruían a los usuarios y especialistas de la máquina alemana Enigma. Pero su estado no era el más apropiado: estaban llenos de agua y dañados, precisaban de una necesaria y urgente restauración rápida antes de descifrarlos.

Por ello, el Ministerio necesitaba a un experto en secar materiales frágiles dañados por el agua, alguien que pudiera haber tenido conocimientos en la preservación de algas. Alguien como Tandy. Usando materiales recogidos de un museo, Tandy secó las páginas y las hizo legibles. Más tarde, los descifradores de Bletchley pudieron usar la información obtenida para descifrar las comunicaciones alemanas, lo que permitió que las fuerzas aliadas vislumbraran una clara estrategia. La actuación de Tandy sirvió, entre otras cosas, para acelerar el final de la guerra de dos a cuatro años, salvando así millones de vidas.

¿Por qué sube a la actualidad la historia de Geoffrey Tandy? Precisamente porque la cómica inglesa Florence Schechter la ha contado a partir de gifs y con un punto gracioso en un hilo de Twitter que ha corrido como pólvora en los últimos días haciéndose viral.

Déjame contarte una historia…

…Sobre un tipo que ayudó a terminar la Segunda Guerra Mundial.

Un tipo llamado Geoffrey Tandy

Quien trabajaba para el Museo de Historia Nacional de Londres y que se alistó de voluntario en las Reservas de la Marina.

Era el año 1939

El Ministerio de Defensa vio sus papeles y dijo: "¡Wow! Este tipo es el mejor critpogramista del mundo. Enviadle ahora mismo a Bletchley Park".

Una importantísima misión

Que debía llevar a cabo a pesar de no tener ni idea de lo que iba a pasar.

En medio de un error

Le enseñaron la máquina Enigma y fue como "Tío, debes ayudarnos a descifrarla, eres el mejor criptogramista del mundo". Pero el pobre Geoffrey pensaba: "Esto es rarísimo, no soy criptógrafo, sino criptógamo, un simple especialista en algas".

"Debes permanecer aquí"

Como Bletchley Park era un lugar que guardaba grandes secretos sobre la guerra, le ordenaron permanecer allí a pesar de todo.

Dos años sin nada qué hacer

El pobre Geoffrey tuvo tiempo para aburrirse….

Hasta que apareció un submarino

El cual contenía documentos destrozados por el agua sobre el funcionamiento de la máquina Enigma.

Y llegó el turno de Tandy

Por fin, el criptógamo tenía algo que hacer. Dejar los documentos legibles e impecables, al igual que solía hacer con las algas.

Que le den a Turing

Si no hubiera sido por él, ninguna pista del funcionamiento de Enigma habría llegado a manos de Turing.

Nadie se preguntó nada sobre Tandy

"Lo que más me hace reír de esta historia", concluye Schechter, "es que nadie del Ministerio de Defensa ni de Bletchley Park preguntó por qué un especialista del Museo Natural de Historia estaba trabajando de descifrador de código". Por: E. Zamorano [El Confidencial]