Quienes hemos viajado con frecuencia a la Argentina y desde que Cámpora llegó a la presidencia, luego Perón, más tarde Isabelita y hasta llegar al golpe de estado, conocemos las críticas que el conservadurismo bonaerense, es decir de los habitantes de Buenos Aires, expresaban “contra ese obispo peronista que frecuenta los barrios” y que fuera la primera información que tuvimos del actual papa.
Era cierto que el obispo de la llamada “iglesia comprometida o de los pobres”, Jorge Mario Bergoglio, era de armas a tomar en materia de defender sus convicciones y de enfrentar los poderes establecidos y que tampoco dudaba atender a los más débiles de la sociedad y mucho menos, que nunca dejó de utilizar los medios de transporte colectivos y con el único propósito de mantener encuentros cercanos con los abandonados de la vida.
Por esa actitud, aquel cura en cierto modo populista y de sonrisa bonachona, fue ganándose el respeto de su feligresía y de esa manera llegó a conocimiento de la gran prensa el cómo ejercía su ministerio y el que, y tal vez no habría que decirlo y por sobre entenderse, que la jerarquía católica argentina y en gran mayoría le rechazaba y combatía fieramente.
Sin embargo y con el paso de los años y ya purpurado elevado al cardenalato, debió ir a Roma y no una y sí dos veces y hasta que por la misericordia del Espíritu Santo y no nos estamos burlando, llegó a ser elegido y con gran votación, a la dignidad máxima de Papa, es decir, el mayor jerarca católico de la cristiandad y su doble papel de jefe de Estado.
El impacto de su escogencia y en particular en Argentina, fue de una dimensión prácticamente de desenfreno social y la gobernante del momento, rauda fue a postrarse a sus pies, en tanto aparentemente quedaban atrás las discordias y desencuentros del pasado.
Aquella tarde que el nuevo papa fue presentado al mundo, todos recordamos como aquel sacerdote, al momento que se le preguntó, que cómo quería ser llamado, musitó y casi para sí mismo: Francisco. Con ese nombre a lo simple y no como el “Francisco Primero” que decían los medios y que fuera desmentido a lo inmediato, este argentino ya universal, marcó el parámetro mediante el cual iniciaría su mandato y absolutamente divorciado de los cánones protocolares de un Vaticano que sabía utilizarlos para hacer de cada papa un mucho o poco esclavo del boato, la magnificencia y el lujo.
El primer mensaje testimonial, fue aquel de no ocupar los aposentos papales y sí mudarse al hotelito de la Iglesia, Santa Marta, en el interior de los terrenos de la Santa Sede y a partir del mismo, a paso firme y silente, comenzó la gran revolución institucional y frente a una curia reacia totalmente a los cambios que pudieran afectar su poder y jerarquía.
Cómo se ha visto, este papa número 266 (de acuerdo a las profecías, después de él vendrá el ultimo papa) y elegido en el conclave resultante de la renuncia del papa anterior, Benedicto XVI, el 13 de marzo de 2013, en estos diez años ha generado una profunda revisión estructural en la Iglesia y tanto, que a este momento, el 90 por ciento de los miembros del Colegio de Cardenales han sido de su autoría y haciendo de la iglesia, antes un monopolio de la curia italiana, una y realmente universal y con cardenales en y de todos los continentes.
EL acierto y huella de este papa ha sido tan fructífero para el catolicismo y también para la humanidad, que sus decisiones han marcado el nuevo rumbo en el que la corrupción y falsedad en los ritos han sido eliminados, al mismo tiempo que tantos jerarcas han caído por su inescrupulosidad, ostentación de riqueza y falta de vergüenza y faltándole poco para neutralizar definitivamente al quinteto de cardenales políticos y opositores, a quienes para nada, sus ideas reaccionarias no les permiten aceptar y como buena, ninguna decisión que Francisco haya tomado.
Sin embargo y a despecho de tales imposturas, que este papa y con su extraordinaria autoridad moral ha reducido prácticamente a la nada, se observa y no sin asombro como este hombre de 86 años impone radicales puntos de vista y con el solo propósito de hacer una iglesia mejor.
Ayer por ejemplo y en el sínodo que se lleva a efecto y con participación de mujeres y laicos y otorgándoles voto, el papa anunció otra decisión y si cabe, más radical que todas las anteriores, su duro alegato contra el clericalismo y diciéndolo en los peores términos y con el evidente propósito de hacer de la iglesia un ente más creíble y entregado en conducir en bien a su feligresía.
Al inaugurar este miércoles el Sínodo de los Obispos sobre el futuro de la Iglesia católica con un mensaje de apertura y unidad, el papa dio una pauta de su discurso esclarecedor: "Una iglesia que vela por la humanidad con misericordia. Una iglesia unida y fraterna. O al menos uno que intente ser unido y fraterno. Esta mirada acogedora de Jesús nos invita a ser una iglesia hospitalaria. No con las puertas cerradas. Una iglesia con las puertas abiertas a todos, a todos, a todos".
Fue después de esta introducción “tan viva”, que Francisco hizo la puntualización mayor: Criticó y tajante, “el clericalismo que convierte a la Iglesia “en el supermercado de la salvación y los sacerdotes meros empleados de una multinacional” y para terminar puntualizando, que estaba totalmente en contra de “las actitudes machistas y dictatoriales de la jerarquía”.
Recordándonos en el plano dominicano, ese pugilato continuo de la jerarquía y toda la curia, porque la influencia del ya retirado cardenal López Rodríguez, no mengue y sin importarle a algunos jerarcas, que López Rodríguez es un enfermo de alzhéimer que no se basta por sí mismo y a quien sin embargo, ciertos obispos, quieren utilizar de freno para impedir la transformación silente que se gesta en la curia y que provocó recientemente, que uno de los obispos mejor preparados y decisivos en el discurso de apertura que la curia criolla necesita y para salir de esa actitud tan reaccionaria que capitanea “el obispo del presidente Abinader”, el de la provincia de La Altagracia; quién y acosado, ese obispo de origen catalán pero formado culturalmente en este país, debió de renunciar a su jerarquía.
Así pues, este esplendido mensaje papal le cae como anillo al dedo a la jerarquía católica criolla y lo que obliga a tener esperanzas ciertas, de que la curia católica dominicana podrá recibir el empujón que necesita para transformarse en una iglesia para todos y no solo para quienes, como sociedad, se entienden la casta que debe narigonear para siempre el sentimiento religioso católico de los dominicanos.
Y lo que nos hace repetir, que poco que mucho, la iglesia católica corporativa en el Vaticano se ha convertido y según el papa Francisco, “en el supermercado de la salvación y los sacerdotes meros empleados de una multinacional” y los que tienen que obedecer “las actitudes machistas y dictatoriales” de la jerarquía. Con Dios. (DAG) 26.10.2023